lunes. 29.04.2024
José Luis Sanz Ruiz | Foto: PP de Sevilla

Al principio, cuando leí la noticia me asusté, el tenor literal era contundente: el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz Ruiz, saca los tanques a la calle. Después pensé que los ayuntamientos no tienen tanques que sacar a la vía pública, ni siquiera tan considerados con el código de la circulación como los de Milans del Bosch que paraban con el semáforo en rojo. Después me percaté en el texto de la información que el neófito alcalde derechista de Sevilla lo que había sacado a la calle era los tanques de cerveza, para que la gente beba en la calle, porque según el primer edil hispalense, antes tomareño, es una parte importante de la idiosincrasia y la cultura de Sevilla. Afirmar que el sesgo identitario de la ciudad de Cernuda, Aleixandre, Bécquer, Machado o Bartolomé de las Casas es beber en la calle es una boutade muy derechista como cuando Ayuso afirma que no hay nada más madrileño que volver del trabajo y tomarte una cerveza con los tuyos en un bar.

Afirmar que el sesgo identitario de la ciudad de Cernuda, Aleixandre, Bécquer, Machado o Bartolomé de las Casas es beber en la calle es una boutade muy derechista

Beber en la calle, atiborrar el centro de tráfico, suprimir carriles bici, son las grandes apuestas de Sanz para la Sevilla del futuro, todo adobado con sendos macetones de aspidistras como contribución paliativa a los desarreglos del cambio climático, como las macetas de la presidenta madrileña. Una ciudad con la Historia de Sevilla, con un sedimento cultural de elevada enjundia, con hijos tan notables que perlan la nómina española literaria y científica, no merece que su idiosincrasia se tome a broma. Si ello es obra de la malicia política o la ignorancia, en ambos casos hay que sonrojarse por cuenta de los que frívolamente maltratan la metafísica identitaria de la ciudad de Almutamid.

La personalidad y la cultura de una ciudad es algo muy serio y su comprensión profunda es lo que marcará su forma de gobernarla. La buena marca de ciudad no es la publicitaria sino la real. Esas ciudades son las que trabajan, sin parar, por incrementar la calidad de vida, las que innovan, las que se esfuerzan en la sostenibilidad. Esas ciudades que son proactivas, vanguardistas, valientes, humanas, con un urbanismo justo y solidario, sin ventajas ni prebendas para nadie. Estas ciudades tienen la marca más potente. Estos municipios acaban siendo referencia para los demás. Son marcas de ciudad que se sustentan en un principio de acción que es mejorar la vida del residente y del visitante interrelacionados permanente y ofrecen una magnífica imagen (branding) de su carácter e idiosincrasiaLo demás, como el caso de la Sevilla de Sanz, es populismo de mercadillo con un alcalde que en lugar de ideas tiene ocurrencias y que pretende una ciudad dormida, cómoda para la élite que en los restaurantes de lujo no sale a la calle con la caña en la mano. 

Una ciudad con la Historia de Sevilla, con hijos tan notables que perlan la nómina española literaria y científica, no merece que su idiosincrasia se tome a broma

Cuando la ciudad deja de ser un símbolo de arte y de orden actúa en forma negativa. La confección del plan de la ciudad implica la tarea más vasta de reconstruir nuestra civilización. Las urbes son el lugar idóneo para desplegar las políticas culturales ya que es donde se producen la mayoría de las interacciones humanas. Porque, además de ser un mecanismo eficaz de crecimiento personal, la cultura contribuye al desarrollo de una comunidad, creando sociedades más abiertas y cohesionadas. Como dijo Lewis Mumford, la principal función de la ciudad es la de transformar el poder en forma, la energía en cultura, la materia inerte en símbolos vivos del arte, la reproducción biológica en creatividad social. 

El alcalde de Sevilla saca los tanques a la calle