viernes. 03.05.2024

La reforma laboral

NUEVATRIBUNA.ES - 18.12.2009...Es cierto que en un Estado de Derecho todo acaba en el BOE, como no puede ser de otra manera, pero eso es el final; pero anteponer lo jurídico como se está haciendo es caer en el vicio del legalismo, que es tanto como confiar en la bondad de los sujetos para que se cumplan las leyes. Las leyes deben estar hechas de tal manera que no dependan de la bondad de los sujetos implicados para su cumplimiento.
NUEVATRIBUNA.ES - 18.12.2009

...Es cierto que en un Estado de Derecho todo acaba en el BOE, como no puede ser de otra manera, pero eso es el final; pero anteponer lo jurídico como se está haciendo es caer en el vicio del legalismo, que es tanto como confiar en la bondad de los sujetos para que se cumplan las leyes. Las leyes deben estar hechas de tal manera que no dependan de la bondad de los sujetos implicados para su cumplimiento. Esto, que debiera ser obvio, se omitió por parte del gobierno de Felipe González en el año 1984(1) con la contratación temporal (2) -sin costes de despido- creyendo, con una ingenuidad digna de bebés, que los llamados empresarios genéricamente la utilizarían para lo que se estipula en el propio preámbulo de la ley. A partir de ahí, todas las reformas han caído en el mismo error: su cumplimiento depende de la bondad de los contratadores. De aquel entuerto no se sale fácilmente, pero si un momento es el propicio es ahora, cuando los que podían despedir por este barato procedimiento ya están en la calle.

Es verdad que la patronal pide ahora que además de despedir a los hijos con contrato temporal, es decir, sin costes de despido) se pueda despedir a los padres abaratando el despido para los que vengan (contrato de crisis). Y a los que pasen de lo 50 que los prejubilen: ¿y quienes comprarán lo que venden sus propios asociados en la COE y en la CEPYME si despiden a los propios potenciales consumidores? ¿Ha oído hablar este tal Díaz Ferrán del flujo circular de la renta? Oyendo hablar a este hombre me confirma más la necesidad de una reforma empresarial y de que la escasa formación jurídica, económica y tecnológica de los supuestos empresarios es uno de los cuellos de botella de nuestra economía. Decía Lenin que el último capitalista vendería la soga con que se ahorcaría al penúltimo. Es una metáfora a la vez que una parábola, pero parece que este señor no la he entendido. No es difícil, pero leyendo sus declaraciones no parece que su nivel intelectual vaya más allá de la ESO, y perdón a los estudiantes de secundaria. En la patronal se ha pasado -si la memoria no me falla- de aquél Ferrer Salat del reaccionemos al catedrático Termes (banca), luego al señor Cuevas y ahora a este jefe del Air Comet. Es un descenso de nivel tremendo. Es un error del contrario y eso no hay que lamentarlo, sino aprovecharlo, y eso depende del talento de los sindicalistas: puro Maquiavelo, el creador de la política como ciencia.

Pero volvamos a la reforma laboral. Ahora los dos contratos básicos que existen se diferencian desde el punto de vista económico en contratos con costes de despido y sin despido, aunque jurídicamente tengan otras connotaciones. Desde 1984 ya se ha demostrado que el contrato con costes de despido nulo y con el resto de las condiciones iguales a los que tienen costes de despido ha sido un error al menos por dos motivos: a) no consolida el empleo y destruye empleo tres veces más deprisa de lo que crea en los momentos de recesión, incluso aunque esta no sea tan grave como la actual; b) da lugar a un tipo de empresas especulativas, sin intención de permanencia, a la subcontratación, a la explotación de la emigración, a la discriminación de género, a malos empresarios. Todo esto no lo cambian modificaciones simplemente legales que dependan de la buena voluntad de la otra parte para su cumplimiento.

