viernes. 19.04.2024

Ha tenido que ser el propio presidente del Partido Popular Europeo, Donald Tusk, el que descalifique inmediatamente la primera medida que toma el Partido popular en la era Feijóo: “Para mí es una triste sorpresa. Al fin de cuentas es una capitulación”, ha dicho textualmente en relación con el acuerdo del PP y Vox en Castilla y León.

Y Feijóo, con sus 55.000 avales en el bolsillo, y habiendo capitaneado el asedio de los barones a Pablo Casado para que abandonara cuanto antes la dirección del PP, no puede sentirse descomprometido del lamentable pacto perpetrado por Fernández Mañueco con Vox. Porque hemos de recordar que Feijóo en ese proceso jugaba el papel de damisela escrupulosa haciendo ascos a sus pretendientes para que se esforzaran en su afán de conquista. Y en ese juego, no creo yo que el astuto Feijóo no pusiera condiciones para aceptar la propuesta de -según él- renovar el PP.

Y qué menos, si estás comprometiéndote públicamente a conducir al tu partido hacia el centro-derecha, que poner condiciones para aceptar lo que te encomiendan. Y nadie puede creer que el primer problema que tienen delante, que es decidir la formación del gobierno de Castilla y León no haya sido objeto de análisis. Porque si no te fijas en ese detalle no estás demostrando la capacidad suficiente para dirigir un partido. Así que ya puede Alberto Núñez Feijóo dejar de decir que esto forma parte de una decisión de Mañueco, previa al mandato que él va a asumir dentro de unos días. No cuela.

Ya era sospechoso que para echar a Casado pactara con Ayuso, a quien no le dolían prendas en sus connivencias con Vox, y que le diera más importancia al intento de contratar a un detective para investigar una contratación irregular que a la contratación irregular en sí misma.

El caso es que Feijóo ha estado más preocupado de lograr un nombramiento por aclamación, y sin proceso de debate interno, que de plantear condiciones políticas. Posiblemente tratando de obviar que se tratara de sus fotos de mar y nivea, y recuerdos de nieves (meras “fotos zancadilla” que enturbiarían su imagen), para terminar retratado en una foto política de más calado, que más que foto es una radiografía de la falta de convicción ideológica y de la carencia de un proyecto que realmente legitime ese viaje al centro que prometía.

En su supuesto viaje al centro, Feijóo tiene como primera estación la cenagosa alianza con la extrema derecha

Y al final, su supuesto viaje al centro tiene como primera estación la cenagosa alianza con la extrema derecha. Esa extrema derecha homófoba, xenófoba, que repudia la igualdad, que a fuer de nacionalista rechaza a Europa, y que fomenta un odio que rompería la España real que tenemos, declarándose contraria a nuestro Estado de las Autonomías, y que predica la persecución de aquellas Comunidades Autónomas que -consecuencia de nuestra Historia- tienen una cultura y una lengua propias, y un sentimiento de diferenciación que la Constitución de nuestro Estado de Derecho no sólo consiente, sino que consagra.

Y no se trata de achacarle a Feijóo responsabilidades genéricas. Porque el rastro de esas obsesiones de la extrema derecha aparecen en el pacto de gobierno que acaban de firmar, borrando la violencia de género (que figura en nuestras leyes) para hablar de una indefinida y minusvalorada “violencia intrafamiliar”, y para poner obstáculos a la inmigración (que no es más que la aplicación de una fobia enfermiza que recuerda a regímenes no democráticos), o cambiando la consejería de igualdad por una “consejería de familia”, como dios manda y el franquismo nos enseñó.

Algunos le concedíamos ingenuamente el beneficio de la duda, y cuando la vertiginosa crisis del PP, recuerdo conversaciones con amigos en las que las conclusiones terminaban en un: “habría que hablar con Feijóo…” Ingenuos de nosotros, que no contábamos con el vacío político conceptual que reside en la cabeza del presidente de la Xunta de Galicia.

Ahora, el “salvador” del PP iniciará en Valencia un recorrido de campaña en el que se empleará a fondo en hacer lo que sabe: palabras, palabras, palabras; y propaganda, propaganda, propaganda. Quitándole importancia al gravísimo hecho de haber abierto las puertas a la extrema derecha para que dicte y condicione muchas de las políticas de su partido. Y será capaz, con todo descaro, de llamar a eso centro, igual que su prensa afín (¡cuánto dinero malgastado para defender unos intereses espurios!) ya ha comenzado a decir que en Castilla y León se ha pactado un partido de “centro-derecha”.

Y después habrá un congreso, con proclamación gloriosa, mientras los responsables de Vox celebrarán su avance, y agradecerán la torpeza de quien les abrió las puertas de la legitimación: esas puertas tan difíciles de traspasar en el resto de Europa, y que aquí la conformista imprevisión de Núñez Feijóo les ha abierto sin tener que pagar el más mínimo peaje.

Y es que la ambición de poder lleva a cometer errores democráticos de bulto. Y en este caso ha puesto en evidencia a quien tanto tiempo lleva ansiando presidir el Partido Popular, dejando de manifiesto su falta de principios políticos. Algo dramático, sin duda, para el Partido Popular, pero también para la España democrática que, si la Historia no lo enmienda, terminará recordando a Núñez Feijóo como el conde don Julián de esta peligrosa invasión de nuestra Democracia.

El famoso viaje de Feijóo al centro pasa por la extrema derecha