viernes. 29.03.2024
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@jgonzalezok / Argentina pone fin a una época con las elecciones de este domingo. Tras doce años de gobierno del matrimonio Kirchner –Néstor un solo mandato, Cristina dos-, se abre un período cuyo resultado empezará a conocerse a partir de la madrugada del domingo al lunes. Quizá haya que esperar al 22 de noviembre, si el candidato con más votos no alcanza el 45% o el 40% con una ventaja de diez puntos respecto al segundo.

Como coinciden todas las encuestas, de los seis candidatos solo dos tienen opciones: Daniel Scioli, del oficialista Frente para la Victoria, y Mauricio Macri, todavía alcalde de Buenos Aires, que encabeza una coalición llamada Cambiemos, formada por el PRO (centroderecha), la Unión Cívica Radical y el ARI, ambos de centro. Hay un tercero en discordia, Sergio Massa, peronista no kirchnerista, que aspira a arrebatarle el segundo lugar a Macri, aunque sería una verdadera sorpresa que lo logre.

De cómo voten los indecisos, el millón de personas que lo hizo en blanco en las elecciones primarias y de cuántas personas se decidan por el voto útil, depende el resultado final. En los 32 años que transcurrieron desde que terminó la sangrienta dictadura de 1976-1983, éstas son las elecciones más inciertas. Está en juego si sigue el peronismo en el poder -aunque en una versión muy diferente del kirchnerismo saliente-, o hay alternancia.

Respecto al proceso eleccionario en sí, hay ciertos temores de que se repita el poco edificante espectáculo de las elecciones de hace dos meses en la provincia de Tucumán, donde hubo numerosas irregularidades, desde clientelismo expreso a quema de urnas y anomalías en el proceso de recuento de votos. Las elecciones fueron anuladas, aunque una posterior instancia judicial las avaló, no sin reconocer la gravedad de los hechos.

En otras provincias también se detectó el voto de miles de personas traídas desde el Paraguay, que utilizaron documentación falsa y que a cambio de votar por el oficialismo de turno recibirían planes sociales otorgados por los gobernadores de las provincias fronterizas.

En las últimas semanas se adoptaron algunas medidas para garantizar la limpieza del proceso. La Cámara Nacional Electoral dio nuevos cursos para capacitar a los presidentes de mesa. En muchos colegios electorales se convocó a un suplente extra para presidir las mesas, para evitar que ante la ausencia del titular asuma un puntero de un partido político, práctica que es usual, sobre todo en zonas de la provincia de Buenos Aires.

También se habilitó que en algunos colegios haya un cuarto oscuro suplementario, con un delegado que controle que no falten papeletas de ningún partido. Igualmente se dispuso medidas para el recuento de votos, el traslado de las urnas y la carga de votos en el sistema.

La transparencia del proceso es especialmente importante si el resultado –como parece ser el caso- está muy ajustado. Tradicionalmente se considera que hay en torno a un 2 % de fraude en las elecciones. Que es irrelevante para el resultado final si la diferencia del candidato ganador con el resto es grande. Pero puede ser decisivo si la lucha está muy cerrada. Hasta ahora, en ninguna de las últimas elecciones estuvo en duda la legitimidad de la victoria de ningún presidente, aunque siempre hubo clientelismo y otras prácticas indeseables. Todos los partidos son conscientes de que hay que evitar las dudas y una posible judicialización del resultado, cosa que sucedería si hay denuncias opositoras.

El gobierno decidió mantener el tradicional y arcaico sistema de voto con papel, a pesar de que en la capital federal y en la provincia de Salta se usó con resultados altamente satisfactorios el voto electrónico. Ahí se pudo evitar algunos de los viejos vicios electorales, como el robo de papeletas y otras artimañas para adulterar la voluntad popular.

Se espera que la noche del domingo sea larga. A diferencia de algunos países vecinos, donde el recuento es rápido y sin sospechas, en Argentina se anuncia que el resultado puede demorar. Aunque los resultados de los grandes centros urbanos son los primeros que podrían conocerse, seguramente se retrasará su difusión, ya que se estima que favorecerán a la oposición. Los candidatos se han comprometido a no precipitarse en declarar su victoria, aunque no se descarta que haya grupos que pretendan presionar con manifestaciones proclamando el triunfo.

Se anticipa un importante corte de boleta, que es como se conoce en Argentina la posibilidad de votar a candidatos de diferentes partidos, dependiendo de la categoría. No se puede alterar, por ejemplo, la lista de diputados, hay que votarla en bloque. Pero sí se puede elegir un presidente de un partido y legisladores de otro. En muchos distritos, son los propios intendentes (alcaldes) los que reparten su papeleta con candidatos de otros partidos, para asegurarse su elección.

El caso más llamativo es el de Juani Ustarroz, hermano de crianza del secretario general de la presidencia, Wado de Pedro, que es candidato a alcalde por la localidad bonaerense de Mercedes. Dirigente de La Cámpora, no tiene inconveniente en hacer publicidad propiciando el mencionado corte de boleta. Y ha repartido un lote con la lista del opositor Cambiemos, con Mauricio Macri como candidato a presidente y María Eugenia Vidal, como candidata a gobernadora por la provincia de Buenos Aires. Ideológicamente es insostenible, pero aumenta sus posibilidades electorales.

Si hay segunda vuelta o ballotage, será la primera vez en la historia argentina que se use el procedimiento. En las elecciones del 2003, Carlos Menem renunció a participar, a pesar de haber obtenido más votos en la primera ronda que Néstor Kirchner: 24,45% frente a 22,24%. Hay otro antecedente, en 1973, cuando Héctor J. Cámpora tuvo el 49,56% de los votos y Ricardo Balbín el 21,29%. En aquél entonces, la legislación –impuesta por la dictadura de Lanusse- exigía superar el 50%. Pero Balbín también renunció.

De acuerdo a la legislación actual, el ballotage solo se usa en Argentina para la elección de presidente, de alcalde de Buenos Aires y en las elecciones a gobernador de Corrientes, Chaco y Tierra del Fuego.

Aparte de la elección presidencial, es importante el resultado de la elección de gobernador en la provincia de Buenos Aires. Con el 38 % de los votos, es el principal distrito electoral del país. Tradicionalmente, el poder del gobernador bonaerense es mayor que el de cualquier ministro. En las últimas décadas la provincia ha sido administrada por el peronismo. Pero en estas elecciones el resultado no es tan seguro, como tampoco el de algunos de los llamados barones del conurbano –alcaldes de las localidades más próximas a la capital-, que en su mayoría también son peronistas.  

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