miércoles. 01.05.2024
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Arturo Prins | @prinsarturo

No hay ser humano que no disfrute o padezca las huellas de su educación, ya sea de sus padres o educadores, como tan lucidamente lo expresaba Nietzsche en su Así habló Zaratustra: "¿Qué hijo habrá que no tenga motivos para llorar a sus padres? El permiso para tener hijos debería ser concedido como una distinción."

Sala de profesores (2023) dirigido por el alemán Ilker Çatak, hijo de padres turcos, es un trabajo psicológico y profundo sobre la pedagogía, la enseñanza, la rebelión o la sumisión a los poderes controladores del sistema educativo. Un film que explora las violencias desatadas en la infancia, las fuerzas psicológicas que ya habitan en la inmadurez, sobre la tolerancia a las diferencias, la mentira, la verdad o su ocultación cautelar. De las relaciones entre profesores, niños muy adultos y sus padres, pero, sobre todo, habla del sentido común en la educación, que es el menos común de los sentidos. Aquello que ocurre en la vida, lo que se vive en la sociedad, se repite en las aulas. En las escuelas, se ensaya tempranamente la vida para los educandos.

Hay un film que me viene al recuerdo viendo esta cinta, La Caza, (2012) de Thomas Vinterberg, una película danesa que habla sobre un maestro acusado falsamente de pederastia. Ambas películas abordan la fragilidad de las relaciones y la rapidez con la que la confianza puede romperse. Mientras que Sala de Profesores se enfoca en las dinámicas interpersonales dentro de un ámbito educativo, La Caza indaga en las repercusiones de las acusaciones falsas en una comunidad cerrada. Ambos trabajos, ofrecen una reflexión profunda sobre la fragilidad de la verdad y la importancia de la empatía en situaciones críticas.

Todo se desarrolla en una escuela en Alemania, donde un profesorado investiga hurtos por parte de algún alumno. Desaparecen lápices, carteras, y se procede a las investigaciones con los delegados de clase, niños entre 10 y 12 años, los cuales son sometidos a interrogatorios que rozan el nivel de policiales, incitando a la delación o la alcahuetería; tolerancia cero ante los robos entre compañeros.

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El film retrata el complejo entramado relacional entre el claustro y estudiantes cuando se presentan robos en las aulas, o incluso entre personal administrativo del colegio y Carla Nowak (Leonie Benesch), protagonista del film, a quien roban su dinero de la cartera. La directora de la escuela, muy eficaz y democrática, lleva las riendas de las investigaciones con una precisión de relojería, propiamente de las enseñanzas de un secundario público de alto nivel en Alemania. Carla, además, es testigo de cómo otra profesora roba dinero de las huchas de propinas en la sala de cafés del profesorado, pero lo calla, tampoco quiere pecar de chivata por tan poco. Y es aquí donde todo se complica, cuando Carla es robada. Se podrán ver intentos de censura por parte de los profesores a una prensa amarilla, es decir, cuando un periódico realizado por los propios estudiantes quinceañeros, termina acusando a los profesores falsamente de racistas y de establecer situaciones de interrogatorios a los delegados de clase para aclarar los robos. Todo esto, por supuesto, inquieta a los padres que comienzan a quejarse. Y es que nada es fácil cuando se trata con infantes, y mucho menos entre los propios adultos. En todas las discusiones, saltan verdades tanto de un lado como por el otro.

Mano dura o mano laxa, ¿tolerancia cero o diálogo adulto con los niños?, ¿pedagogía de la amenaza, el miedo y el suspenso escolar, o de la confianza con responsabilidades? La delgada línea que separa el sentido común con lo que está fuera de él.

Carla, que es una paciente, comprensiva y lúcida profesora de matemáticas, a veces se da cuenta de que los sistemas de control de los adultos pueden ser abusivos para los niños, y viceversa, los niños consideran excesivos los tratos de los profesores en busca de la verdad o su ocultación, que, en todo caso, deberían ejemplificar una conducta ideal, la cual cuesta mucho alcanzar.

La libertad a la rebelión, es uno de los temas fundamentales a los que se enfrenta todo sistema. Es evidente que los sistemas escolares preceden a los gobiernos de la sociedad, que tienden a reprimir y a enfatizar controles hacia las conductas rebeldes e inconformistas, en algunos casos necesarios, porque si no todo sería un caos. La delgada línea entre el equilibrio de los profesores y los alumnos para encontrarse en armonía, es complicadísima, de hecho, nuestra profesora protagonista, intenta siempre tener mano izquierda para conducir las fuerzas salvajes de los precoces niños, que ya tienen clarísimo dónde están parados, cuáles son sus derechos y libertades por las que pueden luchar.

Impresionan las nuevas almas que bajan a la tierra, su nivel de insatisfacción, de rechazo a las contrariedades, y sus contestaciones, que, a veces, cargadas de gran inteligencia, pueden darnos bofetadas de sentido común, y cuando no, acabar en manipulación de la verdad de forma interesada. Por ejemplo, hay un momento en el film, en donde la profesora Carla es desarticulada por sus alumnos al confesarle estos, que no soportan cantar por las mañanas, repitiendo como loritos a su profe un: guten margen bobalicón (buenos días en alemán). Se sienten como párvulos de primer grado, ridículos, lo cual es cierto. Aquí tenemos una manifestación clara de lucidez de los niños que corrigen hábitos antiguos y fuera de toda lógica.

