jueves. 25.04.2024
Parodia de la Virgen del Rocío en el programa ’Està passant’, de TV3
Parodia de la Virgen del Rocío en el programa ’Està passant’, de TV3

Hay asociaciones de abogados católicos a quienes le ofenden las blasfemia e intentan represaliar a sus artífices con el código civil o penal en la mano. Esta circunstancia cuando menos causa cierta perplejidad. ¿Cómo es posible que un Estado presuntamente aconfesional consienta la persecución de unos ciudadanos por bromear con ciertas cuestiones, cuyo carácter sangrado únicamente lo es para sus feligreses, pero ciertamente no para los incrédulos que no se han visto agraciados con la Gracia de Dios. Es un asiento que tiene muy poca gracia.

Los romanos iban integrando en sus templos a las divinidades de otros pueblos. Pero los monoteísmos no han tenido cintura para hacer nada similar. En China y Japón eran bienvenidas todas las religiones, excepto aquella que se proclamaba como única verdadera descalificando a todas las demás. Preferirán reunirse con sus ancestros tras la muerte que ir a un presunto paraíso donde no estarían sus familiares por desconocer unas verdades reveladas en cierta época.

¿Cómo es posible que un Estado presuntamente aconfesional consienta la persecución de unos ciudadanos por bromear con ciertas cuestiones?

Escasa confianza deben tener en sus verdades absoluta cuando prefiere inculcarlas durante la infancia, en vez de aguardar a que sus destinatarios tengan mayor criterio y se hayan familiarizado con otras opciones. Entre las alternativas hay una muy estigmatizada. Las iglesias admiten cada vez más un diálogo entre creyentes e incluso se muestran comprensivos con los agnósticos, pero esa indulgencia desaparece por completo en el caso del ateísmo, al que temen como a la peste y consideran el enemigo a batir, cuando deberían apiadarse de quienes optan por no salvar sus alma, viviendo sin Dios y dejando vivir con Él a quienes tengan esa preferencia.

Quizá sea porque su imaginario sólo reconoce a un ateísmo que podríamos llamar épico. Los ateos querrían abolir todas las religiones y entonces el mundo sería una hecatombe donde se darían las mayores tropelías. Como decía Freud, la religión ha servido entre otras cosas para que las masas pusieran freno a sus posibles desmanes.

Para el Spinoza del Tratado Teológico Político solo el sabio puede prescindir del mensaje divino.

Sin embargo no se suele reptar en el ateísmo ético. Sin ir más lejos Diderot pensaba que se podría ser virtuoso al margen de Dios y que por añadidura este solía utilizarse como coartada para manipular al pueblo y justificar la persecución de intereses inconfesables. En esa misma línea, Kant mantiene con su formalismo ético que un agente moral no puede regir ese por premios y castigos, lo que haría de saber que hay algo así como un Dios o de sospechar su existencia mediante una fe ciega en algunos dogmas indiscutibles. Una ética genuina y desinteresada sólo puede darse sí Dios no está, contrariamente al dicho que se atribuye a Dostoievski en Los hermanos Karamazov.

Escasa confianza deben tener en sus verdades absoluta cuando prefiere inculcarlas durante la infancia, en vez de aguardar a que sus destinatarios tengan mayor criterio

Ayer tuvimos una interesante sesión en la Fundación Ortega del Seminario sobre Ilustración y pudimos debatir esta lectura de Kant que le hace tan contemporáneo nuestro. Kant o Diderot no pretendían ni mucho menos entablar una cruzada contra Dios. Allá cada cual con sus creencias e ideas. Eso sería ese ateísmo épico que imaginan los defensores de la fe. Reclamaban el derecho de no creer y de particular una ética sin hipotecas religiosas. Otra cosa es que Kant lo viera como una condición de posibilidad teórica para pensar el universo ético donde las personas nunca se instrumentalizaren mutuamente.

Con todo, el único credo kantiano es la libertad, ese hecho de la razón, que no es un mero postulado, que nos permite actuar como si fuéramos libres y pudiéramos cambiar el orden de las cosas con un comportamiento atenido a las formulaciones del imperativos categórico. Al igual que Diderot repudiaba una liturgia y unas ceremonias que mermaban la confianza despistada en el poderío transformador del deber. Albergar una voluntad buena de suyo es cuánto podemos hacer, puesto que los logros dependerán sobremanera del concurso de las circunstancias y están escapan a nuestro control.

Las confesiones religiosas merecen todos los respetos como preferencias personales del ámbito íntimo. El mismo que debería otorgarse a quienes profesan un ateísmo ético

Las confesiones religiosas merecen todos los respetos como preferencias personales del ámbito íntimo. El mismo que debería otorgarse a quienes profesan un ateísmo ético y creen ser capaces de obrar moralmente sin seguir unos mandamientos divinos, de los que reniegan tal como o no pretenden imponer sus criterios a nadie. Para Kant y Diderot el juez supremo es nuestra conciencia moral, ante la que rendimos cuentas constantemente sin aguardar a un póstumo Juicio Final. Los dictados de la conciencia deben emplazarnos a enmendar las injusticias cometidas y a diseñar unas acciones futuras que no cometan los mismos errores. Buscar un consuelo espiritual y religioso tendría un efecto narcotizarme similar al del opio, siendo así que nuestra conciencia moral debe andar bien despierta para discriminar los autoengaños y las jugarretas del inconsciente.

No abortar por considerarlo un pecado contra la ley de Dios es una opción personal. Imponer al resto de la ciudadanía esa convicción es algo intolerable. Otrora ro sucede con la eutanasia, el divorcio, los emparejamientos civiles no heterosexuales y un largo etcétera. Presentarse como víctimas perseguidas por un inexistente ateísmo épico que destruye las bases de la convivencia resulta pintoresco. Reconózcase la condición de ateo en un atestado confesional. Facilítense los trámites de apostasía, por tratarse de una inscripción involuntaria. Rescíndase un concordato propio del nacionalcatolicismo que confiere una prerrogativas inusitadas a la iglesia católica, quien debería tributar por sus bienes inmobiliarios y no cobrar entradas para visitar las catedrales.

Todo esto no va en contra de Jesús o las entelequias de la Santísima Trinidad, pero denuncia unas prácticas manifiestamente mejorables de sus ministros temporales. ¿Volviendo al principio? ¿Cuál es la lógica de perseguir hacer chanzas relativas a virgenes o santos? ¿No podría pagárseles con la misma moneda y denunciarles por conculcar las reglas más elementales de la convivencia imponiendo sus dogmas y supersticiones a sus conciudadanos?

Ateísmo ético vs. ateísmo épico