jueves. 28.03.2024

Resulta difícil seguir la estrategia de oposición y alternativa que mantiene el PP de Feijóo, por sus idas y venidas, por la falta de credibilidad en críticas y propuestas y, sobre todo, por la incoherencia que muestra las más de las veces en su discurso.

La primera línea de iniciativas que estableció el nuevo dirigente del PP era la economía. La economía, el empleo, los impuestos, los precios… Esto es lo que importa y en lo que hay que centrarse, vino a decir a los españoles.

Y su primera batería de denuncias y apuestas se refería a la “crisis profundísima que llegará en otoño”. Se trataba del otoño del año 2022. Pero es que la economía española creció ese año un 5,5%, al igual que había crecido el año anterior, y por encima de los países más prósperos de Europa.

Como la crisis deseada no llegaba, se centró entonces en los impuestos. La bajada drástica e histórica de impuestos se convertía en la gran bandera reivindicativa de la derecha española, la que les llevaría en volandas a la Moncloa. Hasta que la primera ministra británica, de derechas también, hubo de dimitir por la respuesta brutal de los mercados a una propuesta semejante.

La economía les va mal. Su constitucionalismo da risa. Con los derechos de la mujer no andan cómodos. Solo les queda el error ajeno. Vamos a darle una vuelta…

La crisis no llegaba y la bajada de impuestos no convenía, por lo que la búsqueda del caudal de votos para la derecha se dirigió entonces a los precios. Pagaremos la energía más cara de Europa por el timo ibérico, y la inflación escalará a la cabeza del continente, pronosticaban. Solo que el timo ibérico se convirtió en el modelo ibérico, los españoles pagan la electricidad más barata de Europa y nuestra inflación es la más reducida de la UE.

Constatada la vía sin salida de la economía, los estrategas de Génova decidieron cambiar de aires. Mejor hablar de constitucionalismo, pensaron.

Y mientras dictaban sus lecciones de constitucionalismo se encontraron con las lecciones de ayusismo en las portadas de la derecha mediática. Y de la reivindicación constitucionalista pasaron al boicot constitucional, retirando la firma de Feijóo de un acuerdo para renovar el Consejo del Poder Judicial que había pactado con el Gobierno hasta en los puntos y las comas.

No obstante, erre que erre, la nueva línea constitucionalista a tiempo parcial les llevó a proponer “que gobierne la lista más votada”. La cara que debieron poner todos los alcaldes y presidentes del PP que lo son habiendo perdido las elecciones fue suficiente para abandonar pronto la idea. Al alcalde de Madrid todavía no se le ha pasado el susto.

Del constitucionalismo a tiempo parcial han pasado al ridículo constitucional. Porque solo así puede calificarse la reclamación de pedigrí postal para el nombramiento del Presidente de Correos, cuando el propio Feijóo fue elegido para tal puesto sin saber hasta entonces de sobres y sellos más que la mayoría. Y porque solo en clave de ridículo puede interpretarse su propuesta de ley sobre la presidencia del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

En su proposición, los populares prohíben nombrar presidente del CIS a quien hubiera “ostentado cargo orgánico alguno en ningún partido político u organización sindical”, condenando como apestado a perpetuidad a quien hubiera cometido la barbaridad de ejercer, a lo largo de su vida, como representante de los trabajadores en una empresa o representante de la ciudadanía en su municipio, por ejemplo.

No cabe mayor vulneración de los artículos 6 y 7 de la Constitución, que consagran el derecho de todos los españoles a la sindicación y a la participación política. Y no cabe mayor asalto al propio artículo 14, que protege a los españoles de la discriminación por razón de sus opiniones políticas o sindicales. Y estos son los constitucionalistas, según ellos.

Como la aventura constitucionalista no acababa de cuajar, entre tantas contradicciones, decidieron situar las velas a favor del viento, dar media vuelta y apuntarse al feminismo. Con el furor del converso de última hora, Feijóo celebró hasta la sentencia del Tribunal Constitucional que rechazaba el recurso contra la ley socialista del aborto. Solo que el recurso era de su propio partido, solo que Feijóo siempre rechazó retirarlo, y solo que olvidó advertir a González Pons antes de que este amenazara con tumbar la ley en Europa.

El PP se apunta a las críticas a la ley del sólo sí es sí, reivindicando ahora con frenesí inédito en su formación la defensa de los derechos de las mujeres. Pero lo hace a la vez que bendice la presencia en el gobierno popular de Castilla y León de un vicepresidente ultra que anuncia protocolos con los que recortar derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Pero el mismo día en que el PP se empeña en pescar en el río revuelto de las revisiones de sentencias, disfrazado de morado feminista, les sale a relucir el pelo de la dehesa con las declaraciones, estas más sinceras, de un alcalde conquense, del PP de toda la vida, vomitando machismo cutre y despreciable contra la ministra de Igualdad. Es que Feijóo tiene mala suerte.

Y es mejor no comentar los escarceos desde Génova 13 para denunciar la corrupción. Sería demasiado cruel.

La derecha ya no quiere hablar de economía.

  • El PIB crece ahora al 5,5%, cuando tras la crisis financiera el gobierno PP no pasó del entorno del 3%.
  • El paro registrado se sitúa ahora en el 13%, cuando con gobierno PP llegó al 26%.
  • El salario mínimo ha crecido en los últimos 4 años 344 euros, de 735,9 a 1080. En los 7 años de gobierno PP solo aumentó en 94 euros.
  • La inflación estaba aquí en enero en el 5,8%, mientras en los países con gobierno derechista de Europa llega al 25,7% (Hungría), al 16,6% (Polonia), al 10,5% (Gran Bretaña) y al 10,1% (Italia).
  • Y la energía se ha pagado hoy en España con 137 euros el MWh, mientras en Italia se paga a 178,3, en Francia a 175, y en Alemania a 172,9.

¿A quién le extraña que no quieran hablar ya de economía?

La economía les va mal. Su constitucionalismo da risa. Con los derechos de la mujer no andan cómodos. Solo les queda el error ajeno. Vamos a darle una vuelta…

La derecha ya no quiere hablar de Economía