martes. 30.04.2024

Por Dailos Reyes | Tengo la suerte de contar entre mis allegados y conocidos con personas de diversos estratos sociales, culturales, nivel adquisitivo e ideología política. En mi microentorno, las empresas demoscópicas podrían realizar sondeos de opinión más fiables que el CIS. Bromas aparte, con este artículo pretendo mostrar lo orgullosos que debemos sentirnos por tener un sistema sanitario y educativo públicos, que a pesar de sus imperfecciones e innumerables mejoras que se pueden hacer, son clave en la vida de la gente; y que realmente no sabemos lo importante que son hasta que lo perdemos, o necesitamos usarlos.

Ideológicamente siempre los he defendido, aunque reconozco que en más ocasiones de las que me gustaría, he acudido a consultas u hospitales privados, y he coqueteado con la posibilidad de enviar a mis hijos a colegios privados (por su bilingüismo) o concertados (no sé muy bien por qué en este caso, porque encima no me queda cerca ninguno ☹). En este sentido, estoy dentro de la campana de Gauss, ya que los españoles solemos menospreciar nuestros servicios públicos, con comentarios tipo – es que no puedo estar 3 horas esperando - - en el hospital no tengo habitación privada- mis hijos saldrán mejor preparados del colegio X- etc.  En resumen, que tenemos metido en nuestra cabeza que la Sanidad y la Educación Pública no funcionan.

En definitiva, crear un proyecto de país inclusivo, que ponga en valor nuestros principales activos como sociedad, que desde mi punto de vista son la Sanidad y la Educación Pública

Y saben que les digo, que es MENTIRA, que funcionan, a pesar del maltrato al que ha sido sometida por algunos gobiernos de corte neoliberal, y ser objeto de grandes recortes, fomentando la concertación sanitaria y educativa. Es cierto que es muy mejorable, y que existen problemas estructurales como las listas de espera, el caos de los servicios de urgencias, falta de camas, falta de profesionales, y que muchos de ellos estén poco motivados y/o exhaustos, que el bilingüismo es escaso en el sistema educativo, exceso de burocracia, y un sinfín de argumentos negativos que podemos encontrar, para difamar y dilapidar nuestros principales activos del Estado del Bienestar. Una campaña perfectamente orquestada para convertir la salud y la educación en un negocio.

¿Qué hacemos para mejorar estos servicios esenciales? En primer lugar, debemos creer en ellos, y exigir que cumplan todos los implicados en el sistema (profesionales, gobernantes y usuarios). Debemos tener claro que la educación y la salud NO pueden ser negocio, y hacer pedagogía en la ciudadanía, pero antes, debemos solucionar los problemas estructurales de los sistemas, para que los usuarios no sientan desapego hacia los servicios colectivos.

El principal argumento que se utiliza desde los gobiernos y los políticos de corte neoliberal es el ahorro, que son sistemas muy onerosos para las arcas públicas. Pero ¿Realmente creen que una cama privada/concertada es más barata que una cama pública? ¿De dónde sacan el margen? Si existiese, que lo dudo porque es un argumento simplón, se sacará de la calidad del servicio ofertado. En este punto seguro que habrá algún lector llevándose las manos a la cabeza, llamándome demagogo en el mejor de los casos. Pero piénsalo bien, si la entidad pública da el servicio sin ánimo de lucro, como puede ser más cara que una entidad privada, si esta tiene que remunerar a los accionistas, y te aseguro que el capital no se paga barato. Más bien es que algunos financiadores de campañas y/o amigos tienen negocios sanitarios y educativos, que tienen que ser mantenidos con fondos públicos, previa defenestración de los servicios públicos, para que sean atractivos para la ciudadanía.

Por otro lado, para poder trabajar en los sistemas públicos, hay que pasar por un proceso de selección engorroso y desnortado, que incluye un concurso/oposición basado en la memoria, mientras que para trabajar en el sistema privado/concertado basta cumplir los requisitos de titulación. Además, los profesionales del sistema privado, por defecto, tienen menor salario que el mismo trabajador en el sistema público. Si el trabajador no se siente bien pagado, ¿creen que estará motivado a dar un buen servicio?

Bueno no voy a volverles loco con argumentos técnicos y políticos a favor de los sistemas públicos, sino que voy a contarles mi experiencia, que seguro ustedes también han tenido, y que da título a este artículo.

Si no fuera por la sanidad pública, probablemente no hubiese escrito este artículo. Hace unas semanas, me detectaron un tumor, y en poco más de 20 días me hicieron todas las pruebas pertinentes y pasé por el quirófano para extraérmelo. Ahora estoy a la espera del resultado, para ver si hay que atacar por otros frentes y dar tratamiento oncológico. Si no hubiese seguridad social, probablemente dependería de un seguro médico que posiblemente estuviera limitado a ciertas cosas, y que me costaría renovar, o me subirían la cuota, en un momento donde tampoco podría trabajar. O tendría que buscar el dinero por donde fuera para poder enfrentarme a esta situación, endeudándome o endeudando a mi familia. O en el peor de los casos, dejarme ir hasta que fuera irreversible y morirme.

Si no fuera por la educación pública, probablemente no hubiese escrito este artículo. Provengo de una familia trabajadora, con 6 hermanos, 4 de ellos universitarios. Sin la educación pública, probablemente no tendría las herramientas para poder entender lo importante que es tener servicios públicos de calidad, ni habilidades comunicativas suficientes para expresarlo.

Si no fuera por la educación pública y la sanidad pública, solo tendría 1 hijo, ya que darle cuidados sanitarios y estudios pondría en serios aprietos la economía familiar, y sería imposible hacerlo con más descendencia.

Vivimos tiempos oscuros, tiempos de pandemia y amenaza de guerra mundial. Tiempos de incertidumbre, pero también de esperanza. Tiempos donde todos debemos estar unidos en favor de un proyecto común. Un proyecto que se nutra de servicios públicos de calidad, mejorando las instalaciones educativas y sanitarias, incrementado las plantillas de profesionales y dándoles herramientas que favorezcan la mejora en la calidad de los servicios ofertados. Mejorar los procesos selectivos, quitando pruebas absurdas y fomentando las habilidades que se necesitaran para el puesto.

En definitiva, crear un proyecto de país inclusivo, que ponga en valor nuestros principales activos como sociedad, que desde mi punto de vista son la Sanidad y la Educación Pública.  Y no podemos perder esta batalla, ya que nos arriesgamos a que se cumpla esa premisa tan española, de no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, o necesitamos usarlo.

No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, o necesitamos usarlo