martes. 23.04.2024
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La razón fundamental es que el catolicismo argentino es básicamente peronista -empezando por el Papa-, y para un peronista nada hay peor que un liberal

@jgonzalezok | Las relaciones de la Iglesia argentina con el gobierno de Macri nunca fueron buenas, a pesar de lo que pudiera esperarse. Mayoritariamente conservadora, la iglesia no comulga con un presidente como el actual. La razón fundamental es que el catolicismo argentino es básicamente peronista -empezando por el Papa-, y para un peronista nada hay peor que un liberal. Pero en los últimos tiempos la posición de la cúpula eclesiástica ha llegado a extremos como avalar al sindicalista Hugo Moyano, que tiene ocho procesos judiciales por corrupción, y a situarse al lado de los dirigentes del kirchnerismo, que también están complicados por el mismo motivo.   

El pasado día 22 de octubre, el arzobispo Agustín Radrizzani, ofició una misa multitudinaria ante la basílica de Luján, que fue convocada por el jefe del sindicato de Camioneros -y principal opositor gremial al gobierno de Macri-, Hugo Moyano. En primera fila, acompañando al dirigente sindical estuvieron sus principales aliados políticos del momento, el kirchnerismo.

En su homilía, el titular de la diócesis de Mercedes-Luján dijo, entre otras cosas: “Nuestro pueblo debe ser artífice de su propio destino y no quiere tutelajes ni interferencias”, en clara referencia a los acuerdos con el FMI. A lo que añadió: “El futuro de la Nación no está únicamente en manos de los dirigentes, está fundamentalmente en manos de nuestro pueblo, en su capacidad de organizarse para lograr este proceso de auténtico cambio”. En otro mensaje en respuesta a la acción de la Justicia por los casos de corrupción, afirmó: “Sufrimos un Poder Judicial que cree que hacer justicia es desechar la presunción de inocencia”. Las palabras del obispo fueron celebradas con cantos de “Patria sí, colonia no”.

Ante la polémica desatada, el obispo sacaría un comunicado afirmando dos cosas: que el Papa no tuvo ninguna injerencia y que nunca tuvo intención de apoyar “ni a un partido, ni a una ideología ni a personas concretas”. Pablo Moyano, número 2 del sindicato de camioneros, lo desmintió, al afirmar que la misa de Luján, celebrada en la iglesia más emblemática para los católicos argentinos, no se podría haber realizado “sin la venia del Papa”. Omar Plaini, titular del sindicato de canillitas (vendedores de prensa), lo confirmó: “Es obvio que el Papa Francisco estaba enterado de la movilización a Luján”. 

La misa se celebró después de otros gestos. Una semana antes, el titular de la Comisión de Pastoral Social, monseñor Jorge Lugones, había recibido a Hugo Moyano, al mismo tiempo que un fiscal pedía la detención de su hijo y número 2 en el sindicato, Pablo Moyano, por el presunto delito de asociación ilícita. Y el obispo de La Plata, monseñor Víctor Fernández, muy próximo al papa -habría sido quien redactó el documento de Aparecida-, recibió al dirigente de los maestros, Roberto Baradel, uno de los más enconados enemigos del gobierno de Macri.

El profesor italiano Loris Zanatta, uno de los grandes especialistas en Argentina, se preguntaba en un reciente artículo en el diario La Nación si la Iglesia tiene derecho a opinar. Y contestaba: “¡Claro! Y está muy bien que lo haga. Pero una cosa es opinar y otra cosa es conducir la ofensiva política”. Y con él están de acuerdo muchos, que no ven lógica la asociación del peronismo con la Iglesia. Sobre todo, cuando la institución eclesiástica es ciega ante los abrumadores casos de corrupción.

El clan Moyano

Ocho causas judiciales por corrupción abrió la Justicia contra Hugo Moyano, y algunas las comparte con su hijo Pablo, número 2 en el sindicato y en la dirección del club de fútbol Independiente. Se los investiga como presuntos miembros de una asociación ilícita y otros delitos, incluyendo lavado de activos, malversación de fondos, evasión impositiva y hasta extorsión. Lo que lo convierte en la versión local de Jimmy Hoffa, el conocido mafioso que controló durante años el sindicato de los camioneros en Estados Unidos.

Hugo Moyano estuvo ligado durante la dictadura a grupos de la ultraderecha de la ciudad de Mar del Plata. Tiene relevancia desde el gobierno de Carlos Menem (1989-1999). Y llegó a la cúpula de la CGT durante el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), con el que formó una sólida alianza, incluyendo la ofensiva contra el Grupo Clarín. Pero esta sociedad se rompió en diciembre de 2011, cuando vio cómo se ninguneaba al sindicalismo en la confección de las listas electorales, olvidando la vieja tradición peronista de ofrecer un número determinado de puestos en las candidaturas al sector que es considerado como la columna vertebral del movimiento. Moyano, incluso, soñó con ser candidato presidencial, pero Cristina Fernández le cortó las alas.

Antes de la ruptura, sin embargo, logró que su gremio aumentara el número de afiliados de manera significativa, en muchos casos coaccionando a otros sindicatos que tuvieran algo que ver con el transporte. Más afiliados significa más poder, incluyendo el poder económico. Y, de hecho, se convirtió en uno de los sindicalistas que más poder acumuló en la historia argentina.

Retirado por propia voluntad de la cúpula de la CGT, sigue controlando con su hijo Pablo el sindicato de los camioneros. Ambos forman también equipo en otros emprendimientos. Consiguieron hacerse con el control de uno de los principales clubes de fútbol de la Argentina, Independiente. Otro de sus hijos, Pablo, es diputado, y su homónimo, Hugo, es abogado del sindicato.

Con su última esposa, Liliana Zulet, Moyano construyó un emporio que lo ha hecho multimillonario. Entre las empresas que controlan, varias tienen como único cliente al sindicato de Camioneros. En Argentina son los sindicatos los que brindan los servicios de salud a sus afiliados a través de lo que se conoce como obras sociales. La de los camioneros la maneja una gerenciadora propiedad de la mujer de Moyano.

La empresa de seguros “Caminos Protegidos”, que asegura la mayoría de los camiones del país, tiene como titular a Pablo Moyano. Y otra empresa familiar, la constructora Aconra SA, fue la que construyó el Sanatorio Antártida, que atiende a los afiliados del sindicato y la que terminó el estadio Libertadores de América, donde juega Independiente.

Este club de fútbol se ha convertido, además, en un engranaje más de los manejos del clan familiar. Dos barrabravas arrepentidos complican a los Moyano en irregularidades en la venta de jugadores y un fraude millonario por la reventa de entradas entregadas irregularmente a los grupos violentos que controlan muchos negocios paralelos de los clubes argentinos.

En el pulso que el clan Moyano sostiene con el gobierno, y que parece contar con el respaldo de la Iglesia, tiene también a su lado al resto del sindicalismo, que acusa al gobierno de actuar para debilitarlos y doblegarlos. A tal punto que la CGT está dispuesta a convocar una nueva huelga general, de 36 horas, en el mes de noviembre. Sería el quinto paro contra el gobierno de Macri.

La Iglesia argentina desafía a Macri