martes. 30.04.2024

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Miguel Ángel Leija | @CinemaCuarenten


Confirmando el buen momento del cine mexicano actual, llega a cartelera Un Actor Malo, película dirigida por Jorge Cuchi que ahonda en una de las heridas más profundas de la industria del entretenimiento a nivel mundial: la normalización del abuso sexual.

Nos encontramos con Sandra Navarro y Daniel Zavala, dos jóvenes actores coprotagonizando una película en el mejor momento de su carrera. Cierto día, tras una plática informal sobre escenas íntimas y actuación, ambos deben grabar una escena de cama y sus vidas cambian para siempre. 

El director detiene la grabación al notar cierta incomodidad en Sandra, quien está en shock por lo que realmente sucedió debajo de las sábanas: fue violada por Daniel. Así, comienza una historia llena de incertidumbre que paraliza la producción. Ella quiere denunciar y él se declara inocente, la tragedia apenas inicia.

Nos encontramos con una muy buena película que lo más malo que tiene es el título

Un Actor Malo es una película que invita a la reflexión en lo general y en lo particular: no solo sobre la normalización de los abusos sexuales sufridos en grabaciones –ante lo cual, como se explica al final, se institucionalizó la figura de los directores de intimidad–, sino también sobre cuál es el papel de la sociedad al momento de involucrarse en estos asuntos.

La doble lectura que surge a través del cuestionamiento al papel de las redes sociales y cómo actuamos con información incompleta como respuesta a una (¿) necesidad natural (?) por castigar es impresionante. 

La cara de incredulidad de Sandra logra ser la bandera perfecta de la revictimización ante la cual caen las víctimas de abuso por la falta de cultura sobre cómo actuar en dichas situaciones. Y es que si la trama avanza correctamente a cada paso es por lo bien construidos que están los intereses de los distintos grupos que se forman entre los personajes: los que quieren que se haga justicia, quienes quieren salvar su carrera aunque tengan que mentir por ello, en los que prima el interés económico y quienes quieren ver todo arder.

De esta manera nos metemos de lleno en una obra que sabe mantener al espectador al filo de la butaca con la boca abierta, quien se irá formando opiniones con cada pedazo de información que se va liberando de poco a poco. Esto incluso a pesar del exagerado final que parece metido con calzador –todo hay que decirlo– y el panfleto publicitario “limpia-imagen” del gobierno.

Cabe mencionar que el guión no está exento de errores importantes. Las secuencias de tiempo están mal calculadas, ya que lo que pasa en el set de grabación se mueve a diferente velocidad que lo que sucede por fuera: sin entrar en spoilers, es irreal la poca cantidad de tiempo que tarda “la población” en organizarse con pintura y carteles incluidos.

De igual manera la escena donde Sandra habla por teléfono con Valentina es innecesaria para la trama ya que rompe el ritmo frenético que llevaba la película con una conversación que no aporta nueva información al público. Se repiten durante diez minutos datos que ya se habían mencionado hasta el cansancio y el segundo personaje ni se sabe quién es, ni vuelve a aparecer.

Invita a la reflexión, sabe poner la lupa donde más se necesita y entretiene a más no poder

Por otra parte cabe hacer mención del tratamiento tan irresponsable que se hace de la imagen del feminismo radical, con quienes a pesar de que la conclusión es que su papel ayuda, parece como si se caricaturizara su actuar, linchando y quemando todo a la primera oportunidad. Eso, en particular en una sociedad como la mexicana que tanto critica la misma película, es bastante peligroso.

Dejando estos detalles de lado, la razón principal por la que todo funciona en lo global es por las impresionantes actuaciones de Fiona Palomo y Alfonso Dosal, quienes aunque ya tienen cierto recorrido (sobre todo el segundo), esperemos que estos papeles catapulten aún más sus carreras. Asimismo, a excepción de un joven haciendo el papel de asistente al inicio de la película, todos los demás cumplen con creces. Aplauso a la dirección en este sentido.

En cuanto a aspectos técnicos no profundizaremos porque no hay nada que destacar. La fotografía es fea y hay un par de ocasiones en donde se hace uso de zoom-ins que son completamente innecesarios. En lo sonoro, la obra funciona sin más.

En conclusión, nos encontramos con una muy buena película que lo más malo que tiene es el título. Invita a la reflexión, sabe poner la lupa donde más se necesita y entretiene a más no poder. Aplausos a la producción y esperemos que este buen momento continúe en el cine mexicano.

Crítica: 'Un actor malo'