miércoles. 01.05.2024

Quiero reflejar en estas líneas algunas reflexiones sobre el reciente debate entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo realizado en Atresmedia. Que se llevara a cabo en un medio de comunicación privado, es todo un ejemplo de claudicación ante uno de los principios básicos del neoliberalismo. Todo lo público per se es perverso e ineficiente, lo privado per se es positivo y eficaz. Por ello, la propaganda neoliberal siempre irá contra el servicio público. Se intentará denigrar la sanidad, la educación y las pensiones públicas. Como también los medios de información públicos. Y lógicamente en contrapartida potenciar los procesos de privatización.

En este contexto socio-político no debería sorprendernos que se realizara el debate en Atresmedia. Conociendo la línea editorial de tal medio, así como los dos moderadores, Ana Pastor y Vicente Vallés, tampoco sería descabellado pensar que todo estuviera planificado para acorralar a Sánchez, que no tuvo su día, y beneficiar a Feijóo. Ni la una, ni el otro intervinieron para contrastar datos a las mentiras continuas de Feijoo. Por ejemplo, cuando dijo que había votado a favor de la revalorización de las pensiones en 2021, Hace falta tener cuajo. Esto era una falsedad de libro y los moderadores no intervinieron para desmentirla. Podríamos poner otras más: el precio de la luz en España es el 20% más caro que en Europa; que había caído el número de autónomos; el aumento de la okupación; que no había informado sobre la nueva política en Marruecos, y acusó a Sánchez de ser el tercer presidente que menos empleo ha creado, por debajo de Mariano Rajoy". Todo esto es falso. Pero, por lo que parece hoy se permite mentir con el mayor descaro, y los medios de comunicación lo admiten y una parte de la ciudadanía lo digiere con auténtico frenesí. La actuación de Feijóo en el debate ha sido puro trumpismo, sin ningún tipo de dudas. Vamos a verlo. Explicaré la actuación de Trump y mostraré la de Feijóo, ya que ambas son muy similares.

Por lo que parece hoy se permite mentir con el mayor descaro, y los medios de comunicación lo admiten y una parte de la ciudadanía lo digiere con auténtico frenesí

Me parece oportuno en este momento recurrir al libro Sobre la tiranía. Veinte lecciones que aprender del siglo de Timothy Snyder y en concreto, a una de sus veinte lecciones: la décima, titulada Cree en la verdad. Sus reflexiones nos ayudan a entender muchas de las cosas que en España nos están ocurriendo y los peligros futuros que nos acechan, como consecuencia de nuestra renuncia a la verdad. Si nada es verdad, todo es espectáculo. No deberíamos olvidar que la posverdad es la antesala del fascismo. Y tener claro que nos sometemos a la tiranía al renunciar a la diferencia entre lo que queremos oír y lo que oímos realmente. Snyder aduce, según han señalado algunos estudiosos del totalitarismo, como Víctor Kemplerer, que la verdad puede morir de cuatro maneras, y en la primera campaña electoral de Trump se produjeron todas ellas. Todo un paradigma de la perversión de la política democrática y que tiende a ser imitado por otros muchos políticos. Por supuesto, también en nuestra España.

La primera, es la hostilidad declarada a la realidad verificable, que supone presentar las mentiras como si fueran hechos. En la campaña presidencial de Trump de 2016, de sus declaraciones se descubrió que el 78% eran falsas, una proporción tan elevada que da que pensar que las afirmaciones verdaderas fueran producto de descuidos. ¿Cuál fue el porcentaje de falsedades o mentiras de Feijóo en el debate? Degradar el mundo tal como es, supone crear un mundo-ficticio. La verdad queda relegada al olvido al ser un arma inservible para dañar o intimidar, como también para ganar votos.

La segunda, es el encantamiento chamánico, Como señalaba Klemperer, el estilo fascista usa la repetición constante, con el objetivo de hacer plausible lo ficticio y deseable lo criminal. El uso sistemático de motes por parte de Trump como “la deshonesta Hillary” trasladaba a la candidata demócrata determinadas características más propias de él. Mediante la repetición constante a través de Twiter transformaba a los individuos en determinados estereotipos, siempre perversos, que asumía parte del electoradoFeijóo habla de “sanchismo”, cual, si fuera una de las 10 plagas de Egipto, por lo que se ha de elegir: “España o Sánchez”.

La tercera, es el pensamiento mágico, o lo que es lo mismo, la aceptación perversa y descarada de las contradicciones. La campaña de Trump prometía bajar impuestos a todos, acabar con la deuda pública e incrementar el gasto en políticas sociales y en defensa. Tales propuestas se contradecían y eran imposibles de llevarse a cabo. Esto era la cuadratura del círculo. Aceptar tales falsedades supone una renuncia absoluta de la razón. Feijóo igualmente es la contradicción andante. Dice una cosa por la mañana y por la tarde la contraria. Decide pactar con Vox en Valencia y luego dice lo contrario en Murcia. Y todo el mismo día. Eso sí, pontifica “soy un hombre de palabra”.

