viernes. 19.04.2024
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Hace décadas que la inflación es un problema fundamental para la economía argentina

@jgonzalezok | Argentina convive desde hace décadas con un mal ponzoñoso, como es la inflación, principal flagelo de las clases más desfavorecidas. Se acaba de conocer la cifra del mes de marzo y, como ya había adelantado el propio presidente, Mauricio Macri -admitió que esperaba un “pico”-, la cifra ha sido del 4,7 %, lo que lleva al índice interanual al 54 %. Solo Venezuela, Zimbawe y Sudán superan a Argentina en este ranking.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, fue muy gráfica al referirse al problema: “Sabemos que estamos jodidos con la inflación”. El presidente Macri quiso aportar contexto: “Salir de 80 años con una inflación promedio del 62,6 %, sí, 80 años, sin contar las híper (inflaciones), no es tan fácil, al menos como lo preveíamos. Porque hay comportamientos culturales que cuesta erradicar”.

Este año hay elecciones en octubre y el gobierno esperaba haber conseguido una reducción sustancial de los precios. Pero empezó enero con un 3 %, febrero subió al 3,8 % y marzo volvió con pésimas noticias. Esto hace que cada vez haya más nerviosismo en el gobierno, que ya admite en voz baja que puede perder las elecciones de octubre. Hay un miedo real en un tercio de la población argentina a la vuelta de Cristina Fernández, pero la economía puede ser la que derrote a Macri en su intento por conseguir la reelección.

Horas después de conocerse el último dato de la inflación, el gobierno anunció una serie de medidas que solo se explican por la urgencia electoral, y que van a contramano de lo que representa el gobierno de Macri. El paquete tiene como objetivo contener la inflación e impulsar el consumo. Incluyen el congelamiento de precios durante seis meses en productos básicos, descuentos para los 18 millones de personas que reciben beneficios de la Anses (Seguridad Social) y otros sectores desfavorecidos, como los que reciben la Asignación Universal por Hijo, es decir, desempleados o trabajadores con ingresos mínimos. Las tarifas de gas, teléfono y electricidad se congelan hasta fin de año. También hay medidas de apoyo a las pymes y diversos tipos de créditos. Está por ver si estas medidas tienen éxito. Sobre todo, las referidas al control de precios, que en el pasado provocaron desabastecimiento.

La receta es la misma que empleó el anterior gobierno de Cristina Fernández, tan criticada en su momento por el propio Macri, por no afrontar reformas de largo plazo. Pero la crisis social ha llevado al gobierno a tomar medidas que mejoren el humor de la sociedad, muy golpeado en el último año.

El gobierno de Macri acabará su primer período de gobierno, en diciembre de este año, sin cumplir sus dos principales promesas de campaña. Perdió la lucha contra la pobreza, como demuestra el último informe del Indec (Instituto de Estadísticas y Censo), que la sitúa en el 32 %. Tampoco ha podido con la inflación: el 2018 fue del 47,6 %, la más alta en 27 años, y quién sabe cómo terminará este año, Un reciente informe del Banco Central estimaba para 2019 una inflación del 36 %, pero claramente será muy superior. Habría que agregar que también perdió la batalla contra el dólar, cuya subida tiene consecuencias inmediatas en la inflación.

Bien es cierto que en ambos aspectos las cifras no son muy diferentes de las que había al terminar el gobierno anterior, de Cristina Fernández: 29,6 % % la inflación y 30 % de pobreza. En este caso los datos no son oficiales, ya que el gobierno manipuló las estadísticas por motivos políticos, llegando al extremo de justificar no medir la pobreza para no “estigmatizar” a los pobres. La última cifra de pobreza del 2015 fue del 29,2 %, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Universidad Católica Argentina), un punto inferior a la última conocida del gobierno Macri.

Como señalaba al principio, hace décadas que la inflación es un problema fundamental para la economía argentina. Entre 1810 y 1944, fue de solo el 2 % anual. Pero se volvió endémica con la llegada del primer gobierno de Perón (1944-1955) y sus políticas populistas. A partir de 1945 y hasta 1990, la tasa promedio anual de 96 %, siendo la década del 60 la más estable y la que registró una desaceleración. Pero a fines de los 80 y principios de los 90 hubo dos procesos de hiperinflación. En 1989 (gobierno de Raúl Alfonsín) llegó al 3.079 %, con el colapso del Plan Primavera. Entre enero y marzo de 1990 (gobierno del peronista Carlos Menem) hubo también otra hiper, lo que llevó a que el año terminara con un aumento del 2.314 %.

Durante el gobierno anterior, de Cristina Fernández (2007-2015), la inflación también fue un problema importante, que se prefirió ignorar. Cuando las cifras empezaron a ser importantes, a comienzo del 2007, se optó por falsificar las estadísticas y perseguir a las consultoras privadas que se atrevieron a contradecir el relato oficial.

Según el libro Dos siglos de economía argentina (1810-2004), compilado por el economista Orlando Ferreres, todos los intentos exitosos para detener procesos hiperinflacionarios se basaron en algunas premisas básicas: tipo de cambio fijo, no emisión sin respaldo de divisas, reduciendo desequilibrios fiscales y aplicando una política monetaria prudente, y libertad de precios para permitir la adecuación de los precios relativos. También señala el mismo texto que, al ser Argentina un importante exportador de alimentos, los precios internos de estos productos no pueden estar disociados de sus precios en los mercados internacionales.

El gobierno de Macri intentó abatir la inflación con las recetas clásicas, pero no funcionó, seguramente porque le faltó algo fundamental en la economía: la confianza

Mario Rapoport, en Una revisión histórica de la inflación argentina y sus causas, afirma que “entre 1945 y 1971 la tasa promedio de inflación fue del 25 % anual, con un pico menor de 3,8 % en 1954, durante el peronismo, y uno mayor, excepcional, del 113 % en 1959. Luego, entre 1971 y 1973, el promedio se elevó al 60 %, debido, entre otras cosas, a la incidencia de la subida internacional del precio de la carne, un producto clave de exportación”.

La recomendación de Rapoport para vencer estructuralmente a la inflación es desarrollar sectores productivos con elevado valor agregado, incentivar la innovación tecnológica, la inversión pública y privada, y robustecer el mercado doméstico a través de la plena ocupación en empleos formales, y de la creación de puestos de trabajo de alta productividad. También, terminar de desmontar los mecanismos que favorecen la especulación financiera frente a la producción.

Un estudio del ex vicepresidente del Banco Mundial y ex presidente del Banco Central de Israel, Michael Bruno, Finanzas y Desarrollo (1995), encontró algunas conclusiones sobre la relación del crecimiento y la inflación, que se pueden aplicar al caso argentino. Al analizar los datos de 127 países, entre 1960 y 1992, encontró que cuando la inflación no superaba el 20 %, el aumento de precios tendía a mantenerse en ese nivel e, incluso había una relación positiva en relación al crecimiento económico. Entre 20 y 40 % de inflación, no provocaba un descenso inmediato del crecimiento, pero era probable que llevase a una inflación mayor. Y por encima del 40 % de inflación había un efecto negativo inmediato sobre el crecimiento y provocaba tasas de inflación extremas en el futuro.

El gobierno de Macri intentó abatir la inflación con las recetas clásicas, fundamentalmente en lo referido a la emisión y el déficit. Pero no funcionó, seguramente porque le faltó algo fundamental en la economía: la confianza. No la tuvo ni de los mercados e inversores internacionales, ni de los propios argentinos, que lo primero que hacen cuando pueden ahorrar es hacerlo en dólares, en detrimento de la propia moneda.

La maldita inflación argentina