jueves. 02.05.2024
Carles Puigdemont
Carles Puigdemont

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

Como diría Luis María Ansón en aquellas inefables portadas de su ABC: Honda preocupación ha causado entre los conservadores (de derechas y de izquierdas) las recientes declaraciones de Núñez Feijóo admitiendo la posibilidad de un indulto para Puigdemont.

Claro que, esa preocupación, ha debido ser solo para los no avisados. Los que están en el secreto saben que, eso de la amnistía, no es nada más que una matraca. Lo importante es el poder y no hay nada, ni dios, ni patria, ni rey, que no se pueda sacrificar para llegar a mandar.

Por eso, Feijóo ha anunciado ese indulto, en modo condicional. Y la condición es que gobierne él. Es lo que quiere aclarar cuando dice que "ahora, no se dan las condiciones". Está, como diría un castizo, más claro que el caldo de un asilo. Si Puigdemont se aviene a razones, o sea a hacer presidente a Núñez Feijóo, la cosa cambia.

Es entonces, cuando se dé esa condición, cuando los jueces dejarán de ver en Puigdemont a un terrorista, un empleado de Putin y un rompe patrias. Y lo empezarán a ver como un emigrante que, cuando iba en el maletero, cantaba, como Juanito Valderrama, eso de "Adiós mi España querida, dentro de mi alma te llevo metida".

Los que están en el secreto saben que, eso de la amnistía, no es nada más que una matraca. Lo importante es el poder y no hay nada, ni dios, ni patria, ni rey

En definitiva, Puigdemont habrá pasado de ser el problema a ser la solución. La solución a que los salarios no impidan los beneficios, a que las pensiones no sean una carga, los sindicatos una molestia o la sanidad y la educación, un negocio. Y, sobre todo, a que los puestos de la administración estén ocupados por quien tiene que ocuparlos. Y no, como antes, "por la gracia de Dios", sino por la de Puigdemont.

Todo eso tiene una explicación y es el fracaso del proyecto "Plaza de Colón". Funcionó en su primera fase, la fusión, por absorción, de Ciudadanos, lo que explicó el gran ascenso del PP entre las elecciones de 2019 y 2023. Pero no ha funcionado con VOX, debido a que este último partido, convertido en una caricatura de sí mismo, no rompe un techo confeccionado con el hormigón de sus barbaridades. Mete miedo incluso a una parte de los ultraderechistas que llegan a refugiarse en el PP como hacen en Madrid. Y, sobre todo, no terminan de salir las cuentas. PP+VOX ni llegan, ni parece que puedan llegar, a conseguir una mayoría de diputados suficientes para que vuelva a reír la primavera, que por cielo, tierra y mar se espera.

Pero si, PP+PNV+JUNTS, una nueva foto de Colón. ¿Se imaginan una Plaza de Colón con ikurriñas y esteladas ondeando junto a la rojigualda. Cualquier patriota vibraría con esa imagen. En la situación actual, la foto antigua suma 170 diputados y la nueva posible, 149, pero los demoscopólogos de la derecha parecen estimar más potencialidad en la nueva, y más colorida, foto, por lo que puede merecer la pena apostar por esta nueva carta. Parece un poco absurdo pero, ya se sabe, que la desesperación puede ocasionar la adopción de decisiones inesperadas.

La pregunta es, ¿se ha tirado Feijóo a una piscina sin saber si tenía agua o ya han hablado del tema? Mi opinión, o sea insolvente, sería que no, porque estas cosas se hacen mejor de forma discreta. Pero, tratándose de Puigdemont, le puede haber exigido una confesión pública. Al fin y al cabo, si no se fía de Sánchez, ¿por qué ha de hacerlo de Núñez Feijóo? Además, ya parece que ambos teléfonos los tienen en sus respectivas agendas.

Y, ahora, después de este crepúsculo parcial de las ideologías, ¿qué va a ser de los puros de corazón, esos que consideraban el perdón a Puigdemont como un certificado del fin del mundo?

El momento en que lo ha hecho Feijóo, también puede haber sorprendido, pero no tanto. La recta final de una campaña electoral en Galicia donde las espadas están en alto, no parece el mejor momento para que el PP se desdiga de su principal argumento político, la demonización de Puigdemont.

Pero, que nadie se equivoque. A Feijóo le puede importar quien gane en Galicia el día 18, pero mucho más le interesa que, él, pueda llegar a gobernar en España. Por eso, este momento de ofrecer un indulto a Puigdemont puede ser inconveniente para el PP gallego, pero muy conveniente en el momento en que Puigdemont está renegociando con el PSOE la versión definitiva de la Ley de Amnistía. Porque lo que le acaba de decir Feijóo a Puigdemont es: mira, la justicia española la controlo yo y, si quieres volver a España, tienes que pedir el billete de vuelta en las taquillas de Génova 13. Así de crudo.

Y, ahora, después de este crepúsculo parcial de las ideologías, ¿qué va a ser de los puros de corazón, esos que consideraban el perdón a Puigdemont como un certificado del fin del mundo? Me recuerda a esos que se quejaban de que, cuando ya habían aprendido a decir "vión", ahora se decía "parato". Pobres, se les ha caído el mundo encima.

Y, los que preferimos que haya un gobierno de izquierdas, ¿qué hacemos?. En mi caso, lo tengo claro. Algún día gobernará la derecha, pero, cuanto más tarde, mejor. Con amnistía o sin amnistía, con Puigdemont o sin Puigdemont, con presupuestos nuevos o prorrogados, el actual gobierno debe aguantar lo más posible.

Puigdemont, la bisagra