viernes. 26.04.2024
Imagen de archivo de Yolanda Díaz en un mitin de Por Andalucía (Público)
Imagen de archivo de Yolanda Díaz en un mitin de Por Andalucía | Foto: Público.es

Desde que Alfonso Guerra (entonces del gran poder) lanzara su famoso ucase sobre cómo debían de comportarse los aspirantes a las funciones de gobierno ha llovido una barbaridad. Tanto que ahora casi nadie oculta sus intenciones para obtener poder e incluso se practica el descaro para ello.

No hay más que observar la tangana que se está produciendo estos días, antes de la nominación pública del liderazgo de Yolanda Díaz al generalato de la izquierda a la izquierda socialista. Ahí se está moviendo hasta el que reparte bocadillos (está en su derecho) pero lo sorprendente son las exigencias de alguno de los protagonistas de los movimientos tectónicos en lo que antes se llamaba Podemos y sus confluencias. 

En Podemos no es que nadie debía moverse en la foto, es que solo había cámara para uno, supuestamente por necesidades del guión. Luego el libreto se amplió, y las expectativas mediáticas y demoscópicas que proyectaban un sorpasso al PSOE en el liderazgo de la izquierda permitió ampliarlo aún más, hasta el punto de la herencia del antiguo PCE subrogada a través de IU se apunto al caballo ganador antes de iniciar la carrera. 

En Podemos no es que nadie debía moverse en la foto, es que solo había cámara para uno, supuestamente por necesidades del guion

No fueron las únicas tribus en sumarse a las adhesiones inicialmente inquebrantables. Y eso que el ideólogo de guardia Monedero avisó que el nuevo proyecto encarnado por Podemos no podía ser el refugio de los antiguos partidos fracasados de la izquierda. No está muy claro si excluía de ese pensamiento a la experiencia de Julio Anguita. A saber.

Sea como fuese, se produjo el aluvión incorporatorio de los más diversos componentes de los extramuros a la izquierda del poder, ante la suculenta expectativa de un posible resultado en primera instancia cercano al 30% del electorado, con los partidos tradicionales del bipartidismo imperfecto (PSOE PP) en crisis de liderazgo y con un cierto anquilosamiento cuando no riesgo de desaparición de sus apoyos tradicionales (PNV y Convergencia y Unió de Catalunya) que auguraban vuelcos políticos de envergadura. Como así fue. 

Pero justo en el momento más crítico del proceso comenzaron a torcerse los guiones previstos para el ascenso de un nuevo bipartidismo protagonizado por dos fuerzas emergentes a derecha e izquierda. Aquello a lo que llamaban los nuevos actores “la segunda transición” que solo duró un poco más que la autoproclamada en diferido “República catalana”.

Bien es cierto que, de todas las tácticas político mediáticas surgidas de las hogueras asamblearias de la Puerta del sol de Madrid, solo una prosperó en el sistema político español nacido de la crisis financiera del 2008 (que esa sí que fue una erupción volcánica). En todos los partidos (con la excepción de vox creada después) se implantó el sistema de primarias para la elección de liderazgos como santo y seña de la new politic

Porque, por supuesto, de la limitación de mandatos y la no profesionalización de la política tan requeridas por los jóvenes sin futuro en las acampadas puertasolenses, o de los límites salariales y las mociones de revocación de cargos públicos por incumplimientos flagrantes de mandatos, nunca más se supo.

En todos los partidos (con la excepción de VOX) se implantó el sistema de primarias para la elección de liderazgos como santo y seña de la new politic

Pero si que prosperaron las primarias y con ello empezó a moverse en la foto hasta el último con posibilidades nulas en la fila. Eso sin embargo no resolvió ninguno de los problemas estructurales de la vida interna de los partidos; y, sorprendentemente, el que sin duda abanderó con más contundencia ese sistema, comenzó aceleradamente un proceso inverso de concentración de poder en un reducido núcleo vinculado a su líder carismático. De golpe y porrazo los participantes en primera fila de una fraternal comunidad transversal y horizontal, se verticalizaron de tal manera que, primero, subieron al gallinero de sus escaños parlamentarios los no devotos, y, después, desparecieron del fotograma por completo. Con la vista alegre y el cielo en asalto como pura metáfora.

Así las cosas los descensos electorales de la izquierda a la izquierda socialista y la capacidad de resistencia electoral del PSOE (no prevista por los augures de la nueva transición) recolocaron el debate y los objetivos de Podemos en la mera ascensión al poder gubernamental (cosa bastante ajena la asamblearismo de un mayo de hace una década). Sin que la repetición para ello de dos elecciones contara demasiado la opinión del electorado consultable al respecto (hablamos de electores no de acólitos). 

En todo caso las primarias en general decayeron tanto que llego el punto de la autoinmolación del líder fundacional y el nombramiento a dedo de la sucesión al cargo para las futuras contiendas comiciales. Ese dedo nominatorio, sin los viejos complejos democráticos, cayó sobre los hombros de Yolanda Díaz como hija bien amada y futura presidenta del gobierno porque así lo dictaba el cante. Sin primarias que lo bailen.

De golpe y porrazo los participantes en primera fila de una fraternal comunidad transversal y horizontal, se verticalizaron

Y ahora resulta que el partido entronizador de esa operación, tanto su líder emérito como sus bi-tricéfalas lideres “in pectore”, exigen (en un estilo agrio y con gestos de la chulería retadora que acostumbran), que un pacto previo y por escrito, sobre cómo deben articularse unas elecciones primarias, sea la condición sine qua non para el otorgar su apoyo a la antigua aspirante al cargo designada a dedo por el líder emérito aún en funciones. 

La pregunta necesaria es ¿Por qué ahora? ¿Por qué si las elecciones que pondrán a prueba ese liderazgo no están ni siquiera convocadas? ¿Qué importancia política puede tener ese aspecto para los electores de ese ámbito político o de sus posibles influencias? Las preguntas no son ingenuas aunque es posible contestarlas por sí mismas en su inutilidad manifiesta para la ciudadanía sin acudir a la duda. 

Ese dedo nominatorio, sin los viejos complejos democráticos, cayó sobre los hombros de Yolanda Díaz como hija bien amada y futura presidenta del gobierno

Lo único cierto es que las elecciones del 28 de mayo, locales y autonómicas, van a arrojar un nuevo marco político en función de los resultados obtenibles por los partidos en liza. Pero sorprende que quien hizo tanta fuerza de sus resultados previos para condicionar la política española durante casi dos años; o provocar, con apuestas suicidas indirectas, la no elección de Manuela Carmena como alcaldesa de Madrid, pretenda ahora “dejar atado y bien atado” el proceso subsiguiente a ellas. Como si sus consecuencias no debiesen de tenerse en cuenta por sus efectos políticos inmediatos sobre las elecciones convocables (entonce si) a finales de 2023. 

De manera que la reedición de constreñir a “quienes deben de salir en la foto” (al estilo de la tan criticada vieja política del 78), fosilizando lo que queda de los procesos de elecciones primarias por acuerdos de cúpulas partidarias, esta ya tan fuera de lugar que resulta grosero el que lo defiendan con tanto ahínco los padres y madres del “no nos representan”. Parece más saludable que se mueva mucha gente y devuelva el entusiasmo sustraído a no pocos electores que comparten un posicionamiento diferenciado del PSOE en la izquierda plural española sin masticados previos. Bueno es que si salgan en la foto.

El que se mueva sí sale en la foto