lunes. 29.04.2024

@jgonzalezok | Ni el regreso de Perón de su exilio, en 1973, que se consideraba hasta ahora como el acontecimiento masivo más importante del país, puede igualar la multitud que salió a las calles de Buenos Aires para homenajear a Messi y sus compañeros de la selección que el domingo 18 se proclamó campeona del mundo en Catar. Se calcula que unos cinco millones de personas se movilizaron para festejar con la selección el tercer título mundial de su historia. Como dato comparativo, los habitantes de la ciudad de Buenos Aires son 3,1 millones, aunque si le añadimos el llamado Gran Buenos Aires llegan a los 9,9 millones. 

Los jugadores habían llegado a la Argentina en la madrugada del martes y durmieron en las instalaciones que la federación tiene cerca del aeropuerto de Ezeiza. A las puertas, varios miles de personas habían acampado y pasaron toda la noche a la espera de ver salir a los campeones. Poco antes del mediodía, los jugadores y el equipo técnico se subían a un autobús descubierto para ir hasta el obelisco, en pleno centro de Buenos Aires, habitual escenario de los festejos deportivos. Pero los planes se mostraron inviables ante la imposibilidad de manejar tal número de personas. 

El primer problema surgió cuando cinco jugadores, que estaban sentados en la parte más alta del vehículo, entre ellos Messi y De Paul, tuvieron que esquivar a último momento un cable de alta tensión que nadie había previsto en el camino. Cuando el autobús pasaba por debajo de un puente de la autopista, dos hombres se lanzaron desde arriba: uno tuvo la suerte de caer dentro, entre los jugadores; el otro se estampó contra el asfalto. Después, ante la multitud que no dejaba avanzar la caravana más que a paso de hombre -tardaron cuatro horas en recorrer 15 kilómetros-, se decidió evacuarlos en helicóptero y hacer una pasada aérea por el obelisco. 

El gobierno había decretado día festivo, una medida criticada por la oposición y por mucha gente común, que sufrió trastornos, como cirugías anuladas

El presidente de la Federación, Chiqui Tapia, anunció la decisión vía Twitter: “No nos dejan llegar a saludar a toda la gente que estaba en el obelisco, los mismos organismos de seguridad que nos escoltaban no nos permiten avanzar. Mil disculpas en nombre de todos los jugadores campeones. Una pena”.  

Uno de los integrantes del equipo, Rodrigo de Paul, que milita en el Atlético de Madrid, dijo la frase que seguramente mejor describe la pasión de los argentinos expuesta en este apoteósico recibimiento: “5 millones de personas, no traten de entendernos ¡Somos distintos!”. 

El gobierno había decretado feriado nacional (festivo), una medida criticada por la oposición y por mucha gente común, que sufrió trastornos, como cirugías anuladas o vuelos y exámenes retrasados. Ya el lunes, cuando empezaron los festejos, hubo una práctica paralización laboral. Esto, junto con la reconocida pasión futbolera del país, explica la masividad de la movilización. Más allá de la frustración por no conseguir ver a los campeones, hubo acciones de vandalismo en toda la ciudad. Un grupo de personas derribó a mazazos la puerta del obelisco y subió hasta la cúspide; fueron innumerables los semáforos destruidos; y los paneles solares colocados en los techos de las paradas de autobús en toda la avenida 9 de Julio, donde se ubica el obelisco, fueron dañados. Todo esto supondrá unos daños millonarios. 

Hubo presiones para lograr la foto del presidente Alberto Fernández con Messi, pero los jugadores no quisieron que tuviera un aprovechamiento político

El gobierno ofreció recibir al equipo en la Casa Rosada, y hubo presiones para lograr la foto del presidente Alberto Fernández con Messi, pero ni los jugadores ni el equipo técnico quisieron que el acontecimiento tuviera un aprovechamiento político. El equipo pasó de largo ante algunos funcionarios que se acercaron al aeropuerto a recibirlos, como el ministro del Interior, Wado de Pedro. En el pasado hubo jugadores y técnicos, como Maradona y el seleccionador Alejandro Sabella, claramente identificados con el peronismo, que fueron al palacio presidencial. Pero no es el caso actual, donde no ha habido posicionamientos públicos de ninguno de los protagonistas a favor del actual gobierno o de la oposición. 

Messi, que conoció a Cristina Kirchner cuando el equipo fue recibido por la entonces presidenta a la vuelta del campeonato de 2014, en el que el país salió subcampeón, tiene motivos para adoptar una actitud distante. Durante la pandemia donó 32 respiradores que estuvieron al menos un año sin que la Aduana permitiese su ingreso al país. No fue una buena experiencia para el jugador, aunque su discreción también se manifestó en este caso.  

En el pasado hubo jugadores y técnicos, como Maradona y el seleccionador Alejandro Sabella, claramente identificados con el peronismo, que fueron al palacio presidencial

En las dos ocasiones anteriores en que los argentinos conquistaron la copa había contextos políticos muy diferentes. La primera fue en 1978, en plena dictadura, cuando Argentina fue el país organizador. El dictador Videla aprovechó la ocasión para tratar de limpiar la imagen del país, con la consigna “los argentinos somos derechos y humanos”. No lo consiguió, ya que la prensa internacional pudo tener alguna idea de las graves violaciones de los derechos humanos. Los jugadores fueron llevados a la Casa Rosada y saludaron desde el balcón. Kempes, Tarantini, Luque, Passarella y Ardiles, entre otros, junto al seleccionador César Luis Menotti, de reconocida ideología de izquierda, tuvieron que compartir la gloria junto al general Videla, que fue el encargado de entregarles la copa. 

El segundo campeonato se conquistó en 1986, cuando el mandatario era Raúl Alfonsín, el presidente de la recuperada democracia. También fueron recibidos en la Casa Rosada, pero Alfonsín no los acompañó al balcón por propia decisión, para que la fiesta fuera de los jugadores y el cuerpo técnico, los únicos protagonistas.

La imagen negativa del presidente Alberto Fernández y de su vice Cristina Kirchner es, en ambos casos, demoledora

El peronismo tiene una larga historia de utilizar políticamente a los ídolos deportivos. Ya en sus primeros tiempos, en las décadas del 40 y 50 del siglo pasado, Perón pagaba a deportistas que no podían costearse viajes para competiciones internacionales, asegurándose antes y después una foto con ellos. Todos, inevitablemente, se declaraban incondicionales peronistas. En aquellos tiempos eran muy populares deportes como el boxeo y el automovilismo, y los argentinos tuvieron muchas estrellas en ambas disciplinas, contando siempre con el apoyo de Perón y de la prensa oficialista.

El hecho de que ahora la selección no apareciera por la Casa Rosada muestra la crisis de un gobierno que está a la deriva, fuertemente dividido y que no sabe cómo enfrentar los pavorosos índices de inflación, pobreza y miseria. La imagen negativa del presidente Alberto Fernández y de su vice Cristina Kirchner es, en ambos casos, demoledora. Y todavía se recuerda cómo en otro acontecimiento futbolero de trascendencia, la muerte de Maradona, hace dos años, el gobierno no pudo controlar a los fanáticos que invadieron la Casa Rosada, teniendo que poner un fin anticipado al velorio. 

Fiesta, caos y desorganización en la llegada a Buenos Aires