jueves. 02.05.2024

Aproximadamente el 80% de nuestro sistema inmunitario está en el intestino: la microbiota intestinal (Se denomina microbiota al conjunto de millones de microorganismos que conviven en simbiosis, principalmente en nuestro tracto digestivo), nos puede ayudar a fortalecerlo y luchar frente a las infecciones más comunes. Sin embargo, puede desequilibrarse fácilmente y afectar nuestras defensas. Los probióticos son microorganismos vivos que fueron previamente aislados y caracterizados. Se conoce su identidad, por lo tanto, también su trazabilidad. Han demostrado ser seguros. Cuando llegan al intestino, cumplen funciones que habitualmente cumple la microbiota, entre las más importantes estimular la respuesta inmunológica. Vienen en dos formatos: en alimentos lácteos fermentados o en suplementos. Otras investigaciones señalan que las variaciones en la composición de la microbiota intestinal tienen relación con el desarrollo de trastornos metabólicos, como la obesidad y la diabetes.

Investigadores de la APC (Alimentary Pharmabiotic Centre) han demostrado que los niveles cerebrales de serotonina, la “hormona de la felicidad”, están regulados por la cantidad de bacterias en el intestino durante los primeros años de vida. Su investigación se publica hoy en la revista internacional líder en psiquiatría, Molecular Psychiatry.

El 80% de nuestro sistema inmunitario está en el intestino: la microbiota intestinal nos puede ayudar a fortalecerlo y luchar frente a las infecciones más comunes

Esta investigación muestra que la función cerebral normal de los adultos depende de la presencia de microbios intestinales durante el desarrollo. Los científicos del APC utilizaron un modelo de ratón libre de gérmenes para demostrar que la ausencia de bacterias durante los primeros años de vida afectaba significativamente a las concentraciones de serotonina en el cerebro en la edad adulta. La serotonina, la principal sustancia química involucrada en la regulación del estado de ánimo y la emoción, se altera en momentos de estrés, ansiedad y depresión, y la mayoría de los medicamentos antidepresivos clínicamente efectivos funcionan dirigiéndose a este neuroquímico.

La investigación también destacó que la influencia depende del sexo, con efectos más marcados en los animales machos en comparación con las hembras. Finalmente, cuando los científicos colonizaron a los animales con bacterias antes de la edad adulta, encontraron que muchos de los cambios en el sistema nervioso central, especialmente los relacionados con la serotonina, no podían revertirse, lo que indica una impresión permanente de los efectos de la ausencia de flora intestinal en la función cerebral.

Esto se basa en trabajos anteriores, del grupo de Cork y otros, que muestran que existe un eje microbioma-intestino-cerebro que es esencial para mantener una salud normal que puede afectar al cerebro y al comportamiento. Este eje está formado por la microbiota, el sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo, el sistema neuroendocrino, el sistema neuroinmune y el sistema nervioso central. El sistema nervioso entérico se encarga del funcionamiento básico gastrointestinal (motilidad, secreción mucosa, flujo sanguíneo), y el control central de las funciones del intestino se lleva a cabo gracias al nervio vago. Este complejo eje conforma un sistema de comunicación neurohumoral bidireccional conocido desde hace tiempo. Son muchos los trabajos que apoyan su existencia. Así, existe una correlación entre las alteraciones de la microbiota y la encefalopatía hepática, la ansiedad, el autismo o el colon irritable. En estas enfermedades existe una disbiosis (cambios en la composición normal de la microbiota) que genera cambios en la motilidad gastrointestinal, afecta a las secreciones y produce una hipersensibilidad visceral. En estas circunstancias se ven alteradas las células neuroendocrinas y las del sis­tema inmune, modificando la liberación de neurotransmisores, lo que se podría traducir en las diferentes manifestaciones psiquiátricas. A su vez, estudios en modelos animales expuestos a diferentes situaciones de estrés han evidenciado variaciones en la composición de la microbiota. De esta manera se puede postular la comunicación bidireccional en este eje; la microbiota afecta al comportamiento humano y, a su vez, alteraciones en él producen cambios en la microbiota 

Los niveles cerebrales de serotonina, la “hormona de la felicidad”, están regulados por la cantidad de bacterias en el intestino durante los primeros años de vida

“Como neurocientífico, estos hallazgos son fascinantes, ya que destacan el importante papel que desempeñan las bacterias intestinales en la comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro, y abren la intrigante oportunidad de desarrollar estrategias únicas basadas en microbios para el tratamiento de trastornos cerebrales”, refiere el profesor John F. Cryan, autor principal de la publicación y jefe del Departamento de Anatomía y Neurociencia de la University College de Cork de Irlanda.

Esta investigación tiene múltiples implicaciones para la salud, ya que muestra que las manipulaciones de la microbiota (por ejemplo, mediante antibióticos, dieta o infecciones) pueden tener profundos efectos en cadena sobre la función cerebral. “Estamos muy entusiasmados con estos hallazgos”, dijo el autor principal, el Dr. Gerard Clarke. “Aunque siempre hemos creído que la microbiota era esencial para nuestra salud general, nuestros resultados también ponen de manifiesto lo importantes que son nuestros pequeños amigos para nuestro bienestar mental”.

En otro estudio participaron 200 mujeres del Nurses' Health Study II. Las participantes, de mediana edad y en su mayoría blancas, rellenaron una encuesta en la que se les preguntó sobre sus sentimientos en los últimos 30 días. 

Las manipulaciones de la microbiota pueden tener profundos efectos en cadena sobre la función cerebral

Las cuestiones incluyeron datos sobre emociones positivas (sentirse felices o esperanzadas sobre el futuro) o negativas (tristes, preocupadas, inquietas, desesperanzadas, deprimidas o solas). Se evaluó además cómo gestionaban sus emociones. 

Tres meses después, las mujeres proporcionaron muestras de heces, que se analizaron mediante secuenciación metagenómica. El equipo comparó los resultados del análisis microbiano con las respuestas a la encuesta, buscando conexiones. Algunas de las especies que aparecieron en el análisis se habían relacionado anteriormente con problemas de salud, como la esquizofrenia y las enfermedades cardiovasculares. Estos vínculos entre la regulación de las emociones y el microbioma intestinal podrían afectar a los resultados de salud física y explicar cómo influyen las emociones en la salud.

El análisis descubrió que las personas que reprimían sus emociones tenían un microbioma intestinal menos diverso. Los investigadores también descubrieron que aquellas que declaraban sentirse más felices tenían niveles más bajos de la bacteria Firmicutes CAG 94 y de la bacteria Ruminococcaceae D16. Mientras que aquellas que mostraron emociones más negativas tenían más de estas bacterias.

Por último, compartir esta reflexión de Pablo Neruda: “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.

¿Las bacterias intestinales pueden regular la felicidad?