sábado. 27.04.2024

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

La respuesta de Javier Milei fue el silencio y un rictus difuso, mezcla de desprecio y desinterés. La pregunta era sencilla: “¿Usted cree en la democracia?”. Otorgando por omisión, el actual presidente argentino daba a conocer su posición frente a una duda que, a estas alturas de su estadía al frente del gobierno nacional, es ya una certeza irrefutable. 

El pasado domingo 24 de marzo se cumplió un nuevo aniversario del Golpe de Estado mediante el cual la Junta Militar, encabezada por el general Jorge Rafael Videla, iniciaba la etapa más oscura de la historia argentina. La histórica Plaza de Mayo volvió a ser el escenario en el que Madres, Hijos y Abuelas de desaparecidos de la dictadura conmemoraron la Memoria, la Verdad y la Justicia junto a miles de argentinos que, por primera vez en cuarenta y ocho años, son testigos de un gobierno que va a contramano de la historia, que no solo aspira a una nueva “reinterpretación” del genocidio (pretendiendo instalar nuevamente la “teoría de los dos demonios”), sino que reivindica a sus responsables y no duda en hacer apología de la muerte. 

Nunca antes, desde la recuperación de la democracia, en 1983, un gobierno elegido por el voto popular había estado integrado por nostálgicos de la dictadura, por defensores e incluso admiradores confesos de asesinos y torturadores. El mismo 24, y vía Twitter, Milei le restaba importancia a los crímenes de lesa humanidad y reivindicaba las aberraciones cometidas por la Junta Militar, del mismo modo en que lo hace su vice, la negacionista y admiradora confesa de los responsables del genocidio, Victoria Villarruel. 

En Alemania, la reivindicación el Holocausto está prohibida por ley. En la Argentina de Milei, es el propio gobierno el que, con total impunidad y a cara descubierta, hace apología de los crímenes contra la humanidad

Para Milei, durante la dictadura se cometieron “excesos”; término acuñado por el genocida Emilio Eduardo Massera durante los juicios a la Junta Militar, en los que se demostró que entre 1976 y 1983 se cometieron secuestros, torturas, violaciones, asesinatos; miles de personas fueron arrojadas vivas al mar, cientos de bebés recién nacidos fueron robados y dados en adopción a sus captores; además de crearse decenas de centros clandestinos de detención en los que, sin ningún juicio previo -como sí tuvieron los responsables de estas aberraciones, antes de ir a la cárcel- se decidía quién vivía y quién debía morir.

Es la primera vez en la historia de la democracia que un gobierno se posiciona tan vehementemente y a cara descubierta sobre un hecho atroz de su historia que ya ha sido juzgado. El Juicio a las Juntas Militares fue un ejemplo sólo comparable con el que sentó en el banquillo a los nazis en Núremberg. La lucha de las Madres y las Abuelas consiguió que “Nunca Más” no fuese solamente una expresión de deseo, sino toda una declaración de justicia en la que el mundo entero posó su mirada. Sin embargo este Día de la Memoria, a diferencia de otros anteriores, la lucha ha cobrado un significado distinto, ya que el gobierno pretende decididamente reescribir la historia, mofándose de los Derechos Humanos, quizás con la intención de disciplinar a quienes sabemos que los delitos de lesa humanidad no prescriben, que los asesinos están en donde tienen que estar, y que el único demonio que sembró el terror entre 1976 y 1983, fue el Estado. 

No es casual la defensa que el presidente y su vice hacen de la dictadura. El plan económico que impulsan es la copia exacta de aquel que llevó adelante el gobierno de facto y al que se opusieron los 30 mil argentinos desaparecidos.  

En Alemania, la reivindicación el Holocausto está prohibida por ley. En la Argentina de Milei, es el propio gobierno el que, con total impunidad y a cara descubierta, hace apología de los crímenes contra la humanidad.

Lo que el 24 nos dejó