lunes. 29.04.2024
Antonio Rodríguez Jiménez
Antonio Rodríguez Jiménez

 Poesía | JESÚS CÁRDENAS

Son muchas las personas que pasan desapercibidas ante los ojos de todos. Los medios de comunicación y la propia literatura huyen de seres marginados, de los olvidados. Esta deuda la asume Antonio Rodríguez Jiménez en su última entrega lírica, Bailando en la azotea, XXXVI Premio Tiflos, publicado por la editorial Renacimiento. 

El poeta albaceteño suma un hito a su trayectoria poética desde que lo trazase en 2011 con El camino de vuelta al que le siguieron: InsomnioLas hojas imprevistasLos signos del derrumbeEstado líquido y Nuestro sitio en el mundo. En este itinerario los ámbitos de la actualidad, la poesía y el amor se enhebran formando un hilo temático por el que discurre Rodríguez Jiménez.

Como ya hiciese en Nuestro sitio en el mundo, la exposición a la actualidad convierte a las composiciones que forman Bailando en la azotea en una poesía que cobra conciencia como ciudadano del mundo, especialmente el epicentro más cercano. En primer lugar a los tres componentes de la familia, a quien el conjunto va dedicado.

Los ámbitos de la actualidad, la poesía y el amor se enhebran formando un hilo temático por el que discurre Rodríguez Jiménez

Veintisiete poemas agrupados en tres capítulos dotan al conjunto de una fuerte coherencia temática, ética y estilística. En el primero, también el más extenso, domina la conciencia del individuo al que se le añade la memoria, por lo que forman un núcleo indivisible: sociedad-individuo. Constituye todo un alineamiento ético, una postura con que replicar a la sociedad del poder. En el poema inicial, “Los invisibles”, no puede ser más exacto en su cierre: “Me gusta el centro comercial del barrio. / Bajo la alegre luz de sus fanales / lloran los invisibles”. Esta poesía no repara en artificios, Rodríguez Jiménez toma frases coloquiales, se ajusta un lenguaje directo, con lo que se realza la existencia de un grupo de outsiders, así en “Geografía urbana”: “En los barrios de pobres nunca hay fuentes / ni jardines ni estanques”. A este grupo se le añade la memoria de la camisa de cuadros y el símbolo de roja. Este corresponde a “Esquirlas”: “Los espejos no hablan. / Sólo si los golpeas estallan en esquirla, / como algunas palabras. Palabras como roja. Atención a esos poemas (“Sin rebaño” o “Ruido blanco”) donde el albaceteño invoca, realiza un llamamiento a la juventud a ser personas críticas y no formen parte de la manada.

En el capítulo nuclear figura el título del poemario, homónimo del poema, donde a base de unas repeticiones se origina como un eso celebratorio a pesar de que la vida se aleje del sujeto: “Alguien está bailando en la azotea / sin que lo mire nadie. Por debajo / pasa el tren impasible de la vida”. Se pone en el lugar del olvidado, del transparente a la sociedad, pero acaso se vea con esa libertad para gritar desde arriba mientras la vida está en un terreno inferior. Al darse este poema en una sección donde los poemas contiguos tratan la creación poética podría verse al propio poeta alejado de otros intereses. En “Es poesía”, toda una declaración de intenciones en esta condicionalidad “Si no te hace temblar, olvídala”. También aquí se traspasa el llamamiento a no dejarse arrastrar, por ejemplo en “Huidobro y Thomas”: “no dejes que te domen”. Es decir, el autor nos invoca a resistir en un pensamiento y en una forma de actuar que diverge de la común mayoría. Como si se pasara de la ética social a la ética poética; del compromiso como ciudadano al poético. Estas interpelaciones no están exentas de ironía y humor. Por ejemplo en “El médico que atiende a los poetas” leemos la importancia del dolor y de la belleza. Y en “Alimentos ligeros”: “Poeta confinado que te calzas / los zapatos del éxito, despierta; / porque vendrá la noche, negra noche, / y aún no has dicho nada”. 

Su postura ética es firme ante la sociedad, la propia poesía, el amor y el lenguaje

Para el último capítulo Rodríguez Jiménez suele reservar lo íntimo. Las composiciones nos revelan las preferencias del sujeto, así como las coordenadas espaciales, paisajes testimoniales. El amor cruza esas preferencias. Pese a todo Rodríguez Jiménez se mantiene en el simbolismo de algunas palabras, como en “V2erde cuando ve su analogía en una imagen bíblica, la resistencia del arbusto: “Vivir es claudicar. Quien vie sabe / que las piedras se parten en esquirlas, / mientras el junco oscila y bebe y sueña / que ese verdor es suyo para siempre”. Otra analogía: tener un pasado vivencial-amoroso es motivo de tener algo. Así, en “Todo lo que tenemos es el pasado”. Le sigue otro poema, “Del amor y otros relatos”, uno de esos magníficos poemas amorosos que prueban el verdadero amor, su autenticidad cifrada, tan cerca siempre de los polos positivo y negativo, del triunfo como del fracaso: “Nadie escribe jamás sobre las hojas / muertas de cada día, / de una espina tras otra en la memoria. / Del verdadero amor sólo se cuentan / las horas de la euforia”.

Al degustar otra lectura del último libro de poemas de Bailando en la azotea encuentro más motivos para reafirmarme en que Antonio Rodríguez Jiménez es un poeta de verdad: su postura ética es firme ante la sociedad, la propia poesía, el amor y el lenguaje. Tan evocador y sugerente como crítico, y más simbolista que nunca –empleando el concepto defendido por la profesora de universidad Utrera Torremocha, simbolista como individuo que mejor establece “la visión del universo y del lenguaje en el movimiento poético”.

ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ. Bailando en la azotea. Renacimiento. Sevilla, 2023. COMPRA ONLINE


JESÚS CÁRDENAS. Poeta,profesor y crítico literario
JESÚS CÁRDENAS. Poeta,
profesor y crítico literario

Sobre "Bailando en la azotea", de Antonio Rodríguez Jiménez