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Uno de los desafíos fundamentales en pedagogía radica en dirigir a más de 10 alumnos en una clase, cada uno proveniente de diversos contextos sociales y culturas, sin contar con soluciones perfectas. Por otro lado, la película aborda las complejidades que enfrenta la Generación Alfa, criada en un entorno tecnológico avanzado, demostrando una admirable apertura hacia la diversidad de género, raza y orientación sexual. Esta generación se caracteriza por su empatía, preocupación por el bienestar ajeno y su compromiso con la justicia social. En su conjunto, la película refleja las luchas y fracasos de una generación que desafía y redefine las normas establecidas.

Carla decide llegar al fondo del asunto por su cuenta con el robo de lápices de sus alumnos, y con el propio robo. Intenta mediar entre padres indignados, colegas testarudos y estudiantes agresivos, que son confrontados implacablemente con las estructuras del sistema escolar. Para nuestra sorpresa, los adultos del colegio también roban, no solo los infantes. Todos sueltan acusaciones, todos discuten, y en ambos lados se encuentran bocados de verdad, de certezas; entre todas las partes se podría formar una gran verdad, que es la gran protagonista del film, su búsqueda constante. Y, por otro lado, ¿Carla se siente capaz de asumir las consecuencias que acarrean haber descubierto a la ladrona a la que ha denunciado públicamente, una compañera de trabajo, y madre de uno de sus alumnos, a la que su ordenador filmó in flagrante delicto? Estas suspicacias, dentro de la Sala de profesores, generan dudas, crean bandos, siempre hay quien no da la talla, siempre hay quienes son demasiados exigentes a las reglas, y otros, más laxos, acusados de blandos. “Pero vivimos en tiempos absurdos y de alguna manera, la película también fue un intento de representar esta confusión de nuestro tiempo. Sólo tienes que ir a Twitter.”, comenta la actriz protagonista, Leonie Benesch, en una entrevista.

La profesora de esta intrigante obra cinematográfica, candidata a los Óscars como mejor película extranjera por Alemania este 2024, se erige como una hábil funambulista, equilibrándose entre el cuerpo docente y los alumnos, aunque enfrente el silenciar una verdad crucial. No puede revelar a su alumno Oskar, (Leo Stettnisch), hijo de la empleada acusada de haberle robado, que la cámara de su ordenador estaba encendida por casualidad y la pilló. Esta omisión, debido al secreto de sumario de la investigación, cobra un alto precio, demostrando que la verdad, por dolorosa que sea, libera de problemas. El nudo gordiano del film radica en la incapacidad de profundizar en las verdades, optando por mantener las formas para evitar alterar el equilibrio entre los alumnos y Oskar, aunque esta ocultación termina siendo la semilla violenta de una rebelión.

Asimismo, la película ofrece una lección magistral sobre el continuo aprendizaje, subrayando que todos, independientemente de la edad, estamos inmersos en procesos de educación y crecimiento. El trabajo del alemán Ilker Çatak, insiste en la imposibilidad de poseer siempre la verdad última, ya que siempre existe un rincón para verdades más sutiles. A pesar de los desafíos, la lucha merece esfuerzo y dedicación, reflejando el sentido común necesario en toda batalla.

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Sala de profesores proporciona una impactante moraleja al evidenciar que la sociedad depende de sistemas de control para mantener la armonía, aunque estos mismos generen severos conflictos. La sumisión al sistema educativo se ilustra claramente, culminando con Oskar coronado como un niño Rey de Rebelión. Lección final: la necesidad de negociar eficientemente con los jóvenes, quienes a menudo demuestran madurez más allá de su edad.

El tema de tal palo, tal astilla aparece como juicio cruel por parte de los niños, y se examina reconociendo que la educación trasciende patrones preestablecidos. La película invita a navegar como una pelota de tenis entre diferentes verdades, atravesando la red de la verdad que en ocasiones queda alterada según la posición de la pelota. Es esencial para educadores, padres, y adolescentes, reflexionar sobre esta obra, que ofrece una educación sobre la educación. El constante flujo de presiones, personas y componentes para generar armonías entre la disciplina o el castigo, es el acierto de esta dirección con buen oficio, hábilmente orquestada como una partitura de música, que concluye con un grito fortissimo por parte de los niños y la profe, una catarsis lúdica y sublimadora de violencia.

Concluyendo, Sala de Profesores, no sólo explora las complejidades de la verdad y la educación, sino que también destaca la importancia de negociar con los jóvenes para alcanzar una sociedad más justa. Nos exige todas las alertas y todas las aperturas, mezcladas entre disciplina, diálogo, libertad, y responsabilidad. La meticulosa construcción de un film sobre la enseñanza, en crecimiento constante, nunca acabada, subrayando el sentido común, es decir, la capacidad de entender y juzgar de forma razonable, más el poder liberador de la verdad.

El sentido común, el menos común de los sentidos