viernes. 26.04.2024
ayuso

El brutal empujón del tal M. Ángel Rodríguez a la periodista de La Sexta Andrea Ropero, con ser un símbolo revelador de una actitud intolerable, no es lo más grave que encierra la declaración de principios de Díaz-Ayuso el martes en Valladolid. Una actitud despótica, de maltrato, de misoginia (tengo la certeza de que este individuo no habría osado dar el empujón si la víctima potencial hubiera sido un hombre), y de toda una concepción del poder por parte de un personajillo que en sí mismo es todo un símbolo del Partido Popular de ayer y de hoy.

La frase esnob de la presidenta de la Comunidad de Madrid supone toda una declaración de principios. O de falta de ellos, tal vez. Se produce en el momento en el que va a asistir a la toma de posesión de un barón del PP que va a presidir un gobierno regional, acompañado “sin complejos”, según él, de la extrema derecha.

Y mientras Núñez Feijóo escabulle su presencia montada con la excusa de una reunión con los agentes sociales, la baronesa de Madrid aprovecha la ocasión para reafirmar, de manera provocadora, su devoción por la línea política seguida por Fernández Mañueco de juntar las derechas en un totum revolutum, donde se desprecian los avances en derechos civiles que ha conseguido nuestro país. Ese “socialismo free” significa el desprecio por la igualdad de género, el menosprecio por la lucha contra la violencia machista -transformada en mera “violencia intrafamiliar”-, el rechazo a la solidaridad con las personas inmigrantes, el repudio de la pertenencia a la Unión Europea, y la promesa de anular el título octavo de nuestra Constitución, que consagra la existencia de las Comunidades Autónomas.

Tan frívola e insustancial declaración de principios pone a Ayuso fuera del Partido Popular

Tan frívola e insustancial declaración de principios pone a Ayuso fuera del Partido Popular, que -con mayor o menor convicción- ha defendido, o al menos respetado, estos principios. O supone una amenaza de que va a luchar dentro de su partido por erradicar de su ideario dichos principios. Una amenaza a la que Feijóo se conformará con escurrir el bulto, tal y como hizo el martes en Valladolid, dejando que las aguas turbulentas arrastren a su partido hacia los muelles aberrantes de Abascal.

La violencia despótica de M.A. Rodríguez, empujando con brutalidad a una periodista, sintetiza el desprecio por algunos de esos principios, aparte de que denota una abominable mala educación. Pero la proclama de Díaz Ayuso denota otro tipo de mala educación: la mala, o inexistente, educación política y democrática, desde la que le gustaría eliminar (contraviniendo la Constitución) a otros partidos políticos, y demostrando que ella se beneficia de la democracia, pero que la democracia no ha pasado por ella, ni ella tiene intención de dejarla pasar.

Ayuso es la versión PP contrapuesta a la que ha venido prometiendo Feijóo. Y mucho me temo que en una deriva claramente húngara será la versión que terminarán asumiendo en Génova: primero tolerando las bodas con Vox en Castilla y León, después transigiendo con las desviaciones madrileñas, y dentro de poco, tratando de hacer en Andalucía de la necesidad virtud, y ligando los destinos del PP a las exigencias y condiciones impuestas por Vox.

Lo malo es que a los votantes de la derecha española les lleguen a dar lo mismo los casos de corrupción política y económica: ya son tantos, que comienzan a vivirlos como el caldo de cultivo del hábitat en el que se han instalado. Y que se dejen llevar por la deriva de confrontación con Cataluña y con Euskadi, por ejemplo, en aras a un sentimiento nacionalista del tipo del que fomentó la dictadura.

Una amenaza frente a la cual tanto el Gobierno como los restantes partidos democráticos tienen que reaccionar. No basta con hacer las cosas bien. Es preciso hacerlas con una abundante y amplia pedagogía social necesaria, para que los ciudadanos sepan entender los beneficios sociales, familiares e individuales de las medidas -sean de corto o de largo plazo- que se han ido tomando y que se han de seguir adoptando. De manera que dichas medidas puedan sentirlas como algo que afecta positivamente a sus vidas cotidianas, y que mejorarán el futuro de sus hijos.

Para que entiendan que sus libertades no consisten tanto en tomarse unas cervezas en una terraza, como en lograr una emancipación económica y social, que pasa por los salarios, por la vivienda, por la dignidad, suficiencia y eficiencia de los servicios públicos; por los convenios colectivos y por la participación social y política. Y que todo eso tiene que ver con unas políticas y unas leyes que son las que hoy se están decidiendo y aprobando por parte de una mayoría parlamentaria progresista, desde la iniciativa de un Gobierno que -además de hacer frente a diversas crisis sobrevenidas- está removiendo los obstáculos impuestos por los pasados Gobiernos de la derecha, y está construyendo alternativas.

Conviene tener los ojos muy abiertos para no dejarse anestesiar con eslóganes manidos e interesados, que no arreglan nuestras vidas, y que como mucho pueden terminar traduciéndose en empujones despóticos no sólo a periodistas sino a todo tipo de ciudadanos. Y no olvidemos que estos empujones se pueden dar de muy diversas maneras. Tanto desde una guerra ilegal como la de Irak, por ejemplo, como desde la venta de las viviendas sociales a los fondos buitre, o con la privatización soterrada de los servicios públicos, previo deterioro de los mismos, como está ocurriendo en estos momentos con la Sanidad pública en Madrid.

La amenaza del “socialismo free” de Ayuso