La verdad queda relegada al olvido al ser un arma inservible para dañar o intimidar, como también para ganar votos

La cuarta, es la fe depositada en quienes no la merecen. Esto está relacionado con las declaraciones autosuficientes que hacía Trump, “Sólo yo puedo resolverlo” o “Yo soy vuestra voz”. Si la fe baja de los cielos a la tierra, no hay lugar para las pequeñas verdades de nuestro razonamiento y nuestra experiencia. De la misma manera, un posible triunfo nos dice Feijóo, será como el bálsamo de Fierabrás para todos los problemas de España. 

Yo añadiría una nueva similitud entre Trump y Feijóo. Ambos ponen en duda los resultados antes de la celebración de las elecciones. Lo hizo Trump antes y después de las elecciones. Y Feijóo con sus dudas sobre la actuación del Servicio de Correos, acusando que de una manera subrepticia está poniendo trabas a poder ejercer el voto por correo. Y Feijóo de perder, es seguro que no acepte los resultados. Ya lo hizo en 1993 el PP con Javier Arenas y Alberto Ruiz Gallardón, al cuestionar el triunfo de Felipe González.

Y después de todo lo ocurrido en el debate, con esta sarta de mentiras, los medios consideran que Feijóo ha sido claro vencedor. ¡Qué nivel de degradación de nuestra política y de la mayoría de los medios! Es decir, que cuanto más se miente, más posibilidades tienes de triunfar. Hago un pequeño inciso. Todavía recuerdo con nostalgia que, siendo niño o joven, uno de los insultos más graves que podíamos recibir, era el de “mentiroso”. Hoy ya no. Se ha normalizado y banalizado la mentira. 

Quiero detenerme en dos intervenciones de Feijóo, a las que no supo replicar Sánchez de una manera adecuada. La primera, era la de “si firma en este documento, yo me comprometo a que gobierne la lista más votada”. La única réplica de Sánchez fue recordarle el caso de Fernández Vara en Extremadura, que en el ruido del debate pasó desapercibido para la gran mayoría. Pero, vamos a ver. ¿Y esto puede decirlo alguien que puede llegar a la presidencia del Gobierno de España? La soberanía nacional reside en el pueblo español, y a través del sufragio elige a sus representantes en el Parlamento. Y son estos, quienes votan al presidente del Gobierno, que puede ser alguien, que no sea miembro de la lista más votada. Y le pongo algún ejemplo muy conocido. Jorge Azcón fue alcalde de Zaragoza, cuando la lista más votada fue la de Pilar Alegría. Esto lo entiende un chaval de Primaria. Porque, firmar ese documento que le presentó Feijóo con gran teatralidad, es una falta de respeto al resto de las fuerzas políticas y a sus futuros votantes. Es realmente surrealista, lo de este caballero. Y como le debió gustar tal propuesta, Feijóo la sigue presentando en sus mítines.

La segunda, es recurrir al terrorismo de Eta, a Bildu, y en un ejemplo de ruindad y vileza recordando que “hacía 26 años de la muerte de Miguel Ángel Blanco”. Y tampoco supo replicar con contundencia. Era muy fácil Eta ya no existe, y además acabó con un gobierno socialista, el de Rodríguez Zapatero. Por supuesto, fue un éxito de toda la sociedad española: clase política, justicia, fuerzas de orden público…Pero, ¡qué difícil se lo pusieron a Zapatero? “Está traicionando a los muertos”.

Yo añadiría una nueva similitud entre Trump y Feijóo. Ambos ponen en duda los resultados antes de la celebración de las elecciones

