martes. 23.04.2024
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Tengo un amigo que dice que cuando redacta un contrato, e incluso una carta, siempre lo hace pensando que puede terminar en las manos de un juez, y que tal consideración le hace afinar mucho lo que está escribiendo. Eso es más o menos -pienso yo- lo que se podría definir como técnica legislativa: atar todos los cabos en una ley para que (además de que la entienda cualquier ciudadano, que muchas veces no ocurre) no tenga un solo resquicio por el que introducir cualquier elemento que desvirtúe el objetivo y el espíritu de la ley.

La ley llamada del Sí es Sí, quizá no fue elaborada en el ministerio de Igualdad con ese rigor y esa minuciosa actitud: es cierto. Eso no le quita valor a su objetivo noble, ni hace que sea una ley que mejora considerablemente la igualdad de derechos en nuestra sociedad, y que favorece los derechos de la mujer y su libertad. Y esa carencia en la técnica legislativa ha traído unas consecuencias no deseadas por quienes trabajaron en ella, ni deseadas por la sociedad española: esas 500, por ahora, reducciones de penas a convictos de delitos sexuales y contra la igualdad, lastran la impecabilidad de la ley.

Y llevamos varias semanas oyendo hablar, y hablando, de dos cosas: modificar la ley para evitar los efectos no deseados; y pedir perdón. Algunos -como la señora Gamarra y el señor Feijóo- hablan incluso de ceses, remodelación del Gobierno y hasta de elecciones. Pero eso forma parte de la sobreactuación de un partido echado al monte, que ni está dispuesto a cumplir la Constitución en lo que no le conviene (CGPJ, por ejemplo), ni tiene el menor interés en arrimar el hombro para que en España las cosas marchen: porque tienen un concepto desviado del ejercicio de la oposición y hasta de la democracia.

Una ley que mejora considerablemente la igualdad de derechos en nuestra sociedad, y que favorece los derechos de la mujer y su libertad

En cuanto a la modificación de la ley, se comprende que quienes la elaboraron en primera persona tengan una reticencia inicial. Quizá porque no tienen muy claro aquello de que rectificar es de sabios, y tal vez por una cierta soberbia política que a nadie le ayuda precisamente a hacer una política que favorezca de veras a la sociedad. Pero es evidente que cuando algo -por bien construido que esté- genera desajustes y no funciona como se pretendía, lo mejor es cambiarlo, para adaptarlo, precisamente al objetivo buscado.

En cuanto a lo de pedir perdón, personalmente no me opongo a que se haga, porque es sano que los ciudadanos vean en sus representantes y gobernantes esa actitud de respeto y esa conciencia de que, en definitiva, todo lo que hacen tiene que ver con ellos. Pero ahí me gustaría hacer una pequeña reflexión, para que nadie convierta la política en un continuo tiro al blanco.

Es cierto que una ley la elabora normalmente un departamento ministerial, aunque en muchas ocasiones participan inicialmente varios. Pero, una vez definido el borrador de anteproyecto, pasa por todos y cada uno de los departamentos ministeriales para su consideración. Periplo que termina con su estudio por parte de la Comisión de Secretarios de Estado y Subsecretarios, de donde sale como anteproyecto, para que lo analice el Consejo de Ministros que, si lo aprueba, lo convierte en proyecto de ley, que pasa a las Cortes. Allí el proyecto es considerado por la Mesa, y pasado a que lo trabajen en Comisión y en Pleno, para su aprobación, e incluso para su paso al Senado.

Una ley pasa por muchas manos y por muchas mentes, que bien sea para apoyarla, modificarla u oponerse, aplicando cada uno la conveniente técnica legislativa

Es decir: una ley pasa por muchas manos y por muchas mentes, que bien sea para apoyarla, modificarla u oponerse, han de considerarla en todas sus facetas, aplicando cada uno la conveniente técnica legislativa. Por tanto, cuando se habla de pedir perdón, incluso los parlamentarios que lo reclaman deberían pedirlo. Porque todos los parlamentarios son legisladores, y aunque se hayan opuesto y votado en contra, le ley también es en parte responsabilidad suya. Y se da el caso de que la oposición que votó en contra de la ley, en ningún momento advirtió precisamente de que la ley del Sí es Sí iba a tener esos efectos indeseados de la rebaja de penas a convictos de delitos sexuales.

Por tanto, si no lo advertiste, ahora no tienes derecho a aprovechar ese error para sacar tajada de las consecuencias no deseadas. Y si lo haces, estarás demostrando que no eres un legislador de buena fe y que te conviertes directamente en un oportunista.

