jueves. 18.04.2024
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Río ha cedido la antorcha a Tokio. La ciudad carioca se apresta a soportar la resaca del final de los Juegos Olímpicos. Contrariamente a lo que ocurrió en el Mundial de Fútbol, el balance deportivo no ha sido un desastre. Después de todo, el equipo nacional de balompié (deporte-rey en el país) ha conseguido el oro, venciendo además en la final del torneo a Alemania: una especie de exorcismo de la humillante derrota (1-7) de 2014.   

Pero, a la postre, no es la competición olímpica lo que nos interesa, sino el efecto que los Juegos dejarán en la ciudad y en el país en su conjunto. Como suele ocurrir en estos casos, donde el atraso es profundo, o eso que ahora llaman gobernanza es débil, la mayor cita universal del deporte no suele hacer milagros. Por muchas que fueran las expectativas alentadas por políticos, empresas, medios y entidades ciudadanas.

LA EQUÍVOCA PROMESA DEL MEGA-DEPORTE

Andrew Zimbalis es un economista del Smith College que lleva años analizando el impacto de los grandes acontecimientos deportivos en el desarrollo de ciudades y países que los albergan. En un libro titulado muy significativamente "Circus Maximus: The economic gamble behind hosting the Olympics and the World Cup", sostiene fundamentalmente una visión crítica: es decir, que los supuestos beneficios anunciados por los promotores de estos eventos no llegan a materializarse en la mayoría de las ocasiones (1). 

Uno de los grandes mitos, según Zimbalis, es que estas macrocitas deportivas obligan a gobiernos y agentes económicos a hacer un esfuerzo que difícilmente estarían dispuestos a emprender si no se vieran obligados por ese compromiso: por cuestión de prestigio y de presión social. Lo que suele ocurrir, no obstante, es que el salto en infraestructuras y servicios no está siempre bien orientado, y termina profundizando más que acortando las brechas sociales. Los precios de los bienes inmobiliarios se disparan, los propietarios y especuladores hacen su agosto y los más pobres se ven obligados a dejar sus zonas de residencia habitual y rehacer sus vidas en otras comunidades, con la disrupción social y escolar que eso conlleva.  Por supuesto, también se generan dinámicas positivas, pero Zimbalis afirma que éstas se diluyen rápidamente y sus efectos suelen ser efímeros.

Todo indica que este análisis también podrá aplicarse a Río (y por extensión, a Brasil), cuando llegue el momento de hacer un balance sosegado del acontecimiento olímpico.  Pero lo cierto es que, de un lado y otro del espectro ideológico y social, no se ha esperado a valorar los que estos Juegos van a significar para la población carioca y brasileña.

VALORACIONES OPUESTAS

El alcalde de Río, Fernando Paes lleva años esforzándose por convencer a los cariocas y al resto de los brasileños del efecto benéfico de la Olimpiada. En su momento sostuvo que las acusaciones de despilfarro eran injustificadas, amparado en que el presupuesto de estos Juegos era un 20% inferior al de Londres. Por otro lado, añadía el edil, una gran parte de la inversión había sido sostenida por la iniciativa privada. A ella se debió la construcción de la villa olímpica, la reforma del área portuaria y el circuito de Golf (novedad en estos Juegos). El ayuntamiento  se sumó al esfuerzo construyendo 75.000 pisos en los últimos siete años.

En apoyo de Paes intervinieron algunas compañías internacionales de consultoría y de análisis económico, propensas a la visión macro, resaltando las dinámicas de desarrollo que generarán la mejora de red de infraestructura viaria y transporte, en la que se han invertido 7 mil millones de dólares.

Otra valoración positiva, más externa que interna, atribuye a los Juegos la capacidad de devolver a Brasil el optimismo perdido en los últimos años y su proyección de potencia internacional de primer orden. Es la tesis que defienden en su libro "Aspirational power" dos investigadores del Centro de Iniciativas latinoamericanas de la Brookings Institution (2).

