jueves. 28.03.2024

Acaso no hayamos parado de constatarlo, pero vamos a decirlo una vez más, a riesgo de parecer también aquí a contracorriente: en la creación de universidades y, más en concreto, en lo que tiene que ver con la disponibilidad de facultades de medicina, en los últimos años se ha producido una explosión que no habíamos visto antes. Desde 2010 hemos pasado de 28 a 46 facultades, de las cuales muchas de ellas son privadas. Ha sido, sin duda, una drástica transformación del mapa universitario y de nuestra manera de entender la enseñanza superior al margen de cualquier planificación ordenada, tanto de recursos universitarios como sanitarios.

Lo malo es que esa tendencia de crecimiento desordenado parece haberse impuesto entre las clases más acomodadas y en particular en el poder político conservador, pero no solo; y tanto en las noticias como en los rumores aparecen con frecuencia nuevas ciudades candidatas a albergar facultades de medicina, muchas de ellas, cómo no, privadas: Vigo, Zaragoza, Burgos, León, etcétera. ¿Por qué? Hay intereses que lo justifican, por supuesto. No podemos soslayar, por ejemplo, el retroceso en el acceso competitivo y la preponderancia cada vez mayor del nivel adquisitivo de la familia en la carrera.

Desde 2010 hemos pasado de 28 a 46 facultades, de las cuales muchas de ellas son privadas

Para nosotros, además, el fenómeno se ve agravado por el auge de la digitalización, acelerado desde la pandemia, que corre el riesgo de deteriorar no sólo nuestra convivencia y a las democracias, sino también la propia enseñanza universitaria con las plataformas para clases telemáticas y las avalanchas de datos que dan acceso a las preferencias de consumo de los usuarios; y sin olvidar la presencia cada vez mayor de bloques polarizados en la sociedad y el gran descrédito creciente de las instituciones en general (Jonathan Haidt en Letras Libres). En este sentido, en relación con la enseñanza de la medicina, proliferan las ideas de la alternativa de la parafernalia tecno-digital, las clases online o prácticas en aulas de simulación, etcétera.

A estas alturas resulta tan sencillo como obligado, sin embargo, hacer un recuento de los méritos de nuestro sistema de formación de los médicos, en un tiempo de avances científicos extraordinarios: el compromiso de sus profesionales con un buen sistema público de salud; la universalización del derecho a la salud en muchos de sus ámbitos; la modernización del sistema de formación, que pasó de un sistema cerrado, luego a un tiempo masificado y obsoleto, "de familias", a un sistema abierto y competitivo... En fin, no es la panacea, pero hay que reconocer que la España moderna dispone en este ámbito de un sistema sanitario y de un sistema de formación, que a pesar de no haberse recuperado todavía del trauma de la pandemia, son la envidia de medio mundo.

En relación con la enseñanza de la medicina, proliferan las ideas de la alternativa de la parafernalia tecno-digital, las clases online o prácticas en aulas de simulación, etcétera

Todos los datos señalan las cualidades del proceso formativo. El rendimiento del mismo hace que España sea una referencia para muchos países. Pero esto no significa que no debamos enunciar los problemas, algunos de ellos graves. En cuanto a estos, mencionamos tres, muy importantes: la proliferación de universidades privadas, como ya hemos dicho, que se han abierto por todo el país, con un sistema de entrada y de formación que son una amenaza para la igualdad de oportunidades al igual que para la calidad de la formación y el futuro del sistema sanitario, y que nos lleva de vuelta a la España predemocrática; la mejorable administración del sistema de prácticas hospitalarias y en centros de salud, fruto de la falta de planificación y de una gestión que depende de dos ministerios o consejerías diferentes (educación vs sanidad; conviene recordar que no hay éxito que resista en estructuras disfuncionales); y, el hecho grave de que cuando los médicos jóvenes acceden a sus primeros trabajos, se ven sumidos en la más absoluta precariedad contractual, que también afecta a una buena parte de sus profesores.

Esa precarización general del empleo en la sanidad española, de la que no encontramos comparación en los países de nuestro entorno, explicaría que muchos profesionales jóvenes además de por la lógica movilidad de profesionales de todo tipo dentro de la Unión Europea, se vean empujados a buscar trabajo en otros países con la idea de poder mejorar sus ingresos y sus condiciones de trabajo.

Esa precarización general del empleo en la sanidad española (…) explicaría que muchos profesionales jóvenes se vean empujados a buscar trabajo en otros países 

En este contexto, parece importante valorar la justeza de las líneas de acción anunciadas por los decanos de las facultades de medicina en su último informe. La primera de sus constataciones es que no hay un registro de especialistas y, así, es difícil conocer las necesidades y calcular la oferta y la demanda de profesionales. La otra, es que más allá de los médicos que se necesitarían, el concepto más importante que los decanos recalcan en su informe, es el de que en general no faltan médicos sino especialistas, y en solo algunas especialidades.

En este sentido la pérdida de más de cuatro mil plazas MIR de formación de médicos especialistas en los gobiernos de Mariano Rajoy con la excusa de la crisis financiera, junto a los vaivenes en el diseño de un modelo troncal de especialidades están detrás de esta situación.

Además, el informe de los decanos no es sólo una continuación de las medidas ya en marcha en las universidades, sino que redobla los esfuerzos por alcanzar un nivel de gestión que permita paliar otro de los déficits del sistema, como es el actual de profesores de medicina, que garantice la continuidad y la calidad de la formación.

Para nosotros, todo esto no se puede desligar del contexto en que hay todo un sistema de financiación y fiscal a la baja (apoyando la estrategia de los populismos más ultras y de los extremistas religiosos) para desmontar el estado de bienestar y traer un nuevo orden iliberal, el inefable "sálvese quien pueda", con un discurso que busca permanentemente privatizar y desacreditar la enseñanza pública.

Resultan evidentes las serias amenazas que suponen las facultades de medicina privadas sobre el sistema público de salud

Así lo señalan muchos informes de los sindicatos y otras entidades de la izquierda, que ven acertadamente en el impulso privatizador (mundial) el ariete de la ideología ultra para acabar con la democracia representativa. Al mismo tiempo numerosos estudios insisten en los daños de la privatización y las desigualdades sobre la salud. Asimismo los costes de la transformación de una sanidad pública por una privada son enormes, véase sino el sistema USA. Así como resultan evidentes las serias amenazas que suponen las facultades de medicina privadas sobre el sistema público de salud. A pesar de todos estos reiterados mensajes de alerta, las medidas adoptadas para revertir la tendencia privatizadora son insuficientes, como también intentamos destacar en este artículo y en otros anteriores.

La solución de estos desafíos demanda una gestión progresista y sobre todo tener objetivos nítidos, como combatir y reducir tanto la creciente privatización como la emergente brecha digital. Es necesario, en fin, diseccionar las experiencias del mundo de ayer y de hoy que hay hasta la fecha y elaborar propuestas con ideas para un nuevo diseño de nuestras universidades, de las facultades públicas y también presenciales, más próximo a las necesidades de la sociedad, para afrontar los desafíos del mundo de mañana.

Más facultades pero menos sanidad pública. Una aparente paradoja