martes. 23.04.2024
ayuso

Con ocasión de aquel famoso ¡Matarlos! de Isabel Díaz-Ayuso, yo advertía en este mismo medio (con el título de “¡A LAS ARMAS!) de que no había que interpretar literalmente esa receta para sus opositores. Se trataba de una forma coloquial de referirse al modo, eso sí, contundente, con el que había que tratar a la oposición en momentos de aparente debilidad de esta. Quizás recordaba ese otro consejo de Stalin cuando decía que si se llevaba al enemigo al borde del precipicio no había que esperar a que, él mismo, saltara, sino que había que empujarlo. Dicho en otras palabras: no dejes las cosas a medias.

Prueba de ese modo coloquial, es que se utilizaba en un entorno cercano, el de sus colaboradores más próximos, y por un medio, el WhatsApp, utilizado en ese círculo reducido. Pero ahora, doña Isabel ha cambiado de entorno y de medio para, como diría Rafael Alberti, hacer que el canto ascienda a más profundo cuando, abierto en el aire, sea de todos los hombres.

En plena campaña electoral, cuando se trata de decir lo qué se considera lo mejor que se puede ofrecer a la audiencia, Díaz-Ayuso ha propuesto ilegalizar a Bildu

En plena campaña electoral, cuando se trata de decir lo qué se considera lo mejor que se puede ofrecer a la audiencia, ha propuesto ilegalizar a Bildu. Con ello, da a entender que le pasa lo que supone que le pasa a la mayoría de los madrileños, y es que no les gusta Bildu y, por eso, propone acabar, legalmente, con ese partido político. Es un alarde de carácter y una prueba, hay que imaginar, de lo que ella haría si pudiera, tanto si la ley se lo permitiera como si sus competencias alcanzaran a utilizar esa ley.

Alguien podría pensar en el peligro de que se alcanzara esa situación, sobre todo pensando en que sus adversarios políticos van más allá de Bildu. A mí, me recuerda a Martin Niemöller, aquel pastor luterano que prestó sus versos para que la gente pensara que eran de Bertolt Brecht, y me lo imagino diciendo algo como:

Primero vinieron a por los filoetarras,
y yo no dije nada,
porque yo no era filoetarra.
Luego vinieron por los separatistas,
y yo no dije nada,
porque yo no era separatista.
Luego vinieron por los populistas,
y yo no dije nada,
porque yo no era populista.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie
para hablar por mí.

En realidad, Niemöller se refería a ese cabo austriaco, recriado en Alemania, que rodeado de sus fieles y ante unas buenas jarras de cerveza, trató de organizar ese famoso Putsch contra el estado en una cervecería de Múnich. Casualmente, en una cervecería, aprovechando la "libertad de beber" de que disfrutaban los bávaros.

Hagamos contrahistoria y pensemos qué hubiera pasado si, después de ese golpe de estado fallido, se hubiera ilegalizado al NSDAP, el Partido Nazi, del que era líder Adolf Hitler. Quizás el mundo se habría ahorrado una guerra y un holocausto. Quiero decir que, por sí misma, una ilegalización no es mala y, cuando se incumple la ley, conviene hacerla.

Pero, proponer la ilegalización de un partido político solo por motivos éticos o estéticos puede dar lugar a que, alguien, pida la ilegalización del Partido Popular, al menos el de Isabel Díaz-Ayuso, para evitar males mayores. Por ejemplo, una internacional con Marine Le Pen, en Francia, Giorgia Meloni en Italia e Isabel Díaz-Ayuso, en España.

¡Acojona eh!

“¡Ilegalizarlos!”