domingo. 28.04.2024

España una, grande y libre. Era el bombardeo de la propaganda franquista. Ni era libre. Ni era grande y, desde luego, no era una. El mismísimo Franco concedió Fueros a las llamadas Vascongadas y Navarra.

En una tarde perdida estaba viendo TRECE TV, televisión patria y católica donde las haya, y ante mis asombrados ojos unos conquistadores metidos hasta las rodillas en las aguas del recién descubierto Pacífico proclamaban la toma de ese mar en nombre de la corona de Castilla. Sin entrar en disquisiciones históricas tal descubrimiento era varias décadas después de la tan proclamada unidad de España de los Reyes Católicos (aunque conviene recordar que en el siglo XVI existían varias Cortes en varias regiones que Carlos V tuvo que dominar para proclamarse emperador). Con la película rodada en medio de la Dictadura sorprendía el concepto de Castilla y no de España.

Para reflexionar sobre tal cuestión tendría que volver a los constituyentes de Cádiz, a Menéndez Pelayo, a Menéndez Pidal, a los constituyentes de la II República o los de la Constitución de 1978, lo cual excede mis cortas entendederas y el ámbito de este artículo.

España una, grande y libre. Era el bombardeo de la propaganda franquista. Ni era libre. Ni era grande y, desde luego, no era una

Así que recurro a la inspiración de la mochila del Gran Labordeta y la lección de uno de mis grandes profesores quien decía que para comprender un país había que conocer sus mercados y su cocina antes que sus museos. Pues allá vamos.

Sintetizar la cultura gastronómica nos llevaría libros enteros. Necesariamente hay que hacer una reducción a riesgo de caer en algún tópico.

Como el sol sale por Levante empecemos por la paella. Bajando por la costa nos acercamos al espeto malagueño. Seguimos por las gambas de Huelva, sin olvidar los pescaítos de Caiz. Y no podemos dejar Al Andalus sin mencionar su gazpacho. Gazpacho andaluz que no tiene nada que ver con el extremeño, con su pan mojado en agua. O con sus migas con pimentón de la Vera. O su cabrito asado.

Cruzamos a La Mancha, con su queso, su inmejorable cordero que riñe con el de Valladolid. Sin olvidar al arroz zamorano con carne y chorizo. La Galicia del marisco, de la empanada, del lacón con grelos, del pulpo. La Asturias de les fabes, del queso de Cabrales, de la magnífica anchoa, del percebe de Cudillero. De la Cantabria de la misma anchoa, del cocido montañés que necesitas cinco horas para disfrutarlo.

De la Rioja del vino y las chuletas al sarmiento. De una Huesca con unas frambuesas que te quitan el hipo. De los melocotones de Teruel. De los caracoles a la llauna, de Lleida. De los calçot catalanes, de su cava.

La lista sería extensa. Se me olvidaba, y del entrañable cocido madrileño.

Defender que Madrid es España y que España es Madrid además de una tontería es una reminiscencia de cuando la Corte era el epicentro y todo se movía a su alrededor

Si los pueblos se caracterizan por su cultura y dentro de ella está la culinaria, con tal pluralidad, ¿cómo se puede defender un solo plato o una sola lengua? Es una obviedad que el eje de la política española está en Madrid. Pero por muy importante que sea defender que Madrid es España y que España es Madrid además de una tontería es una reminiscencia de cuando la Corte era el epicentro y todo se movía a su alrededor. Por si alguien no se ha enterado formamos parte de Europa y esto es el siglo XXI.

Quien quiera imponer el cocido madrileño al resto de la península, se equivoca. La pluralidad del gazpacho, del marmitako, de la mariscada, de la paella, son muestras de que no solo hay una España. Dentro de España hay muchas Españas y es más inteligente convivir con esa riqueza que aplastarla. En los últimos quinientos años los varios intentos no lo han conseguido. 

Los guionistas de esa película de conquistadores respondían a la realidad y en la conquista de las Américas dominaba Castilla, pero también estaban extremeños, andaluces, vascos, catalanes y, si se me permite, hasta manchegos.

Si se estudia la Historia española, el concepto de España es relativamente moderno, muy impuesto por la cultura franquistaEs la hora de hablar de las Españas y luego que cada uno disfrute de la cocina que prefiera.

España una, o las Españas, esa es la cuestión