viernes. 29.03.2024
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Últimamente he dejado de ver los telediarios, total pa' que si ya me lo sé”, canta el Lichis en Drip Drop.

La finalización de la copa mundial de futbol dejó en las portadas de los diarios un espacio para ampliar la imagen de las bombas cayendo sobre Gaza. La cifra diaria de muertos dejó de ser un simple dato estadístico; ahora, con la copa del mundo ya finalizada, había suficiente sitio para detallar historias emergidas de debajo de los escombros. Los medios on line publicaron incluso un video en el que el lector pudo visionar el asesinato de cuatro niños que correteaban por una playa de Gaza.  “Mi hijo ya no habla. El sobrevivió al ataque, pero ya no habla”, explicaba la  madre de uno de los niños que sobrevivió a la matanza.

Por estas horas, a este lado del Atlántico -y pasados ya los “Vamos Argentina” que nos mantuvieron sumergidos dentro de una camiseta un mes entero- no se habla de otra cosa que no sea del default. Clarin y La Nación dieron ya por hecho que estamos en default. “La víctima será el ciudadano”, asegura el mediador del conflicto, Daniel Pollack, en uno de estos medios nacionales. “Hablar de default es una pavada atómica” dice en Página 12 Axel Kicillof, Ministro de Economía. “Por mí que se vayan todos a la concha de su madre”, dice el taxista que me trajo hoy a casa.

El default se mezcla con alguna que otra bomba en Gaza, con el joven asesinado en Palermo por una bicicleta, con la adolescente violada en una disco de Buenos Aires, con la muerte del presidente de la AFA. El default salta de los medios a la calle todas las mañanas de los últimos veinticinco días, como un piojo de cabeza en cabeza. Rosa, la cajera del mercadito de acá a la vuelta, opina que “se va todo a la mierda otra vez”; idea que se contrapone con la de Beto, el muchacho de la fiambrería que aún no se ha quitado la camiseta de la selección y que sostiene que “Cristina no va a aflojarle a los buitres y al final les vamos a ganar”. A lo que no agrega que si esta vez no ganamos, no hay segundo puesto que nos consuele.

La selección ha ido desapareciendo paulatinamente de nuestros temas de conversación. Ahora es el default lo que moviliza el cruce de pareceres de los ciudadanos de a pie. Hay quienes se apresuran a comprar dólares, hay quienes dicen que esa no es la mejor opción, hay quienes retiraron todos sus ahorros de sus cuentas, y hay quienes, como mi vecina Clotilde, prefieren seguir atentas a las recetas del canal Gourmet ya que de irse todo a la mierda al menos podrá prepararse antes un buen plato sugerido por ese muchacho atractivo que cocina al aire libre.

Este -descripto de una manera que deja bastante que desear- es el panorama que se vive por estas horas en la Argentina mientras las bombas continúan sepultando niños al otro lado del mundo.

En El Día de la Marmota, (Hechizo del Tiempo), Bill Murray interpreta a Phil, el hombre del tiempo de una cadena de televisión que despierta una y otra vez cada mañana en el mismo día. Algo parecido le sucede ahora a millones de argentinos; aunque esta mañana muchos de ellos creyeron estar viviendo otro déjà vu. “Se va todo a la mierda; como en diciembre de 2001”, dice temerosa Rosa mientras narra la terrible historia de los ahorros de su padre que se esfumaron en épocas de corralitos y absurdas convertibilidades. “Cristina no va a aflojarle a los buitres”, insiste Beto desde ese mostrador del que aún cuelgan una docena de polvorientos banderines albicelestes. Mientras tanto la radio suelta la mala nueva de todos los días desde que acabó el mundial.

Entre bombas y default