martes. 19.03.2024
120506-N-RY232-102 ATLANTIC OCEAN (May 6, 2012) - Spanish Navy frigate SPS Blas de Lezo (F 103) sails alongside Nimitz-class aircraft carrier USS Dwight D. Eisenhower (CVN 69) while an F/A-18 Super hornet takes off, May 6. Dwight D. Eisenhower, the flag ship for Carrier Strike Group 8, is underway conducting a composite training unit exercise (COMPTUEX) in the Atlantic Ocean. (U.S. Navy photo by Mass Communication Specialist 2nd Class Julia A. Casper/Released)
El Blas de Lezo (F-103) junto al portaviones nuclear estadounidense USS Dwight D. Eisenhower (CVN-69) en el año 2012. (Wikipedia)
 

Otra vez la amenaza de guerra. A poco más de veinte años de las matanzas de los Balcanes los cielos fronterizos de Europa se llenan de cazas de última generación bailando una danza peligrosa y macabra, que cualquier día puede desencadenar la tragedia.

Los años ochenta del siglo XX fueron tiempos de movilización social por la paz frente a la decisión de la OTAN de instalar misiles nucleares de alcance medio y su opuesto despliegue de los SS-20 soviéticos.

En España, a pesar de que ya teníamos experiencia por el accidente de las bombas atómicas de Palomares, el gobierno de Calvo Sotelo nos metió, con todas las consecuencias, en la Alianza Atlántica. La aspiración de neutralidad llevó a cientos de miles de personas a concentrarse en el paraninfo de la Universidad Complutense en noviembre del 81. Desde entonces tuvieron lugar grandes manifestaciones para exigir una consulta popular y la salida del bloque atlantista. Se crearon plataformas con gran capacidad de acción democrática ante la actitud de un Felipe González que pasó, de participar en la concentración de Madrid, a aceptar la permanencia en el bloque militar cuando llegó al poder. Convocó finalmente un referéndum consultivo en 1986 y consiguió la aprobación de la mayoría de los ciudadanos (56,8% Sí, 43,15% No). España seguiría en la Alianza Atlántica, pero con tres condiciones que comprometían al Estado a no incluir a nuestro país en la estructura militar, a la prohibición de instalar almacenar o introducir armas nucleares en nuestro territorio y a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos.

España debe ser la primera en el camino de la paz y la negociación, no en ejercer de cabo chusquero del empeño norteamericano en llevar las bases de la OTAN hasta las puertas de Moscú

El cumplimiento de aquellas condiciones fue, después de la consulta, el objetivo principal del movimiento pacifista español.

El gobierno de Aznar haciendo caso omiso del compromiso aprobado, nos incorporó a la estructura militar en 1999 y en 2003 al Trío (realmente cuarteto) de las Azores, que desencadenó la invasión de Irak, justificada con mentiras. Otra vez salimos a la calle a protestar. Aunque el PP y su gobierno no nos escucharon y ahí está el resultado: los enfrentamientos generados en esa zona dieron como único fruto casi un millón de muertos y una inestabilidad que continúa.

Los hechos han demostrado que teníamos razón quienes siempre hemos dicho que no existen soluciones bélicas a problemas internacionales. Por eso hoy también afirmamos que es un error mandar cazas y fragatas a incrementar el clima de confrontación en las proximidades de Ucrania y Rusia.

Nuestro país, antes que comprometido con las decisiones de los EEUU en un escenario muy alejado de su territorio y a las puertas del nuestro, debe serlo con las salidas diplomáticas y dialogadas a la crisis ucraniana, en línea con la resolución del Parlamento Europeo de diciembre, que “subraya que el diálogo político sigue siendo la única base para resolver el conflicto en el este de Ucrania”. Un camino que ya estaba encarrilado tras los acuerdos de Minsk de 2015.

España debe ser la primera en el camino de la paz y la negociación, no en ejercer de cabo chusquero del empeño norteamericano en llevar las bases de la OTAN hasta las puertas de Moscú.

Más allá de las declaraciones, la Unión Europea es incapaz de mediar en el conflicto, comportándose como un mero auxiliar de uno de los contendientes, aún a costa de apoyar incondicionalmente a un régimen corrupto e inestable como el de Kiev, que ilegaliza y persigue a partidos de oposición, mientras rehabilita y ensalza a las organizaciones paramilitares fascistas.

La campaña masiva de desinformación se ha desatado de nuevo. Cuando la guerra de Irak, inventó la patraña de las armas de destrucción masiva y los que opinábamos en contra, éramos defensores de Sadam. Ahora, quienes nos oponemos al despliegue militar y optamos por una nueva “détente” somos, para los desinformadores, partidarios de Putin. Defienden a capa y, esperemos que no a espada, la soberanía del oscuro Estado ucraniano, olvidando lo que tuvieron que hacer Kennedy y Kruschov en 1962 para evitar el apagón final, con la crisis de los misiles de la no menos soberana Cuba castrista.

Porque existe un riesgo real de guerra total que nos afectaría en primer lugar a los europeos, hay que poner en pie una amplia movilización, que exija a la UE que ejerza una mediación real para una solución diplomática que aleje los riesgos de un enfrentamiento militar entre Rusia y la OTAN.

¡No a la guerra!