jueves. 28.03.2024
Foto de archivo

Si no queremos perdernos en la serie de acontecimientos que día a día demandan nuestra atención tendremos que encontrar algún hilo conductor, algún elemento común a todos ellos. Entiendo que éste es la larguísima campaña electoral en que ya estamos metidos de hoz y coz. En concreto, es llamativo que Vox presente, ahora, una moción de censura proponiendo como candidato a un ex-comunista. Destaca que Ferrovial haya decidido, ahora, irse de España por razones de “inseguridad jurídica”. O que Ione Belarra diga, ahora, que el PSOE, el partido con el que forma gobierno, es “el partido de la guerra”. O que algunos dirigentes de UP expliquen al personal, en vísperas del 8M, que el PSOE ha traicionado al feminismo. Todo ello tiene un inconfundible tufo electoral, lo cual no nos evita examinar de cerca cada elemento por separado. Empezando por la campaña de Podemos.

Es frecuente que los gobiernos de coalición se tensen en vísperas electorales, dado que los socios minoritarios necesitan resaltar su perfil frente al socio mayoritario. De lo contrario, corren el riesgo de diluirse en la coalición y, eso, en la práctica, favorece el voto útil al mayoritario. UP lleva meses marcando distancias respecto al PSOE. Normal, dado los tiempos pre-electorales que vivimos. Lo que no es normal es diferenciarse recurriendo al puro sectarismo.

Sectarismo es acusar al PSOE de traicionar al feminismo. Dicen que coincidir con el PP en la votación de la reforma de la ley del “solo si es si” es la prueba de la traición. Por esa misma regla, haber coincidido con el PP (entonces AP) en el voto a la Constitución sería un acto de alta traición. Ese mismo tipo de razonamiento (sectario) es el que usa la derecha cuando acusa al PSOE de traicionar a las víctimas del terrorismo cuando Bildu vota a favor de alguna iniciativa del PSOE. Antes de valorar quién vota hay que analizar qué se vota.

Sectarismo es acusar al PSOE de traicionar al feminismo. Dicen que coincidir con el PP en la votación de la reforma de la ley del “solo si es si” es la prueba de la traición

Lo que se votaba era si se iniciaba el trámite para reformar la Ley del “solo si es si”. Votar no a la toma en consideración equivale a decir que no se quiere reformar la Ley. Y esta es la cuestión que divide a la coalición de gobierno: si hay que reformar o no la ley del “solo si es si”. El PSOE, tomando la postura de la reforma, puede que responda a las presiones de la derecha. Pero, básicamente responde a las presiones de sus electores y de la opinión pública, alarmada por el gran número de rebajas de condenas a delincuentes sexuales. Había que transmitir la señal de que algo se ha hecho mal y que se va a enmendar, algo que defiende casi todo dios, incluida la derecha. Lo que hubiera sido un error de grueso calibre hubiese sido no responder al malestar de sus electores para no crear la imagen de división en el Gobierno.

La posición de sostenella y no enmendalla responde, seguramente, a un sector muy minoritario del feminismo (una secta, vamos) pero sobre todo lo que busca es elevar el tono de la confrontación con el PSOE. Es decir, no responde al interés general del movimiento feminista (que es muy plural) sino a una táctica electoral seguramente diseñada por el propio Iglesias, que es un gran experto en comunicación política. Lo cual me lleva a pensar que vendrán tiempos peores, es decir que tendremos nuevas confrontaciones con mucho ruido mediático.

La confrontación lo que hace es que el gobierno, en general y el PSOE, en particular, no pueda capitalizar su brillante gestión económica y social. Dicho de otro modo, mientras se habla de las divisiones en el Gobierno no se habla de la subida de las pensiones o del salario mínimo. Es decir, el ruido mediático destroza la campaña del PSOE. Esta es la razón por la que el PP vota sí: para subrayar la idea de división en el Gobierno y destruir, así, su campaña.

La posición de sostenella y no enmendalla responde, seguramente, a un sector muy minoritario del feminismo

Y no solo la campaña del PSOE. El principal activo de Yolanda Díaz es justamente su brillante gestión al frente de Trabajo. Presidida por su decidida voluntad de acuerdo, en primer lugar, con el otro socio de gobierno, pero también con los interlocutores sociales. Dice el refrán que más vale un mal acuerdo que un buen pleito. Todo indica que Belarra y Montero buscan desesperadamente el pleito en contraste con Díaz que busca el acuerdo. La diferencia es muy notable. Yolanda Díaz puede ser la candidata de SUMAR, pero desde luego, no es ella la que dirige la campaña electoral. Más bien todo lo contrario. El ruido impide que Yolanda Díaz hable de salarios, de empleo y en general de las cosas de comer que forman parte de su bagaje. 

Yolanda Díaz, nominada personalmente por Pablo Iglesias, es la candidata in péctore de SUMAR, la plataforma que intenta agrupar varios grupos, alguno de ellos escindidos de Podemos, y al propio Podemos. Como suele ocurrir, la dificultad principal para armar una así plataforma está en la composición de las futuras candidaturas a las Generales y el peso que cada partido tendrá en las listas. 

El ruido impide que Yolanda Díaz hable de salarios, de empleo y en general de las cosas de comer que forman parte de su bagaje

Si, como parece, SUMAR es una plataforma para las generales y no para municipales y autonómicas, el peso de cada componente en las listas de generales puede deducirse del peso que tengan al concurrir por separado a las municipales y autonómicas. Y aquí las perspectivas de Podemos no son muy brillantes en ninguna de las grandes ciudades ni en ninguna CC AA. En concreto, en Madrid, Podemos compite con Más Madrid, su escisión, que, hasta ahora, tiene bastante más peso que Podemos. ¿Se reflejará eso en la lista SUMAR? Al parecer eso es lo que Iglesias trata de evitar al proponer que las listas se decidan en primarias por el voto de los militantes y no por el voto de los electores en municipales.

Creo que no descubro ningún secreto si digo que el problema tiene muy mala solución. La izquierda de la izquierda tiene una fuerte tendencia a la división y una gran tentación al sectarismo. Es curioso que Pablo Iglesias, que tuvo el acierto brillantísimo de armar un gran fuerza política en la estela del 11M, cuyo mayor logro ha sido crear el primer gobierno de coalición de la democracia, el primer gobierno de la unión de las izquierdas parece ahora empeñado en tensionar y transmitir la imagen de división. No creo que el Gobierno se rompa: para tensionar al gobierno tiene que haber gobierno.

No sé si la campaña electoral que ha diseñado basada en tensionar la coalición le reportará algún beneficio a Podemos, desde luego no a SUMAR. Podemos se sectariza porque compite también a la competencia electoral con otros componentes de la izquierda a la izquierda del PSOE.

Lo que es seguro es que el ruido que se genera es un inesperado regalo para la derecha que se ve más cerca de la Moncloa. Veremos

Podemos en campaña electoral