Las cosas tienen que quedar así de claras, para que nadie enrede, y para que desaparezca la técnica de confundir a los ciudadanos, por el mero hecho de ser votantes y, por tanto, víctima de cualquier intento de embrollo o confusión.

No obstante, me gustaría llamar la atención sobre una realidad que, por desgracia, no va a producirse sólo en relación con esta ley: falta menos de un año para que se celebren elecciones generales. Muchos daban por hecho que, ante la perspectiva electoral, la coalición de gobierno, que ha dado un resultado tan inesperado y tan fecundo, saltaría por los aires. Hasta ahora no ha sido así. Pero aparecen algunos síntomas nada halagüeños de que hay quienes están jugando con fuego.

Muchos daban por hecho que, ante la perspectiva electoral, la coalición de gobierno, que ha dado un resultado tan inesperado y tan fecundo, saltaría por los aires. Hasta ahora no ha sido así

Cuando el presidente de Gobierno determina que hay que ponerse de acuerdo para modificar la ley en aquellos aspectos que -sin ser sustanciales- generan los efectos indeseados, la ministra Irene Montero manifiesta su voluntad de hacerlo. Pero inmediatamente hemos podido constatar que aquello no marchaba, y mientras sus socios de Gobierno mantenían públicamente que no se tocaría el fondo de la ley, sino la tipificación de las penas, ella comenzó inmediatamente a acusar de diferencias políticas, y de que el PSOE tenía pactada una reforma de la ley con el PP.

En ningún momento ha demostrado ni lo uno ni lo otro, y eso constituye una manera de no jugar limpio, y de demostrar en realidad que no tiene voluntad alguna de modificar la ley. Un síntoma que trasciende el problema de la propia ley, y que a juicio de algunas personas entre las que me cuento, suena más a barrunto electoral, que toma la ley del sí es sí como una excusa, que a diferencias verdaderas sobre la modificación de la ley. Irene Monero lleva dos semanas formando un coro con personas de su equipo, para introducir una disputa metafísica -a la que llaman política- que no creo que los ciudadanos entendamos.

Coinciden esos coros con algunas que otras puntadas de Ione Belarra que, estando en el Gobierno, se permite desmarcarse cuando le parece que va bien para sus intereses políticos.

Pero es algo más complejo de lo que parece: porque en realidad no es una estricta disputa con su socio de coalición (aunque también), sino que las raíces se nutren de la frustrada herencia que dejó Pablo Iglesias cuando abandonó el Gobierno, y teóricamente la política activa. Yolanda Díaz, que en realidad no se dio directamente por aludida, era nombrada por quien fuera alfa y omega de Podemos como su heredera universal.

Irene Monero lleva dos semanas formando un coro con personas de su equipo, para introducir una disputa metafísica que no creo que los ciudadanos entendamos

Y aquello tuvo dos interpretaciones: Yolanda Díaz recibió aquello como un caramelo envenenado, y se puso de inmediato a trabajar para recomponer la unidad en el espacio que se considera “a la izquierda” del PSOE, y rápidamente habló de la alternativa Sumar, que aportaba un nombre sugerente y una opción cargada de lógica: la de conjugar todas las fuerzas que habían explosionado (siguiendo esa ley centrifuga no escrita que tan apasionadamente practica la izquierda en ocasiones), para construir un conjunto que ganara terreno y representación. En definitiva, construir una opción que diera utilidad a los votos de los ciudadanos que se sienten a la izquierda del PSOE, a base de incrementar su representación.

No parece que a la cúpula que quedaba en Podemos tras la marcha de Iglesias le agradara aquella opción, porque tal vez sentían que se quedaban sin un espacio que se les ha ido reduciendo en la práctica. Y es posible que, con el paso de los meses, el propio Iglesias se haya arrepentido de aquel “arranque de generosidad”.

La realidad es que la disputa de la ley del sí es sí es muy posible que Irene Montero -y otras y otros dentro de Podemos- la esté concibiendo como un sistema de ataque y defensa a favor del reducto de su partido, y que su fuego cruzado aparentemente contra el PSOE tenga también la función y la intención de ser un fuego “amigo” frente a la iniciativa de Yolanda Díaz.

En cualquiera de los casos, malas noticias para la coherencia de la continuidad futura de una fórmula que -contra todo pronóstico- se ha revelado eficaz para hacer avanzar a este país. Esperemos que la coherencia de muchos, y la experiencia de sus luchas estériles de otros, hagan cambiar el viento, y lleve a unos y otros a la convicción de que no se trata solamente de no naufragar antes de las próximas elecciones, sino de una andadura estratégica que contribuya a prolongar un proyecto social y de progreso que España necesita. 

Elegir entre la campaña electoral de Irene Montero y una estrategia progresista de...