martes. 19.03.2024

El estruendo de mentiras, exageraciones y agresiones verbales que caracterizan la vida política de estos días no es fruto de la casualidad, ni responde a calentamientos puntuales o imprevistos.

Se trata de una estrategia deliberada, que parte de la derecha política y mediática, con el objetivo de deslegitimar al legítimo Gobierno de España, y tratar de ocultar las noticias positivas que genera su gestión.

De este modo, sus falsedades tapan la verdad. Sus improperios se superponen a los avances en derechos y bienestar. Y sus barbarismos camuflan la falta dramática de alternativas.

Pedir colaboración a la derecha política y sus socios mediáticos es inútil. Están a lo que están: tumbar al Gobierno por la buenas o por las malas

Nada nuevo, salvo, quizás, el crescendo en los insultos y en los embustes.

La cuestión es cómo hemos de comportarnos los demás, aquellos que no estamos interesados en el deterioro de la vida política e institucional, sino todo lo contrario.

La primera tentación ante tanto señalamiento y tanta ofensa es la de la respuesta contundente, pero algunos tenemos la sensación de que acabamos haciendo el juego a los ultras y contribuimos de alguna manera al clima tóxico.

No es fácil encontrar el equilibrio entre la respuesta debida a las provocaciones y la garantía para que se abran paso las noticias de verdadero interés para la gente.

Pedir colaboración a la derecha política y sus socios mediáticos es inútil. Están a lo que están: tumbar al Gobierno por la buenas o por las malas.

Cuando la noticia es la movilización de centenares de miles de personas en defensa de la sanidad pública, eclosiona el escándalo de Ayuso y sus ensoñaciones dictatoriales.

Esta estrategia agresiva y deslegitimadora por parte de las derechas y sus medios envilece el debate político, deteriora las instituciones de nuestra democracia y, tarde o temprano, acabará afectando a la propia convivencia ciudadana

Cuando la noticia es la aprobación de los presupuestos con más inversión social de la historia, se lanza el escándalo de la falsa expulsión de la Guardia Civil de Navarra.

Cuando la noticia es la ley para que grandes empresas energéticas y financieras contribuyan al erario público con parte de sus beneficios extraordinarios, se propaga el escándalo del insulto machista y soez a una ministra.

Mientras tanto, es responsabilidad de todos los demócratas esforzarnos por evitar que nos sigan hundiendo en el fango de la visceralidad. Hablando más de las noticias auténticas, y menos de los escándalos impostados

Cuando la noticia es la aprobación de un Decreto Ley para aliviar la carga que sufren los hipotecados vulnerables, despega el escándalo hilarante de que los grupos parlamentarios del poder legislativo se dedican a… legislar.

Cuando la noticia es la elección de un español como presidente de la Internacional Socialista, surge el escándalo del señalamiento con nombre y fotografía de los diputados socialistas que apuestan por modernizar el Código Penal.

Cuando la noticia es el sabotaje prevaricador de varios vocales del gobierno del Poder Judicial a la Constitución y la ley, se fabrica el escándalo del nombramiento de un Magistrado en el Tribunal Constitucional con pensamiento político, y progresista, para más escándalo aún.

Esta estrategia agresiva y deslegitimadora por parte de las derechas y sus medios envilece el debate político, deteriora las instituciones de nuestra democracia y, tarde o temprano, acabará afectando a la propia convivencia ciudadana.

Lo hemos visto antes en Estados Unidos con el fenómeno Trump, y en Francia con Le Pen, y en Brasil con Bolsonaro. Todas estas estrategias fracasaron, pero hicieron mucho daño en su recorrido.

Aquí también fracasarán definitivamente en las urnas. Mientras tanto, es responsabilidad de todos los demócratas esforzarnos por evitar que nos sigan hundiendo en el fango de la visceralidad. Hablando más de las noticias auténticas, y menos de los escándalos impostados.

Más noticias, menos escándalos