martes. 19.03.2024
biden
 

“De entrada no”, decía el PSOE sobre la OTAN en su momento, tesis que oímos defender a Felipe González durante un mitin multitudinario celebrado en el campus de la madrileña Universidad Complutense. A la hora de convocar el referéndum cambiaron las tornas y finalmente Felipe y su partido se inclinaron por el sí. Aun así la cosa estuvo emocionante, como relató Iñaki Gabilondo en los micrófonos radiofónicos de la cadena SER.

Con su lema de “primero América”, vale decir, esos Estados Unidos de Norteamérica que tienden a identificarse con todo el continente americano, Trump dejó claro que su administración ya no estaba interesada en sufragar los gastos militares de la OTAN, como había hecho desde su fundación, para tener bases militares en Europa y alejar eventuales conflictos bélicos de su territorio, donde sólo se ha derramado sangre por guerras civiles, atentados terroristas o las armas de sus propios ciudadanos. 

Hasta Franco vio blanqueado su régimen dictatorial por Eisenhower, cuando presidía los EE.UU tras haber comandado al ejército aliado en el desembarco de Normandía contra Hitler y con Stalin luchando en el frente oriental de Alemania. Pero ahora los intereses norteamericanos priman su alianza con Australia y el Reino Unido, porque teme al emergente poderío de China.

Una Rusia presuntamente democrática quiere recordarle a los estadounidenses que no quiere amenazas cerca de sus fronteras

Una Rusia presuntamente democrática quiere recordarle a los estadounidenses que no quiere amenazas cerca de sus fronteras, tal como Kennedy le hizo ver a Kruschev durante la crisis de los misiles en Cuba. En Berlín los tanques de la Unión Soviética se apostaron frente a sus homólogos norteamericanos y se temió que pudiera comenzar una tercera conflagración mundial, esta vez con bombas nucleares en poder de ambas partes.

Al caer el muro de Berlín y desaparecer el Pacto de Varsovia, la Unión Europea se amplió apresuradamente para integrar en su seno a varios países ubicados al otro lado del telón de acero, mientras las Unión Soviética saltaba por lo aires y Gorbachov era sustituido por un oportunista como Yeltsin, reemplazado a su vez por un antiguo coronel de la KGB que se perpetúa en el poder y ha restaurado el culto a Stalin por haber ganado la guerra contra esos mismos nazis con quienes invadió conjuntamente Polonia.

Los intereses geo-estratégicos de la Federación Rusa liderada por un ex-agente socorrido pasan ahora por Ucrania. Su forma de plantear sus reivindicaciones territoriales recuerda otros episodios históricos, en que los argumentos eran presentados con la fuerza de las armas. Cabría establecer múltiples paralelismos históricos.

En cualquier caso, Biden ha hecho suyo el punto de vista mantenido por Trump respecto a la OTAN y es partidario de que los europeos abran sus arcas para financiarla. Esto se nos vende como una oportunidad para ganar autonomía y delinear una defensa europea. Suena muy bien, pero se trata de si nos lo podemos permitir. 

La pandemia ha resquebrajado aún más los pilares del Estado de bienestar. Se han incrementado las desigualdades, al incrementarse la opulencia de unos pocos y la indigencia de otros muchos. Hay que paliar esos déficits estructurales para hacer sostenible la pervivencia de nuestras democracias liberales. 

En ese contexto sociopolítico incrementar los opacos presupuestos dedicados a defensa delimitará inevitablemente otras partidas imprescindibles para mejor el sistema sanitario y asistencia o la educación. La cultura puede verse relegada una vez más por este redoble de tambores. Quizá el papel de la Unión Europea pudiera ser otro. No parece que píntenos mucho en este colosal duelo de gigantes. Aunque sí puede arruinarnos y lastrar nuestra recuperación en esta etapa posterior a los estragos de la pandemia. 
 

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