En cuanto a la demonización de Bildu por parte de Feijóo, acusando a Sánchez de pactar con ese partido, debería haber replicado igualmente con contundencia. Ya salió el tema en la campaña electoral del 28-M. Bastó una portada de ABC diciendo que EH Bildu presentaba a las municipales a 44 exetarras para que lo hecho por el gobierno en esta legislatura se fuera por el sumidero de la indiferencia. La derecha impuso su relato, objetivo al que se sumaron las huestes mediáticas, en prietas filas, recias y marciales. Está muy bien financiada y asesorada. Es ella quien diseña la agenda política. Se habla de lo que ella quiere. Y conoce perfectamente la grieta del PSOE cuando se habla del tema territorial. La identidad nacional genera un gran consenso en el PP, pero divide al votante socialista. Muchos de estos entran en dudas cuando la cuestión nacional se pone en primer plano. Si el PSOE es sensible a las demandas de los nacionalismos periféricos, ello puede colisionar entre la lealtad partidista y la intensa identidad nacional de muchos de sus votantes. El proceso de paz en Euskadi y, sobre todo, la reforma del Estatut de Cataluña iniciada en el 2004 por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero se convirtieron en temas muy importantes en la agenda pública durante su primer mandato, cuestiones relacionadas con el conflicto nacional, centro-periferia. Que se situará en el centro de la agenda pública obedecía a los intereses del PP, de lo que sacó provecho, no tanto como hubiera deseado. El desencanto por la negociación entre el gobierno de ZP y la Generalitat para aprobar el nuevo estatuto abrió una profunda grieta, por la que huyeron muchos votantes socialistas nacionalistas españoles. Primero, al PP y UPyD, y posteriormente a Ciudadanos. Y la oposición durante toda la legislatura ha hurgado en esta esta grieta: las concesiones del gobierno de Sánchez a los independentistas y su apoyo parlamentario. Por ello, es probable que muchos votantes socialistas se hayan abstenido o votado al PP, sobre todo fuera de la periferia, como por ejemplo en Castilla La Mancha, Aragón, Comunidad de Madrid...No así, en Cataluña o Euskadi. Y es probable que ocurra lo mismo el 23-J. En conclusión, tiene un grave problema el PSOE y no sabe cómo resolverlo. Por ello, debería hacer pedagogía política, como la realizada por el catedrático de Filosofía Julen Goñi en un artículo extraordinario de este mismo medio De ética, moral y política. En una democracia madura las listas de EH Bildu no deberían haber sido noticia. Como nos describe Julen Goñi:

La ética es una reflexión sobre la moral, tratando de explicar e investigar todo lo referente a su origen, su fundamento, su historia, la razón de su diversidad y de sus cambios, el tipo de juicios, etc. La moral sería el conjunto de valores que son considerados como buenos en una sociedad dada y en un momento histórico determinado. La moral es la raíz de la legalidad, o, dicho de otra forma, las leyes regulan, aunque no en su totalidad, los comportamientos de las personas según los valores morales de dicha sociedad. Parece claro que las leyes reflejarán el sentir/pensar moral mayoritario de la sociedad, y que solo el cambio de ese sentir/pensar mayoritario puede ser causa, en una sociedad mínimamente democrática, de un cambio en las leyes. 

Pues bien, nuestras leyes, reflejo de nuestra moral, establecen que el cumplimiento total de la pena impuesta trae como consecuencia la recuperación de todos los derechos ciudadanos. Es decir, que la finalidad del castigo es la reparación del daño causado y la rehabilitación de las personas condenadas. El artículo 25.2 de la Constitución Española es muy claro: «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad están orientadas hacia la reeducación y reinserción social...». 

Nuestra Constitución y las leyes posteriores han sido redactadas y aprobadas por los partidos que hoy conforman la mayoría del parlamento español, los mismos que, ahora, se llevan las manos de la hipocresía a la cabeza y utilizan la ética y la moral, no con la finalidad de mejorar el comportamiento social, sino con el de perjudicar al rival político y obtener rentabilidad electoral. 

Cabría una reflexión ética sobre si es conveniente o no la inclusión en las listas de personas que en su día quebrantaron la ley, pero eso significaría, en caso de aceptarse su no conveniencia, un cambio moral y legal que hasta ahora no ha sido planteado y que, además, no corresponde plantear en una campaña a elecciones que no sean generales”. 

La derecha impuso su relato, objetivo al que se sumaron las huestes mediáticas, en prietas filas, recias y marciales

Al PSOE le tiemblan las piernas a la hora de abordar el tema territorial e insisto, mientras no lo resuelva se verá sometido a una pérdida de votos permanente. Habrá de ser valiente y hacer pedagogía política, como la que acabo de mostrar. Y de momento no se atreve. Sirva el siguiente ejemplo. El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, afirmó recientemente que, desde que gobierna Pedro Sánchez, los "supuestos enemigos de España", en referencia a una pregunta sobre los pactos con Bildu, "han hecho más por los españoles y por España que lo que han hecho todos los patrioteros de pulsera". "Esos supuestos enemigos de España han contribuido a salvar miles de vidas de ciudadanos apoyando el estado de alarma en los momentos más complicados, dignificando la vida de miles de pensionistas españoles, mejorando las condiciones laborales de miles de ciudadanos posibilitando unos presupuestos que han materializado estas cuestiones”. Y siendo una verdad incuestionable, como sabemos desde el PSOE se le obligó a rectificar, ya que estas palabras, van en la línea contraria de la posición del PSOE sobre EH Bildu en campaña. Ni que decir tiene que han servido a la derecha para salir en tromba contra él.

Feijóo, paradigma de político trumposo