viernes. 19.04.2024

Uruguay: Igualdad, unidad y renovación, los desafíos de la izquierda

El próximo 1 de marzo José Mugica dejará el cargo a su compañero de partido y vencedor de las recientes elecciones presidenciales, Tabaré Vázquez, que cumplirá su segundo periodo presidencial y el tercero consecutivo del Frente Amplio.

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Tabaré Vázquez. (Foto: Frente Amplio)

Escribo desde Uruguay, donde estos días proliferan balances y análisis sobre el mandato del Presidente Mujica. El 1 de marzo dejará el cargo a su compañero de partido y vencedor de las recientes elecciones presidenciales, Tabaré Vázquez, que cumplirá su segundo periodo presidencial y el tercero consecutivo del Frente Amplio.

MISMOS IDEAS, NUEVOS ENFOQUES

En ningún lugar como en Uruguay, la izquierda ha conseguido encadenar un transcurso político tan largo y, por lo general, fecundo y positivo

En ningún lugar como en Uruguay, la izquierda ha conseguido encadenar un transcurso político tan largo y, por lo general, fecundo y positivo. Lo ha hecho con inteligencia, pero sobre todo con un esfuerzo de convergencia de sus distintas corrientes, aunque a veces haya sido costoso. El Frente Amplio reúne a socialistas, comunistas, izquierdistas, extupamaros (guerrilleros urbanos), desarrollistas y otras familias políticas de adscripción progresista. Las peleas internas no han faltado y pocas veces se han disimulado. Pero el experimento de unidad ha funcionado. Y, por lo que parece, puede tener vitalidad para rato. Harían bien en Europa en tomar nota de la experiencia uruguaya, por muchas diferencias de cultura política y social que puedan existir.

El modelo de gestión de la izquierda uruguaya ha sido analizado, desde su origen, e incluso antes, por los politólogos Adolfo Garcé y Jaime Yaffé. Hace diez años publicaron el libro “La Era progresista”, cuyo mérito no consistió en no predecir el triunfo del Frente Amplio (estaba cantado), sino en avanzar los rasgos de un gobierno orientado a defender los intereses y necesidades populares. Ahora, publican una versión revisada y orientada al futuro, con el añadido al título más descriptivo que comprometido: “La Era progresista. Tercer acto”(1).

En sus conclusiones, los autores aventuran que el tercer mandato del FA intentará seguir conciliando crecimiento e igualdad, pero con un mayor énfasis en el desarrollo. Conviven en el bloque progresista distintas visiones del desarrollo. La más moderada, encabezada por el Presidente electo Vázquez, y sobre todo por su aliado Danilo Astori, ministro de Economía en su primer gobierno y en el que ha formado ya para los próximos años, enfatiza la importancia de construir buenos mercados con reglas del juego sólidas (un enfoque socialdemócrata). Los comunistas y los emepepistas (Movimiento de Participación Popular, el partido de Mujica) aceptan el sistema del libre mercado, pero presionar a favor de una construcción más sólida del socialismo. La tercera línea, los desarrollistas, defienden una visión clásica de esta doctrina de gran raigambre en la región, conectan con la doctrina de la nueva CEPAL y preconizan un fuerte papel del Estado para hacer posible el proyecto de “cambio estructural para la igualdad”.

EL LARGO ADIÓS A UN PRESIDENTE ‘INFORMAL’

Tabaré Vázquez no compartió nunca esas maneras francas, participativas y espontáneas de Mugica

Tabaré Vázquez no esconde su intención de “cambiar de estilo”. El antecesor/sucesor de Mujica no compartió nunca esas maneras francas, participativas, espontáneas del todavía Presidente. Le ha reprochado, incluso públicamente, su forma desordenada de plantear políticas de cambio. Estos días de intenso trabajo de los equipos encargados de la transición, ha trascendido en la prensa uruguaya (2) la voluntad del gobierno entrante de retocar algunos proyectos de Mujica “para hacerlos bien”, en particular los programas sociales, la gran pasión del Presidente saliente, por su vocación solidaria y participativa. “Hacerlos bien” significa, para los nuevos gestores, no solo hacerlos viables y sostenibles, sino también “institucionalizarlos”, es decir, encuadrarlos en un marco político más clásico.

Este giro de estilo (pero quizás también de sustancia) encontrará posiblemente una notoria resistencia en el bloque parlamentario del Frente Amplio, donde obtuvieron mayoría en las elecciones legislativas los partidarios de Mujica. De ahí que Tabaré tendrá que poner en juego sus contrastadas habilidades conciliadoras para que las diferencias internas no generen frustración ni tensiones. En realidad, el debate político uruguayo no se planteará en términos de gobierno-oposición, sino de gobierno-grupo parlamentario.

No debería ser difícil encauzar el debate interno en el Frente Amplio. Las tres corrientes principales del FA tienen que comprender que la prioridad será afrontar el desafío de la igualdad en un contexto internacional y regional mucho menos favorable. La CEPAL acaba de predecir un escenario nublado, anticipado por el frenazo del crecimiento. Los gobiernos brasileño y uruguayo (en menor medida, argentino) afrontarán quinquenios complicados.

En el caso uruguayo, dos son los grandes proyectos sociales a acometer: el llamado Sistema Nacional de Cuidados, traducible como una Seguridad Social Universal, y la Reforma de la Educación, quizás la mayor frustración de Mujica, según él mismo repite en mítines, declaraciones y entrevistas. El presidente saliente se lamenta de que sus propios compañeros de bancada obstaculizaron la implementación de un proyecto de universidad popular. Sus críticos le reprochan confusión y voluntarismo en el planteamiento.

EL DESAFÍO DEL RELEVO GENERACIONAL

Y finalmente, la izquierda tiene otro desafío imprescindible: la renovación de los líderes políticos. Vázquez, Mujica y Astori, los tres grandes de esta “era progresista” se despedirán con la década. El nuevo gobierno de Tabaré presenta una media de edad de 64 años, aunque el vicepresidente, el desarrollista Sendic (hijo del fundador de los Tupamaros) es uno de los dirigentes más jóvenes, junto con Constanza Moreira, con mayor proyección de futuro.

Esta especie de “gerontocracia” resistente en la izquierda uruguaya, en los niveles más altos de liderazgo, contrasta con la renovación iniciada en la cúspide de los partidos históricos o tradicionales del centro y la derecha. Y aunque ni Luis Lacalle Pou, ni Pedro Bordaberry han podido, de momento, pese a su juventud y su “abolengo” político (las dinastías políticos también existen en Uruguay) con los veteranos líderes de la izquierda, lo cierto es que la renovación se antoja como una asignatura indesplazable en este tercer quinquenio de la izquierda gobernante.


(1) “Tercer Acto. La Era progresista. Hacia un nuevo modelo de desarrollo”, ADOLFO GARCÉ y JAIME YAFFÉ. EDITORIAL FIN DE SIGLO. Montevideo, 2014.

(2) EL PAIS (de Uruguay), 11 de febrero.

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