sábado. 27.04.2024
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Entre las fórmulas más conocidas con las que el Capital se ha estado apoderando de parte de las rentas del trabajo podemos citar la que derivada de la plusvalía; la que nos determina la existencia de un ejército de parados que este Sistema ni puede ni desea confrontar. Entre ellas. la que por su aparente levedad le hemos prestado menor atención se encuentra en primer lugar, la que se conoce como Ley de Okun, la que laxa, pero no menos firmemente nos señala como tasa natural de paro; una tasa representada por un 2,6% de una masa laboral que por carecer de un puesto de trabajo ha de ser asistida por el sector Público;  y una tasa que más allá de considerarse natural, fluctúa en función de las innumerables causas que se generan en el Capitalismo: como son la activación de la economía a través del incremento de la masa monetaria; la existencia de un capital muerto como la adquisición de bienes que como la vivienda se ha desvinculado del proceso económico; las alteraciones provocadas en el PIB contingentes a las actividades especulativas que se llevan a cabo en la Bolsa de Valores; el desplazamiento de las empresas locales a otros mercados; la tecnología; la productividad; los egresos marginales que tiene que proveer lo Publico como consecuencia de la prolongación de la vida; y entre otros muchos,  la política económica de los partidos instalados en el Poder.

El Capital se ha estado apoderando de parte de las rentas del trabajo a través de la existencia de un ejército de parados que este Sistema ni puede ni desea confrontar

La pregunta que hemos de hacernos es si en la supuestamente aceptada vigencia de este 2,6% como tasa de paro natural, esta tasa pueda llegar a más del 40% de la población asalariada. Y todas estas consideraciones me hacen recordar unos párrafos que figuran en la obra ¿Es posible otra economía de mercado? que observa lo siguiente:

“Al intentar analizar la relación que debe de existir entre lo creado y lo consumido, la representación que con mayor vigor me viene a la mente es la de aquellas “sweat shops” que nos describieron algunos de los economistas que consideramos como clásicos. La de aquellos sórdidos talleres en los que trabajaban por un salario mísero, tanto padres de familia, como niños, desde la más corta edad, todos los días de la semana doce o catorce horas diarias. En su sentido económico más estricto, esta forma de producir, tanto por las horas empleadas como por el bajo costo incurrido en la producción debería llevar aparejada la existencia para alguien de un enorme cúmulo de riquezas. Sin embargo, a lo que condujo fue a perpetuar la indigencia de quienes se veían sometidos a este tipo de trabajo y a reducir el horizonte comercial de aquéllos que la habían impuesto.”

Cuando debido a la reducción de los costos de fabricación las empresas alcanzaron mayores rendimientos económicos, se consiguió una elevación relativa de los salarios

La forma con la que esta situación pudo superarse fue inventando el Capitalismo. Aplicando el modelo que en esta obra a continuación se cita:

"En una economía (como la manifestación del buen hacer con el que se debe gestionar los bienes y el bienestar de la comunidad), sólo se puede proceder de una forma correcta, cuando la bondad que en su funcionamiento sepamos imprimirle alcance a todos los que puedan componerla. Mientras que aquellas pobres criaturas no pudieron disponer de medios con los que adquirir lo que ellos mismos estaban creando, la producción tuvo que mantenerse contraída. Sólo se solucionó a través de un desenlace que lo único que hacía era trasladar a otros el problema. Cuando con la llegada de la revolución industrial en algunos países se materializó un incremento relativo de la producción con respecto a otros que permitió exportar aquello que no se podía consumir en el mercado propio. Cuando debido a la reducción de los costos de fabricación las empresas alcanzaron mayores rendimientos económicos, se consiguió una elevación relativa de los salarios con la que aminorar aquel retraimiento que padecía el consumo interior. Lo cual, por otra parte no es más ni menos que la demostración de que lo que no puede ser demandado en el mercado (debido a una producción y una distribución desequilibrada e injusta), es preciso solventarlo exportando este desequilibrio a quienes necesitan importar aquello que o bien no pueden producir, o mal, no pueden producirlo competitivamente).

Lo que ocurre es que esta solución tan solo puede ser puntual; ya que con ella no se está cumplimentando "el buen hacer con el que se debe gestionar los bienes y el bienestar de la comunidad".

Coma pienso y no piense (2+2=5)