viernes. 29.03.2024

Quizá Irene Montero se sienta bastante incómoda con las intempestivas intervenciones del antiguo líder de Podemos en su favor.

Hay defensas que más vale no tener, cuando se parecen demasiado a tutelas de otra época, combatidas con vehemencia por el feminismo desde siempre. Pablo Iglesias no debería emular esos modos con su compañera de partido, porque después de todo le hace un flaco favor a ella y de paso a la causa feminista que ambos pretenden apadrinar. Todo ello al margen de la relación personal que puedan tener entre sí, aparte de su común militancia en Unidas Podemos.


Tampoco es muy sensato emular el método de Ayuso y convertirlo todo en una cuestión personal, como si el mundo girara en torno al político de turno. Es algo que distrae del asunto a tratar. En este caso una ley, la Ley de Libertad sexual, que ha mostrado inducir efectos tan indeseables como no deseados por el espíritu de los legisladores.

Lo suyo sería explorar aquello que pueda generar esas disfunciones y tratar de arreglarlo técnicamente del mejor modo lo más rápidamente posible, consultando a todas las partes implicadas en su ejecución, porque de poco sirve descalificar en su conjunto a un cuerpo integrado por magistrados y magistradas como machistas que requieren formación de género.

"Estoy encantada de estar en Elche" ha respondido Yolanda Díaz a las preguntas sobre Pablo Iglesias

Lo principal es no hurtar el protagonismo a quienes padecen en primera persona agresiones humillantes, las víctimas de un delito execrable que nunca debería poder banalizarse como un jolgorio consentido.
No es menos cierto que la ministra de Igualdad abanderó esta ley, como si fuera un empeño muy personal y llegó a forzar que se aprobara con anterioridad al 8M, buscando ese rédito simbólico. Es muy probable que incluso hubiera llevado su nombre, si se hubiera promulgado en países donde impera esa costumbre legislativa. Tal precipitación podría explicar la falta de una disposición transitoria que ahora echan en falta los expertos.

Pero en cualquier caso la ley pasó por muchos filtros que no advirtieron ese posible fallo y es absurdo recriminárselo a un equipo en particular, por mucho que se pudiera dar por supuesta la buena factura técnica del producto. Que la oposición intenté rentabilizar el desaguisado y pida reprobar a la ministra no resulta sorprendente. Lo que no tiene mucho sentido es el seísmo provocado entre fuerzas políticas afines.

Reclamar amparo para una compañera de partido es algo que se puede hacer puertas adentro. Vociferarlo en público e insultar al mismo tiempo de nuevo a quien va por libre no parece algo muy hábil. Salvo que Iglesias lo haga con un propósito no confesado, cual es el de apoyar aquello que crítica, calculando que sus críticas pueden llegar a favorecer lo criticado, es decir, el proyecto político encabezado por Yolanda Díaz.

De un politólogo que ha sido político no cabría esperar otra cosa. Será necio creer que lo hace por despecho, al ver que quien designó como delfina y ungió como sucesora en una vicepresidencia del gobierno le tiene poco en cuenta, no sólo a él, sino también a la marca que posibilitó ese acceso al poder.

Un fino analista, como a buen seguro es Pablo Iglesias, habría comprendido que quien desempeña su mismo cargo con un estilo muy diferente y ha cosechando éxitos políticos universalmente reconocidos gracias a ese talante casi antagónico, no podía sino volar por su cuenta y tener un criterio propio que no admite tutelas. Saber de todo ello, Iglesias ha comprendido que sólo puede contribuir a la buena marcha de Sumar oficiando como poli malo en esa peli.

Consciente del paulatino desgaste de Podemos y de su propia figura, Iglesias no quiere que ningunas de las dos cosas lastre un proyecto político cuyo empeño es aunar voluntades identificadas con el pensamiento progresista solidario y partidario de la justicia social.

Por eso decide sacrificar su prestigio publicando mensajes que tienen por destinatarios a sus adeptos inquebrantables y que al mismo tiempo pueden movilizar apoyos para el nuevo proyecto. Es un último servicio por parte de alguien que ha hecho tanto por querer cambiar la política y parece haber acertado al designar a Yolanda Díaz, a quien en secreto y tácitamente sigue apoyando incondicionalmente, al apreciar su autonomía y su desprecio por el paternalismo.

yolanda con aparadoras
Yolanda Díaz con aparadoras del calzado en Elche

El apoyo tácito e incondicional de Pablo Iglesias al proyecto político encabezado por...