viernes. 26.04.2024
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Alberto Núñez Feijóo en el pleno del Senado.

Hay un amplio sector de la sociedad que cada vez reprime menos su nostalgia por aquellas buenas formas que en tiempos no tan pretéritos diferenciaba a la gente de bien de la que no lo era, en base a ciertos atributos de obligatorio cumplimiento como el fervor patriótico, la devoción a la Iglesia católica, la lealtad a los principios del Movimiento Nacional y la adhesión a los ideales que dieron vida al golpe de estado que el franquismo llamó Cruzada. 

Por suerte, y que nos dure, desde hace varias décadas España es un «Estado social y democrático de Derechoque propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político» según reza el artículo 1.1. de la Constitución. No obstante, la memoria de un franquismo idealizado que ofrecía paz y libertad sin libertinaje nunca desapareció del todo, es más, aun perdura en los españoles más proclives a la nostalgia cuya escala de valores se retrotrae a las consignas de unos tiempos para ellos gloriosos en los que la sociedad se dividía en vencedores (las gentes de bien) y vencidos (por pura lógica, gentes de mal), una atávica segregación de nefastas consecuencias que sigue viva en muchos españoles demasiado jóvenes para saber lo que es vivir bajo una dictadura.

Desde hace tiempo, los tres principales partidos de la derecha española (uno de los cuales está al borde de la extinción) coincidieron en su propensión a utilizar consignas propias del franquismo, entre ellas “gentes de bien”, (o también “españoles de bien”), una expresión que lleva anexa la connotación negativa de “gente de mal” atribuible para el resto de la ciudadanía.

En marzo de 2019 tuvo gran repercusión mediática una declaración de Santiago Abascal en la que reclamaba una reforma legal que permitiera a los españoles disponer de un arma para su defensa «en situaciones de amenaza real» en su propio hogar, y hacer uso de la misma para evitar «un infierno judicial, penas de cárcel o incluso a indemnizaciones a los familiares de los delincuentes que les asaltaron». En una entrevista realizada por el periódico digital Armas.es al líder de Vox, éste se mostró partidario de que los «españoles de bien» pudieran llevar armas para su autodefensa. Por suerte la petición no prosperó, pues eran mayoría los españoles que consideraron que poseer un arma y el aval de una ley permisiva que animara a usarla, aunque fuera en defensa propia, pondría a nuestro  país en sintonía con el pistolerismo que tantas muertes provoca cada año en los EEUU.

Retomando el leitmotiv de este artículo, hace sólo dos semanas causó gran revuelo la vehemente alusión a la “gente de bien que hizo Alberto Núñez Feijóo  en el Senado cuando, a colación de la Ley Trans, cargó contra el presidente de Gobierno diciendo: «Deje ya de molestar a la gente de bien y de meterse en las vidas de los demás», alocución que daba por hecho que la “gente de bien” serían aquellos españoles que discrepan de lo que el actual Parlamento —gente de mal—  aprueba  por mayoría.

¿Qué es entonces ser gente de bien a la que no se debe molestar?

¿Son gente de bien aquellos que eluden impuestos millonarios, tienen cuentas en paraísos fiscales o fijan su domicilio fiscal fuera de España? ¿Son gente de bien los empresarios y magnates que explotan a las clases humildes sin sonrojarse cuando escuchan en misa que no se puede servir al mismo tiempo a Dios y a la riqueza? ¿Son gente de bien los que en público abominan de aberraciones sexuales consideradas punibles por la ley y sin embargo las practican en su vida privada, en ocasiones con el cómplice encubrimiento de quienes deberían salvaguardar los derechos humanos y las normas de convivencia? ¿Son gente de bien sólo los que hacen ostentación de su patriotismo con pulseras en la muñeca o banderas en el balcón? ¿Puede ser gente de bien un delincuente, un narcotraficante, un político corrupto sea del partido que sea, un defraudador de impuestos o un empresario explotador de sus asalariados? 

¿Son gente de bien aquellos que eluden impuestos millonarios, tienen cuentas en paraísos fiscales o fijan su domicilio fiscal fuera de España?

Me habría gustado que el señor Feijóo hubiera sido más explicito al exigir al presidente de que dejara de molestar a la gente de bien. Porque, ¿quiénes son para usted esta gente, señor Feijóo? Dígalo claramente o guarde silencio, pues no es bueno recurrir a generalizaciones, máxime si son discriminatorias. No es misión de un buen político eludir las molestias que puedan afectar a sus gentes de bien. 

Un buen político debe gobernar para todos. Incluso para aquellos que no le votaron. Incluso para quienes conciban el modo de vivir en democracia de un modo tan distinto al suyo que no consigan pasar por el filtro con que su sesgo ideológico identifique a esas personas que tan alegremente consideran gente de bien

¿Qué es ser gente de bien según la derecha?