lunes. 29.04.2024

Poesía | JESÚS CÁRDENAS

¿Por qué es auténtica la poesía que nos interroga? Iniciamos la reseña del quinto libro de poemas de María Jesús MingotJardín de invierno (Reino de Cordelia), con esta pregunta nada baladí. En realidad, en la ecuación muestra un enunciado afirmativo, toda poesía auténtica debe sacudirnos y movernos a la reflexión, por lo que es necesaria que los poemas nos inviten a reflexionar. Este conjunto lo lleva a cabo de forma reveladora, sin aspavientos ni retoricismos innecesarios. En su virtud diremos que horada surcos en nuestro planteamiento existencial.

A poco que uno se detenga en la estructura del libro observará la meditada cohesión y unidad tan solvente, como si de un ente orgánico indivisible se tratara. Entre sus cuatro partes, “Alba”, “Desvelo”, “Herida” y “Silencio”, pincela un trazo semántico representativo que va desde la vida (el nacimiento, la naturaleza), al que le siguen dos centros, uno que canta a los pecados capitales, y el otro, sobre el entorno histórico y social, hasta el fin (la muerte, la condición mortal del ser). Esta disposición nos conecta con las inquietudes existenciales y el motivo del tiempo, presentes en los anteriores libros de Mingot: La marea del tiempoAliento de luzHasta mudar en nada y Cenizas

María Jesús Mingot nos hace reflexionar sobre la intemperie en la que se encuentra nuestra existencia desde que vinimos al mundo

La primera estación supone un canto de amor, abierto al abrazo de numerosos amigos a tenor de las dedicatorias, del que hace partícipe a la naturaleza, como medio en el que se relaciona el ser humano de forma no siempre respetuosa. Entre sus poemas hay versos plenos de belleza y ritmo donde palpitan las asociaciones de ideas que nos llegan y nos revelan. Así, se congrega en torno a la idea del renacer, acto de germinar, unida al empleo de símbolos como la luz (o la claridad), las estaciones del año, como en el primer poema, “El alba en su regazo”, donde leemos: “Y sostiene la madre entre sus brazos la esperanza del mundo”; para luego encontrarnos con “En los labios lactantes, la fontana / secreta del amor mana sin miedo”. De estos poemas se podría decir, sin exagerar, que emanan luz. La palabra poética muestra el goce y sugiere un diálogo profundo para expresar lo íntimo.

Los desencuentros que salen al paso del ser y cómo nos desenvolvemos proporcionan poemas vividos, una intensa manera interiorizada que evoca sugerencias que terminan siendo trascendentes. La poeta madrileña muestra lo contemplado y nos hace reflexionar sobre la pérdida. Es el caso del titulado “Herbert en tiempos de pandemia”: “un tiempo para pensar en los caídos, / un tiempo para asomarse a la ventana y seguir con los ojos / el revoloteo de un ser vivo. / Algo de su alegría nos alcanza”.

María Jesús Mingot
María Jesús Mingot

En los dos capítulos o estaciones, el canto toma los pecados capitales, probando en sonetos con estrofas encadenadas en “Avaricia”. Y el encuentro sucede inquietantemente paradójico, placentero y doloroso, con motivo del irresoluble de dónde y hacia dónde vamos, en “Nieve en abril”. Dentro de los poemas dedicados a la conciencia personal, asociada a nuestra relación con el mundo, contiene composiciones donde nuestra fragilidad queda en entredicho, especialmente, si se le acumula la soledad u otros territorios aledaños. “Estado de guerra”, “Ven” y “Desamparo” forman un hermoso tríptico donde discurre el punto de inflexión de la fragilidad existencial. El hombre no puede lanzarse al mundo sin haber conocido, sin haber reflexionado. Esa es la lección que nos llevamos. Todo un compromiso ético y estético.

Dentro de los poemas dedicados a la conciencia personal, asociada a nuestra relación con el mundo, contiene composiciones donde nuestra fragilidad queda en entredicho

Llegados al capítulo final, donde el poemario alcanza el clímax poético, se revierte de todo lo anterior: Mingot recurre a los motivos y los símbolos anteriores, con un enriquecimiento reflexivo de la condición humana. Es “La última oración” uno de esos poemas donde trasmina nuestro interior. En su inicio leemos: “Cuando me vaya, si permanece algo de mí, / si vuelve, que lo haga en forma de árbol o de agua, / de cardo, / de gusano que se arrastra”. Conforman una serie de enunciados que expresan el deseo de dejar testamento vital, en forma de resurrección en un ser vivo o fluido, sean cuales fueran, que nuestra de nuevo el amor. 

Es el poema dedicado al prologuista, “Jardín de invierno”, de título homónimo al libro, que en catorce endecasílabos de rima consonante, nos demuestra que el lenguaje en la voz de María Jesús Mingot conserva el grado de reflexión y el grado de nacimiento, conservación y desaparición de nuestra existencia. Toda la tensión palpitando en las palabras plenas de poder simbólico, como vemos en el primer cuarteto: “Copular en desvelo inagotable / aurora y sombra, albor y despedida. / Tejiendo y destejiendo la partida / el tiempo con su rueca insobornable”.

Es, en definitiva, Jardín de invierno, un libro de poemas de raigambre humanista. Constituye la dimensión ética un paradigma solitario, como quería el británico W. H. Auden. María Jesús Mingot nos hace reflexionar sobre la intemperie en la que se encuentra nuestra existencia desde que vinimos al mundo. Siempre desde lo más íntimo, con una brillantez asombrosa y con un verbo cómplice. De acuerdo con las palabras iniciales de Teodosio Fernández Rodríguez, “un poemario depurado y meditativo, tejido por una honda sensibilidad”.

Jardín de invierno. MARÍA JESÚS MINGOT. Reino de Cordelia. Madrid, 2023.  COMPRA ONLINE


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JESÚS CÁRDENAS. Escritor, profesor
y crítico literario

Sobre 'Jardín de invierno', de María Jesús Mingot