jueves. 25.04.2024
constitucion_congreso
Jornadas de Puertas Abiertas en el Congreso de los Diputados.

Salvo algunos actos institucionales de muy corto calado (desarrollados casi a hurtadillas) y algunas manifestaciones republicanas, nacionalistas, etc. contra la Constitución, de quienes la tildan junto a la Transición (¿1975-1982?) como del “Régimen del 78” y borbónica, de forma más o menos virulenta o más o menos despectiva, el 6 de diciembre de cada año, desde 1978 para una gran mayoría de la opinión pública y para los “más media”, pasa como un día festivo más “sin pena ni gloria”, que junto al vergonzante mantenimiento de la católica festividad nacional del 8 de diciembre se monta (para algunos) una especie de acueducto vacacional que (al parecer) a quien más favorece es al sector turístico.

El 6 de diciembre pasa desapercibido, casi sólo se le conoce porque es fiesta y poco más. Apenas se habla de su significado, sin embargo la que para algunos es una Constitución pactada para una “minoría privilegiada”, se ha convertido en el texto más longevo de la historia constitucionalista de España, para bien o para mal.

Para colmo, los sectores políticos más conservadores se han convertido en sus más afamados defensores, precisamente son los “herederos” de quienes la votaron en contra en su día, tanto en el Parlamento, como en el Referéndum.

España históricamente nunca fue un territorio europeo excesivamente constitucionalista en el sentido más ilustrado y liberal del término. La de 1812, tildada como constitución liberal, era profundamente católica y monárquica. A lo largo del XIX se sucederían diversidad de constituciones, algunas ni se llegaron aplicar y se desarrollaron en momentos de mayor liberalismo y/o absolutismo monárquico. Incluso hubo proyectos constitucionales federalistas y republicanos.

Pero era el catolicismo, el conservadurismo político y el régimen borbónico el que se terminaba por imponer siempre, cuando en Europa, en EEUU (desde 1877) y en una gran parte de América Latina se ponían en práctica constituciones laicas, liberales y republicanas en los siglos XIX y XX.

En España, hasta la Constitución republicana de 1931 no hubo un texto Ilustrado y democrático de convivencia. Luego llegó un muy largo periodo no constitucional que duró cuatro décadas hasta la Constitución actual, cuyo texto lleva rigiendo, salvo dos puntuales modificaciones, 44 años (una, por cierto, muy desafortunada). Es un texto que reconoce la monarquía como forma de Estado, que no resuelve el municipalismo, ni la cuestión territorial de forma clara. Es más, esta cuestión ha generado enormes diferencias territoriales y causado enormes quebraderos de cabeza políticos y sociales. Y aun los causa y los seguirá causando.

Sin embargo el preámbulo, el título preliminar y el primero son impecables, desde un punto de vista jurídico constitucionalista de la defensa de la democracia y de las libertades. Otra cosa es que, en estos 44 años haya necesitado de alguna actualización y que haya algunas cuestiones (deliberadamente) algo ambiguas en los artículos 16 y 27, relacionadas con el mantenimiento de los privilegios históricos de la Iglesia católica. Afianzados con la firma de un Concordato en 1979, que aun sigue vigente.

Aunque tuve el privilegio de pertenecer al puñado de personas que estuvimos ocupados entre 1977 y 1982, de aprobarla y desarrollarla inicialmente, también pertenezco a otro más reducido grupo de personas que hubiéramos preferido una Constitución republicana y federalista y así los peleamos muy en minoría, sin éxito dentro de nuestros grupos parlamentarios. Pero había que seguir hacia adelante. Hay que situarse en el contexto histórico del momento.

Ya me gustaría a mí que de producirse (algún día) un verdadero proceso constituyente o una reforma constitucional desde abajo, los textos que salieran adelante fueran tan avanzados como éstos de 1977/78.  Eso sí, como Estado federal y republicano. Aunque ello tampoco es la panacea para desarrollar modelos de convivencia más justos y socialmente igualitarios. Porque esto se podría desarrollar con la actual Constitución, pero ni se quiere, ni se le espera, que cada cual analice el por qué.

El problema fundamental del articulado de la Constitución es la forma errónea, timorata y conservadora de cómo se está gestionando y aplicando desde 1979 hasta hoy

El problema fundamental del articulado de la Constitución, es la forma errónea, timorata y conservadora de cómo se está gestionando y aplicando desde 1979, hasta hoy.  Sobre todo sus principios básicos, cuya responsabilidad recae en los gobiernos y legislaturas que se han ido sucediendo de mayorías más progresistas y más conservadoras y hasta hoy.

¿Era posible una Constitución mejor? Imposible. No hubo ruptura hubo una transición consensuada por una gran parte de la “izquierda” y de la “derecha” de la época, pasar, sin peaje, de un régimen fascista y nacional católico a un régimen democrático formal y tutelado. Liderada por un rey nombrado por el dictador y por gentes que provenían del Movimiento.

Es una evidencia, la Constitución no rompía con el régimen franquista, éste se adaptaba, deliberadamente a una nueva situación. Una mayoría de procuradores de las Cortes franquistas apoyaron la reforma del Régimen y la Ley para la Reforma política, que fue respaldada ampliamente, en Referéndum, por la ciudadanía.

Por mucho que algunas personas de la época se empeñen en decirlo una y otra vez, no fue un proceso constituyente, como se deseaba desde una parte de la oposición democrática al franquismo. Hubo un pacto: “Reforma por Ruptura”.

Pero lo que es una evidencia es que 44 años después, la polarización política y social está llegando a límites insoportables y peligrosos. Los atajos a la propia Constitución, se suceden, propiciados desde el poder político. Para los que procedemos de la cultura del acuerdo y del consenso nos resulta altamente desagradable, fastidioso y bochornoso.

En suma, nos acercamos a un nuevo año electoral. Una casposa confrontación partidista a varias bandas “está servida”. Las mentiras (fake news) suplantarán a los programas electorales. Y en este contexto, “que cada cual aguante su vela”.

Por el momento, la Constitución, con su vejez, achaques, defectos y virtudes, sigue ahí para tratar de preservar algunas libertades y una democracia, al menos en lo formal. Por ahora.

Francisco Delgado. Fue diputado en 1977 y senador en 1979

44 años de Constitución vilipendiada, en un panorama de alta confrontación política