sábado. 20.04.2024
Foto de archivo

En medio del luto nacional de Madrid por la reina Isabel II, que permite despilfarrar luz en la fachada del antiguo Palacio de Correos, la muy madrileña Presidenta Ayuso promete otra bajada de impuestos. Esta medida por supuesto no tiene nada que ver con las elecciones autonómicas en ciernes. Madrid va por su cuenta, porque para eso es España sin estar en ella ni rendir cuentas ante nadie o coordinarse con presuntos homólogos que difícilmente pueden aspirar a ser tales porque siempre ha habido clases, máxime cuando uno cae del lado bueno de la historia. 

Cabría preguntarse si la merma de las prestaciones sanitarias u otro sinfín de servicios sociales madrileños podría estar relacionada con esa rebaja fiscal. Pero al parecer eso sería tanto como reivindicar en bloque y fanáticamente las políticas del advenedizo gobierno central, origen de todos los males habidos y por haber. Discutir detalles de la gestión madrileña equivale a militar en una terrible conspiración contra quien jamas puede equivocarse ni reconocer un error, por pequeñito que fuere, al ser infalible por definición. 

Pensándolo bien, además de recortar gastos innecesarios y rebajar los gravámenes a quienes más tienen, aplicando el evangélico principio Mateo, se corrigen los desorbitados dispendios gubernamentales, proclives a seguir los pasos de Robin Hood, repartiendo entre los pobres lo robado a cuántos podrían permitirse contribuir proporcionalmente al fisco. Porque nunca se aclara que hay muchos a quienes no se les puede rebajar nada, al no recibir lo suficiente para entrar en las tablas impositivas sin endeudarse más aún. De suerte que las excepciones y rebajas fiscales únicamente adelgazan el erario público engordando los patrimonios privados más gorditos.

Debería tentarle suprimir todos los tributos para permitir gaste más a quien pueda permitírselo y eliminar a los pobretones del paisaje urbano, exigiendo pases para transitar por ciertos barrios fetén

Isabel Díaz Ayuso reivindica la gestión de su partido en la Comunidad madrileña, cuando afirma que ya llevan dieciocho años bajando sistemáticamente los impuestos en Madrid. Como ya se ha dicho no aclara cuáles son los beneficiarios directos de tal medida, que si fuese buena para el conjunto de la población se aplicaría universalmente por doquier. Tampoco se entiende por qué se bajan paulatinamente y no se suprimen de una buena vez, prometiendo al mismo tiempo seguir prestando servicios a los ciudadanos y, ya puestos, repartiéndoles algo de dinero para que lo gasten viendo los escaparates iluminados a toda hora. 

En realidad hay una baza que no explicita. Guardar menos dinero en las arcas públicas es un modo de combatir las eventuales y nada estructúrales corrupciones del Partido Popular en Madrid. La calumniada mano derecha de Aguirre acabó en la cárcel tras oficiar como presidente y desviar algún dinerillo a sus cuentas personales. Indirectamente también se evitan tentaciones a los comisionistas de turno, esos abnegados héroes cívicos que consiguen mascarillas innecesarias rompiendo por arriba los precios del mercado.

Bajar los tributos, o suprimirlos, tendría un efecto profiláctico para paliar un posible saqueo de las cuentas públicas, que por supuesto no ha tenido lugar ni lo tendrá, como todos podemos testimoniar de buena fuente. Hay que dar gracias al cielo por tener una política tan responsable, cuya gestión es tan inmaculada como impecable. Sus discursos iluminan las tinieblas con un rigor intelectual incomparable. ¿Cómo podría reconocer algún error quien está exento de cometerlos? Cesen por favor las ruines campañas en su contra. Desoigamos esas supercherías y atendamos únicamente a sus elaborados argumentos.

Deberían vetarse los pocos votos contrarios que pudieran darse suprimiendo las elecciones por un plebiscito vitalicio

Puestos a ahorrar, nos podríamos ahorrar la contienda electoral. Después de todo a nuestra candidata no le gustan los debates, porque no conviene medirse con gente de poca estofa, que lata colmo tienen otras profesiones y no necesitarían vivir de la política. Debería ser proclamada por aclamación y a título vitalicio, hasta que decida mudarse a La Moncloa, despachando a otro presidente de su propio partido. A fin de cuentas al anterior le debía estar en el cargo que ostenta y a este le ha tratado mucho menos, aunque ya le ha dicho que no está para tonterías.

Resumiendo. Ayuso se declara heredera de la gestión madrileña del partido popular durante los últimos dieciocho años. Debería tentarle suprimir todos los tributos para permitir gaste más a quien pueda permitírselo y eliminar a los pobretones del paisaje urbano, exigiendo pases para transitar por ciertos barrios fetén que no se merecen verse afectados por esa fealdad. Al recaudar menos evita que pueda desviarse dinero público a manos privadas y ni siquiera se molesta en explicitarlo. Deberían vetarse los poco votos contrarios que pudieran darse suprimiendo las elecciones por un plebiscito vitalicio. 

Con sus mensajes no puede perder unas elecciones. Ese tipo de discurso no tiene rival, porque hay que valer para proferir sin pestañear tantas trivialidades y no tener empacho en contradecirse o calumniar a quien haga falta con la más artera de las ocurrencias. Miguel Ángel Rodríguez es un crack. Presume de haber llevado a Aznar hasta La Moncloa y puede repetir tal hazaña con Ayuso, tras proclamarla Isabel I de Madrid. Eso explica los tres días de luto por su tocaya británica.

Tras 18 años rebajando impuestos en Madrid. ¿No habría que suprimirlos, presidenta Ayuso?