sábado. 20.04.2024
TRIBUNA DE OPINIÓN

Nuñez Feijóo no tiene sentido de Estado

El requisito principal para asegurar la neutralidad política de las Fuerzas Armadas en cualquier país es que los partidos políticos (incluyendo los partidos de la mayoría parlamentaria) no tengan una relación propia con los Ejércitos

Las intervenciones públicas de Núñez Feijóo denotan que carece de sentido de Estado. Si durante el franquismo se decía que el que luego fue uno de sus predecesores, Fraga Iribarne, tenía el Estado en la cabeza, del Presidente del Partido Popular sólo se puede decir que tiene el Estado en los pies. Núñez Feijóo nos tiene ya acostumbrados a todas clase de ocurrencias que denotan que no tiene (porque no sabe) sentido del Estado, que sigue siendo un político de provincias incapaz de entender cómo se organiza y cómo se gobierna una Nación entera.

En los últimos días ha demostrado esa carencia de sentido del Estado con su intento de visitar las tropas españolas destacadas en Letonia, con su respuesta a las nuevas iniciativas gubernamentales en materia de vivienda y con la respuesta de los eurodiputados populares a la reunión del Ministro de Asuntos Exteriores para tratar de la Presidencia española de la Unión.

Vamos a detenernos más extensamente en la propuesta del Presidente del Partido Popular de visitar a las tropas españolas destacadas en Letonia, porque ahí se ve su mentalidad de político sin sentido de lo que son los órganos del Estado. El Estado democrático tiene el monopolio de la fuerza y de la coacción por medio de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

La única manera de evitar ese riesgo de manipulación de los Ejércitos por parte de los partidos es que la única relación institucional que se entable sea a través de las Comisiones de Defensa de las dos Cámaras

En el pasado, sin embargo, las Fuerzas Armadas de todos los continentes han hecho un uso espurio de su capacidad de coacción mediante golpes de Estado o, como ocurrió en España entre 1833 y 1923, mediante una presión sorda, pero eficaz, sobre las autoridades civiles. Por eso una condición de buen funcionamiento del Estado democrático es la estricta neutralidad política de las Fuerzas Armadas, neutralidad que debemos entender en un doble sentido, esto es, no prestarse a colaborar con ningún partido político y no intentar ejercer la menor presión corporativa sobre los poderes del Estado. Por eso, la Constitución francesa del año VIII y la Constitución liberal portuguesa de 1822 proclamaban que la Fuerza Pública es esencialmente obediente.

En España ha habido que recorrer un largo camino para alcanzar la actual situación de neutralidad política de nuestros Ejércitos. Baste recordar los dos comunicados del Consejo Superior del Ejército tras la legalización del Partido Comunista de España en abril de 1977, la paralela dimisión del Ministro de Marina, la “operación galaxia”, el 23F y las dos benévolas sentencias contra los procesados por ambos golpes de Estado. Durante los Gobiernos de UCD el esfuerzo por sacar a las Fuerzas Armadas del campo de la influencia política fue, sobre todo gracias al General Gutiérrez Mellado, muy importante pero también insuficiente, como se vio en la Ley Orgánica 8/1980, de 1 de julio, de criterios básicos de la defensa nacional y la organización militar.

Si hubiera seguido gobernando UCD es probable que la influencia militar se hubiera seguido sintiendo sobre los sucesivos Gobiernos. Pero en octubre de 1982 ganó las elecciones el PSOE y a través de su Ministro de Defensa, Narcís Serra, el cambio en las Fuerzas Armadas fue, visto en perspectiva histórica, espectacular, como se ve en el excelente libro del propio Serra La transición militar. Reflexiones en torno a la reforma democrática de las fuerzas armadas (Barcelona, 2008). Y cuando Serra fue nombrado Vicepresidente, su sucesor, Julián García Vargas, culminó esa obra de modernización, de despolitización y de eliminación de la influencia política de los Ejércitos.

Hago esta primera reflexión para enmarcar la última iniciativa del Presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que, conforme han informado La Vanguardia y El País, ha solicitado dos veces visitar a las tropas españolas desplegadas en Letonia. Con el tema de la visita a las Fuerzas Armadas españolas en Letonia ha rebasado el límite. Decididamente, el Presidente del Partido Popular no entiende lo que es el Estado democrático, porque si lo entendiera no intentaría colarse de matute en un cuartel.

El requisito principal para asegurar la neutralidad política de las Fuerzas Armadas en cualquier país es que los partidos políticos (incluyendo los partidos de la mayoría parlamentaria) no tengan una relación propia con los Ejércitos. Esto significa que no debe haber contactos institucionales entre los partidos, por separado, y los militares, porque es muy fácil que esos contactos deriven en una crítica o en un elogio del Gobierno.

La única manera de evitar ese riesgo de manipulación de los Ejércitos por parte de los partidos es que la única relación institucional que se entable sea a través de las Comisiones de Defensa de las dos Cámaras, de modo que sólo haya contactos en cierto modo apartidistas porque están presentes todos los partidos con representación parlamentaria y a todos se les trata por igual.

