viernes. 29.03.2024
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Celebramos este 1º de Mayo en un momento difícil. Una cosa es que hayamos superado y hasta olvidado la pandemia, como si hubiera sido un esporádico, inesperado y triste acontecimiento que merece la pena ser olvidado cuanto antes y otra cosa es que haya quien no quiera ver las profundas transformaciones que se están produciendo en el mundo y en nuestras vidas cotidianas. 

Vivimos el 1º de Mayo en una encrucijada. No ha sido sólo la pandemia. Desde la crisis desencadenada con la quiebra de Lehman Brothers, el destrozo en la economía, en el empleo, en el papel protector del Estado, o en las propias posibilidades de supervivencia del ser humano, como especie, sobre el planeta, comenzaban a ser evidentes. La guerra de Ucrania sólo ha sido la notaría en la que hemos levantado acta del comienzo de una deriva difícilmente reversible.

El sindicalismo español, el sindicalismo europeo, el movimiento obrero en el mundo, no puede seguir entretenido en dictaminar si son galgos o podencos los que vienen tumba abierta hacia nosotros. Son, en todo caso, perros veloces, que no dudarán en cazar una liebre, un urogallo, o un ganso, un zorro, un ciervo si es necesario y hasta un jabalí, si el amo lo exige. 

Llevo varios años colaborando con LabourStart, una “agencia de noticias” del sindicalismo internacional y un instrumento de difusión de campañas sindicales a todos los países del mundo. Cada día tengo la ocasión de comprobar las tremendas diferencias que existen en las condiciones de trabajo a lo largo y ancho del planeta. 

Cada día me asalta la necesidad de que las preocupaciones, el sufrimiento, el esfuerzo, la voluntad transformadora, encuentren fórmulas organizativas (políticas, sociales, sindicales), no excluyentes, que incorporen lo mejor de cada cual, que respeten a las minorías y las decisiones democráticamente adoptadas. Que huyan del populismo fácil y del maniobrerismo de cortos vuelos.

Compruebo que no es fácil, incluso en un mismo país, con problemas compartidos, poner de acuerdo, hacer confluir, los esfuerzos sindicales. Y, sin embargo, sólo cuando las campañas sindicales buscan el punto de encuentro, huyendo del sectarismo y del partidismo, las luchas se generalizan y los logros, nunca plenos, siempre insuficientes, se abren camino.

El sindicalismo español, desde las grandes centrales sindicales como CCOO y UGT, hasta confederaciones minoritarias como CGT, CNT, o USO, o los sindicatos nacionalistas como ELA y LAB en Euskadi, o CIGA en Galicia, convocarán sus manifestaciones, enarbolarán sus propias consignas y formularán sus reivindicaciones.

La cuestión salarial es compartida, de entrada, por todas las organizaciones. Las insoportables subidas de los precios que se comen el poder adquisitivo de los salarios. La negativa de unas patronales obsesionadas con multiplicar beneficios a costa de abaratar los costes salariales y subir especulativamente los precios. 

Un tema, el de los salarios y la negociación colectiva, que aparece en todos los discursos, en los que se resaltan los altos beneficios de la banca, las energéticas, o las grandes distribuidoras, que alcanzan cotas nunca vistas, mientras las condiciones de trabajo, la siniestralidad laboral, el maltrato laboral de las mujeres, especialmente en sectores como los de los cuidados, siguen siendo el pan nuestro de cada día en las empresas.

Sin embargo, pocas más son las coincidencias. La discrepancia en  materia de empleo es evidente. Las grandes centrales insisten en que el acuerdo sobre reforma laboral, firmado con el gobierno y la patronal, ha sido muy positivo y la subida del Salario Mínimo (esta vez sin acuerdo con los empresarios) ha supuesto un avance sin precedentes.

Mientras tanto, en sus manifiestos del 1º de Mayo, el resto de sindicatos niegan la mayor y resaltan que la precariedad, disfrazada ahora de contrato fijo, sigue siendo lo habitual en nuestro país. Hay quien insiste en sus  propios lemas en que estos salarios son incapaces de garantizar la vida, e incluso la supervivencia, de muchas personas y familias. 

Otro tanto ocurre con las pensiones, una herramienta, una conquista fundamental para asegurar que quien hoy trabaja pueda tener unas dignas condiciones de vida hasta el final de sus días. Los sindicatos firmantes del acuerdo de pensiones resaltan que han blindado el futuro de los pensionistas, o que han mejorado las futuras pensiones de las mujeres. 

El resto de organizaciones sindicales afirman que el acuerdo supone aceptar reformas anteriores como las del PP y que el blindaje es transitorio, porque con condiciones de trabajo como las actuales, las pensiones terminarán siendo bajas, si no se introducen otros factores correctores. 

Durante años he formado parte de la vida organizativa del sindicalismo español, desde la Secretaría General de las CCOO en Madrid y luego desde la Secretaría de Formación de la Confederación. Fueron tiempos, estos del inicio del nuevo siglo, en los que la aceleración de los cambios nos obligó a afrontar luchas como las de SINTEL, o Coca-Cola, el combate contra el terrorismo de ETA y el del fundamentalismo islamista, contra la Guerra en Irak, la defensa de las pensiones, la confrontación contra las reformas laborales. 

En pocos años tuvimos que organizar cinco huelgas generales, buscando la alianza con la sociedad y con los demás sindicatos (fue en Madrid donde inventamos las Cumbres Sociales y las Sindicales). No fue fácil pero de allí salieron elementos de cooperación sin los que nunca hubiéramos resistido las sucesivas y poderosas ofensivas del ultraliberalismo, uno de cuyos centros fue siempre Madrid, cuyo único objetivo ha sido llenar los bolsillos del sector privado a costa de los recursos públicos.

Creo que, con la que está cayendo, el sindicalismo español debería intentar reconocer lo positivo y también lo negativo de cuanto hacemos y la magnitud de los retos que afrontamos. Creo que debemos aprender a debatir sin crispación sobre logros, aciertos, errores y efectos indeseables de algunas medidas.

Creo que debemos reivindicar las experiencias vividas y contribuir a que el conjunto de la sociedad y de la clase trabajadora actuemos desde la diversidad, desde la pluralidad, sin exclusiones, sin sectarimos, desde la unidad, para hacer lo que siempre hemos sabido hacer: abrazarnos a la vida y salir a defenderla. Porque eso es lo que está en juego.

De eso se ocupó siempre la cultura del trabajo, la del 1º de Mayo y de eso se trata también, más que nunca, en estos momentos. 

Un 1º de Mayo en la encrucijada