Sin embargo, estos enfoques no resultan muy convincentes para quienes trabajan en el día a de la población. Los reproches avalan el enfoque de Zimbalis. Es cierto que la coyuntura general no ha sido favorable. Al contrario de lo que se pensaba cuando se presentó la candidatura, los Juegos le han caído a Brasil en un momento de crisis y pesimismo. Hace una década, se vivía un momento muy distinto. Al contrario, el periodo expansivo mundial y en particular el empuje chino e indio alimentó una fuerte demanda de materias primas, energéticas, minerales y agrícolas, que benefició con especial intensidad a Brasil. El crecimiento permitió mantener, reforzar y ampliar  las políticas sociales. Cuarenta millones de brasileños salieron técnicamente de la pobreza entre 2003 y 2011 (3).

Lo que ocurrió luego es bien conocido: la crisis internacional terminó por golpear la prosperidad de las potencias emergentes, la demanda externa se estancó, el precio del petróleo y otras materias primas se desfondó y el crecimiento se evaporó. Como consecuencia de ello, la sólida posición de la izquierda brasileña se hizo muy vulnerable y la derecha se lanzó a conquistar lo que en realidad siempre ha considerado suyo: el monopolio del poder.

Los críticos ya denunciaron hace meses que, como se temió desde un principio, los cálculos presupuestarios no eran realistas. Al cabo, el coste real ha sido entre un 50 y un 60 por ciento superior a lo previsto, según distintas estimaciones. El Comité Olímpico ha tenido que ser "rescatado" con 900 millones de dólares para concluir las obras. Y las cuentas no están aún cerradas (4).

Y lo peor: serán los ricos quienes saldrán ganando por el esfuerzo emprendido. Muchos pobres se vieron privados de terreno donde vivían miserablemente bajo la promesa de que se les proporcionaría una casa mejor, tras las obras impulsadas por los Juegos. Algunas ong's ya han denunciado que los 3.600 apartamentos de la Villa Olímpica se convertirán en pasto de la especulación (4).

Otro elemento muy polémico ha sido la seguridad. Los Juegos fueron precedidos de operaciones policiales y militares en las favelas que asomaban a los escenarios dorados. Para las organizaciones sociales que trabajan en esos entornos poblacionales degradados, se trató, por lo general, de operaciones cosméticas, propagandísticas y poco eficaces. Y a la postre, la violencia criminal no ha desaparecido durante el transcurso del torneo. Ni policías ni ciudadanos parecen satisfechos de un despliegue más aparente que sostenible (5).

La desafortunada anécdota protagonizada por unos nadadores norteamericanos, que intentaron aprovecharse de la mala imagen de Rio para camuflar una conducta lamentable y delictiva ilustra este juego equívoco de propaganda y realidad, de ungüentos mágicos y malestar persistente en la sociedad brasileña. Ni los extraños se deshacen fácilmente de sus prejuicios, ni los propios terminan de creerse los beneficios que les prometieron. Lo peor no es que Rio 2016 se quede pronto en el olvido, sino que se convierta en un amargo recuerdo.


NOTAS

(1) https://www.brookings.edu/book/circus-maximus-the-economic-gamble-behind-hosting-the-olympics-and-the-world-cup/
(2) "The Rio Olympics: Will Brazil's  emergence get a second wind. DAVID MARES Y HAROLD TRINKUNAS. BROOKINGS INSTITUTION, 1 de agosto.
(3) "After the party: Rio wakes up to an Olympic hang over". THE GUARDIAN, 22 de agosto.
(4) "Now that  the games are over the real Olympic drama begins in Río". THE NATION, 22 de agosto.
(5) "After Olympics, Rio es altered if not reborn", THE NEW YORK TIMES, 22 de agosto.
(6) "'Rio has never felt so safe' But what happens after the games".THE NEW YORK TIMES, 15 de agosto.

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