Pero no se puede permitir que un solo partido se relacione políticamente con las Fuerzas Armadas porque se abre un precedente muy peligroso para la neutralidad policía de los Ejércitos. Si se permite que el Presidente de un partido visite acuartelamientos, el peligro de volver a la superada politización de las Fuerzas Armadas se eleva notablemente.

Es curioso que Vox, que tiene entre sus cargos electos a Generales y Oficiales retirados, no ha intentado hasta ahora relacionarse directamente con los Ejércitos, pero si Núñez Feijóo acabara visitando a las tropas destacadas en Letonia empezaríamos a ver intentos de Vox por desembarcar en acuartelamientos y otras dependencias militares. Y ¿qué pasaría si Arnaldo Otegui o Jordi Turull, detrás del dirigente popular, quisieran visitar dependencias militares del País Vasco o de Cataluña? Por eso el Gobierno actúa correctamente al mantenerse firme para impedir que la política entre en los cuarteles.

No debemos cerrar este comentario a la idea de acudir a Letonia sin referirnos a dos cuestiones colaterales pero significativas. Después de invocar hace algunas semanas a la gente de bien, Núñez Feijóo pretende ahora presentar sus respetos a los militares destacados en Letonia. ¿No hay nadie que le diga que debe evitar ese lenguaje rancio, provinciano (pero provinciano de hace cien años) y hablar como habla la mayoría de la ciudadanía?

En segundo lugar, para presionar al Gobierno el muñidor internacional de Núñez Feijóo, González Pons, ha declarado que su Presidente tiene ya una invitación del Primer Ministro letón (el conservador Kariņš), que la OTAN no se opone a la visita y “El Ejército no pertenece a Pedro Sánchez” (El País, 15 de abril de 2023).

En cuanto a la invitación del Gobierno letón, Núñez Feijóo está en su derecho a visitar los países donde gobierna la derecha (a ver si modera la envidia internacional que siente hacia el Presidente Sánchez), pero su agenda internacional no le autoriza a romper la neutralidad militar y a politizar a las Fuerzas Armadas. En cuanto a lo segundo, a la supuesta autorización de la OTAN, habría que pedir a González Pons que no manipule las organizaciones internacionales, pues son, ante todo, unidades militares españolas a las que el Partido Popular quiere manipular en su beneficio; el ejemplo de la eurodiputada Dolors Montserrat, que se pasa el día conspirando en el Parlamento europeo contra España, parece que cunde en el Partido Popular. En cuanto a la poco refinada afirmación de la no pertenencia del Ejército (debe querer decir los tres Ejércitos que conforman las Fuerzas Armadas) a Sánchez, lo único cierto es lo contrario, es decir, los Ejércitos no son del Partido Popular, pero los dirige el Gobierno de la Nación y éste está obligado a impedir su politización y su manipulación por parte de un partido.

Otro punto que demuestra que el líder popular no entiende lo que es la política nacional es su reacción ante las iniciativas en política de vivienda que ha anunciado el Presidente del Gobierno (proyecto de ley de alquileres, viviendas del “banco malo”). Dado que la vivienda es uno de los problemas más acuciantes para las jóvenes generaciones, lo mínimo que hay que pedir a los partidos de la oposición es que apoyen al Gobierno y formulen propuestas constructivas. En lugar de ello, Núñez Feijóo se ha limitado a mostrar su malestar y avanzar alguna ocurrencia irrealizable. Ha perdido una buena ocasión de converger con el Gobierno para hacer frente a uno de los grandes problemas de la sociedad española.

Finalmente, hay que recordar que los eurodiputados españoles del Partido Popular no han querido reunirse con el Ministro de Asuntos Exteriores, que pretendía informales de las líneas políticas de la Presidencia española de la Unión Europea. Motivo: que el Presidente Sánchez no recibe a Núñez Feijóo para contárselo. Y aquí vuelve a aparecer el político provinciano corto de miras que necesita una foto con el Presidente del Gobierno para mostrar a sus seguidores que está a la altura de Sánchez.

Los cauces de comunicación entre partidos y entre éstos y los Gobiernos son muy flexibles y no necesitan entrevistas en la cumbre, que sólo se dan cuando hay un tema trascendental o cuando se va a concluir algún acuerdo. Pero Núñez Feijóo necesita que se le vea como un igual con el Presidente del Gobierno y ha preferido boicotear una reunión con un Ministro (no con un jefe de servicio) para dar una patada a quien no le hace el caso que él cree merecer.

Es posible que dentro de un año Núñez Feijóo trabaje (o al menos cobre) en una multinacional holandesa que, agradecida, no habrá permitido que se gane la vida como Diputado de a pie. Entonces nadie se acordará ya de aquel político provinciano que pasó por Madrid sin comprender lo que es el Estado. Pero el daño institucional ya está hecho y va a ser necesaria una nueva legislatura de mayoría progresista para curar el desprestigio institucional que Núñez Feijóo está provocando en el Estado español.

Nuñez Feijóo no tiene sentido de Estado