martes. 19.03.2024
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El Partido Popular dice ahora que no va a cambiar su sede de Génova 13 a pesar de que, en su momento, y como símbolo de que iniciaban una nueva etapa sin corrupción, anunciaron que se desprenderían de ese edificio.

Y el caso es que ese anuncio tenía una cierta lógica redentora ya que se demostró que, en Génova 13, se habían hecho obras de reforma financiadas de forma irregular. Por ello, aunque, como dicen ahora en el PP, los edificios no tienen culpa de nada, sí que pueden constituir un símbolo de algo.

Y, en este caso, lo primero que simboliza Génova 13 es que el PP no tuvo el menor problema en gastarse los fondos opacos que obtenía, en algo tan visible como el edificio de su propia sede. Es algo así como una ostentación de impunidad en una aplicación de la primera regla de la prestidigitación que es hacer el truco a la vista del público.

Pero, una vez que ese partido tuvo que aceptar que su corrupción era no solo notoria si no convicta y causante de la pérdida del poder político, la hizo confesa anunciando la venta de su sede en una especie de penitencia con la que esperaba obtener el perdón de su conducta. Siguiendo los pasos de una buena confesión había que interpretar que, a esos golpes de pecho le seguiría, indefectiblemente, un firme propósito de enmienda que redimiría al Partido Popular de su pasado más oscuro y le abriría un nuevo camino basado en el arrepentimiento.

Pero, de lo único que parecen haberse arrepentido es de vender su sede. Después de sendos casos de compras, digamos que sorprendentes, de mascarillas en el Ayuntamiento y en la Comunidad de Madrid, en el Partido Popular han vuelto las aguas a su cauce, aunque en este caso podría tratarse de aguas con un grado apreciable de turbidez.

Y, con este giro de guión también simbolizan el final de una etapa en la que, es posible, que trataran de separarse de la corrupción. Quizás con signos tan ingenuos como cambiar de sede o investigar, al modo de Mortadelo y Filemón, una posible corrupción en la Comunidad de Madrid. Pero, como final de esa etapa, no cabe duda de que cesar al líder que publicitó sus sospechas y mantener el antiguo símbolo de la corrupción, podrían ser, a su vez, símbolos de alguna cosa.

Claro que el propio hecho de no cumplir un compromiso hay quien puede considerarlo un símbolo de la volatilidad de las palabras en política. Porque el verdadero significado de la explicación que acaban de dar para no cumplir con lo que dijeron es que, eso, lo habían dicho "los que había antes". Así, cualquier oferta que haga un partido político puede quedar en nada sin más que cambiar al portavoz de aquel anuncio.

Y, eso, junto a la idea de que, en realidad, la gente no tiene memoria, puede simbolizar también el poco respeto que sienten algunos por las personas por las que dicen desvelarse. A no ser que, efectivamente, sepan que el público, su público, pase del tema. En cuyo caso, no estoy muy seguro de que, tal como ahora han dicho, si "el edificio es de sus afiliados", no les estén haciendo cómplices de la historia.

Pero, dada la firmeza de las intenciones que suele anunciar ese partido, hoy, como diría Ibáñez Serrador, no venden Génova 13, pero mañana..., mañana puede ser verdad.

Génova 13 como símbolo