sábado. 27.04.2024

Y voy a empezar esta serie sumergiéndome en lo que sigue siendo otra inmersión de idéntica naturaleza: la de esperar que lo que en él exponga sirva para que las neuronas de aquéllos a los que me dirijo, despierten del letargo en el que, desde los poderes que manipula esta sociedad las mantienen sumergidas. Porque para llevar a cabo esta manipulación es necesario que el pueblo no piense que tiene que pensar de una manera crítica. Se les consiente forjar opiniones que no vayan a incomodar a los que se las permiten. Se les autoriza suponer siempre que este atisbo no lo lleven a fraguar un enjuiciamiento. Todo está controlado para que nuestra capacidad de discernir no trascienda sobre las "verdades" que salvaguardan los intereses de clase. Entre los cuales se encuentra la religión, el concepto de Estado y hasta una cultura subjetivamente objetivada. Y para ello, en su versión más sofisticada se utiliza la libertad de conceptualizar nuestras dolorosas vivencias, como el resultado de que éstas son la consecuencia de unos deslices que nos han llevado a tener que vivirlas en un valle de lágrimas. Una conceptualización que libera al modelo, y que al mismo tiempo nos obliga a tener que aceptarlo, como una liberación que iremos a encontrar más allá de este valle. 

En sus versiones más burdas (y paradójicamente más tecnificadas), nos encontramos, que habiéndonos perdido en medio de los cuatro puntos cardinales para que puedan controlarnos, estamos sometidos por un lavado de cerebro canallescamente perpetrado por los medios de comunicación afines al modelo. Un modelo en el que se ha forjado un Ministerio de la Verdad, que con independencia de la utilización de la mentira, organiza su estrategia haciendo uso del temor representado por la inseguridad al que nos ha llevado un proceso de idiotización masiva. Un modelo o sistema que ante la sensación generalizada de encontrarnos perdidos, y al mismo tiempo ubicados, permita a su Ministerio de la Paz, descubrir y expulsar aquéllos que desde este ministerio consideren como anti-sistemas.

Todo está controlado para que nuestra capacidad de discernir no trascienda sobre las "verdades" que salvaguardan los intereses de clase

Este modelo ha conseguido que no tengamos propósitos; a que nuestro sentido de la vida no sea el de Ser, sino el de Tener. Un tener que por estar representado por una total subjetividad, inconscientemente se autoexcluye de la convivencia personal con el resto de la sociedad. Y esto es algo que ya estamos viendo sobre todo en los países que presumen de ser más desarrollados. Y para que la sociedad se mantenga en un limbo que como un lugar de promesas, nos separe del infierno representado por la realidad, el modelo nos ha proporcionado gratuitamente unos medios que como el Whatsapp, los que no han sido bautizados con la catequesis que como religión impone este modelo, en función de lo que dijo Orwell, se encuentran eufemísticamente sometidos a la necesidad de un Ministerio de la Paz.

Lo que ocurre es que los que arrastran un pecado que sin haberlo cometido fueron condenados, han llegado a la conclusión redentora de que para reparar los rigores de la combustión interna que sufren en ese limbo, han inventado el botellón, el uso de las drogas y un acercamiento biológico exclusivamente carnal; una conclusión que avalada por Norman O. Brown (como se menciona en la obra ¿Es posible otra economía de mercado?), sin ninguna indulgencia para con los aspectos positivos de una sociedad en la que no se hubiera instalado este modelo, teníamos que desmitificar todos nuestros condicionamientos culturales. 

Un modelo que haciendo uso de una tecnología como el Whatapps, que en lugar de servir para intercambiar ideas y consensos, en nuestra recién adquirida libertad para expresar y manifestar nuestras vacuas manifestaciones, conlleva un aislamiento que como antítesis de una libertad que no pude estar enclaustrada, empieza y acaba en uno mismo.

Sólo somos seres racionales, cuando hacemos uso de nuestro raciocinio

Para alcanzar la libertad, lo primero que tenemos que hacer es concienciarnos qué somos, y cuál es el sentido de nuestra vida. Es decir, tenemos que forjar lo que en la sociedad haya de ser nuestra propia identidad. Convivir es vivir con. Y para conseguirlo no podemos permitir que nuestros actos estén mediatizados por la tecnología. Podremos hacer uso de ella, pero nunca que ésta nos convierta en unos seres en los que los conceptos personalidad, libertad e identidad no sean necesarios para la convivencia que este modelo ha diseñado.

A este respecto someto a vuestra consideración un párrafo que escribí hace años, titulado "Yo he tratado de ser yo; a pesar de lo que intentaron los demás". En ellos se podía leer:

Para llegar a ser, como entidad, es necesario que nuestro comportamiento se encuentre sometido al análisis de lo que a través de nuestras vivencias pretendemos ser. Cuando lo considerado sea el resultado de un proceso intelectivo que a tenor de esta asunción tenga que ser calificado como una cultura. Lo que ocurre es que este ejercicio de ponderación exige un esfuerzo que es contrario a la práctica mecánica con la que materializamos la mayor parte de nuestras actividades. Sólo somos seres racionales, cuando hacemos uso de nuestro raciocinio. En tanto en cuanto llevemos a cabo nuestros actos de una forma en la que lo que realicemos lo desarrollemos de una forma refleja, comenzamos a estar determinados por los intereses subjetivos de aquéllos que, utilizando el intelecto, establecen las pautas que de forma mecánica tenemos que seguir.

De nuestra identidad y de cómo está manipulada