Es el momento de la innovación porque ya apenas se puede destruir más empleo sin costes de despido. Incluso el Gobierno Central se ha dado cuenta de ello y ya habla de encarecer el contrato que llaman temporal (despido gratis), modificando al alza la cotización a la Seguridad Social. Es decir, parece avanzar la idea de que ambos tipos de contratos básicos no pueden tener el mismo coste mensual. Yo lo vengo defendiendo hace tiempo, pero con una diferencia notable: que esos mayores costes mensuales vayan a beneficio del trabajador. Al menos deben compartirlo Administración y trabajador. Para ello hay un camino recto, un nudo gordiano que hay que romper: que el salario mínimo de ambos tipos de contratos no sea el mismo, siendo mucho más caro el de costes de despido gratis. El adjetivo mucho (3) no es casual, porque debe haber una diferencia notable entre ambos salarios mínimos para que ambos contratos jueguen su papel. Así, el empresario que quiere de verdad montar una empresa, grande o pequeña, o gestionarla mejor, con visión de futuro elimina competencia desleal y puede optar por combinar personal contratado con costes de despido nulo, pero con costes mensuales mucho más caros, o personal con costes de despido significativos, pero con costes laborales mensuales bastante más baratos (como están ahora). Esta es la idea de los salarios de eficiencia que se ha desarrollado en la literatura económica. La idea es que sea un dato o casi los costes laborales y el empresario se vea en la obligación de cambiar e introducir tecnología, modernizar organización, aumentar la productividad, para competir con ventaja con los empresarios especulativos sin visión y deseo de permanencia y mejorar la formación de los trabajadores y de los gestores (que estos últimos lo necesitan mucho más). Además esto puede permitir competir con alguna ventaja comparativa con las economías emergentes (China, India, Brasil, México, antiguos países del Este, asiáticos en general, Magreb para nosotros, etc.).

Por supuesto que también ha de aumentar el salario mínimo actual, que es simplemente ridículo. Para avanzar una idea de la magnitud, este nuevo contrato sin costes de despido debiera ser mayor siempre que la media de los salarios realmente percibidos por los trabajadores con contrato de trabajo con costes de despido. La aspiración final sería eliminar la contratación sin costes de despido, pero sólo existe este camino, el camino económico, porque el camino jurídico ya se ha recorrido y el resultado está a la vista simplemente observando el aumento del paro en España y en Alemania con una caída de la actividad económica mayor en el país germano.

Este es el camino de España. No estuvimos a la altura de los tiempos en la revolución industrial; la restauración, el regeneracionismo no dio lugar a una economía a la altura de los países más avanzados de Europa; el turno pacífico de los partidos fue sólo una artimaña entre líderes políticos para mantenerse en el poder; cuando estábamos acercándonos al resto en los años 20 y 30 del siglo XIX, la derecha (CEDA), junto con una parte del ejército (Sanjurjo, Mola, Franco, Millán Astray, etc.) y los curas acabaron con tantas ilusiones; no tuvimos plan Marshall (4) por la dictadura franquista, que ahora tanto añoran ahora los del P. P. y parte de sus votantes (Telemadrid). Nunca seremos ya un país fuerte en industria y con dificultad de liderazgo en tecnología punta, salvo sectores puntales (valga la redundancia). Nuestro fuerte será la cultura, el turismo, la industria basada en el idioma español (2º más hablado en el mundo). En general los servicios. Y para competir en condiciones de ventaja en el sector exportador y en los sectores productivos que dependen de él, hay que construir empresas fuertes y competitivas y no chiringuitos gobernados por aficionados y especuladores. Para eso sirven los salarios de eficiencia.

Es este un momento decisivo, precisamente porque estamos en crisis y es propicio para preparar la salida hacia otra cosa. Y no hay que desechar la construcción, pero luchando contra la especulación y la recalificación oportunista o desesperada. Los sindicalistas se van dando cuenta poco a poco de lo de la milonga del cambio de modelo... a corto plazo para crear empleo. Ni el Gobierno Central, ni siquiera todos los gobiernos autonómicos juntos -suponiendo que no estuvieran la mitad de ello en manos de los tardofranquistas del P. P.-, tendrían, ni tienen poder político y económico suficiente en una economía de mercado para cambiar de modelo sin más y a corto plazo. Para eso se necesita la planificación y un poder político real por encima del poder de mercado y de sus mercaderes. Pero estamos en el sistema que estamos y no se puede fantasear. Los sindicatos se equivocan si exigen al Gobierno Central un poder que no tiene. ¿Qué poder de gestión decisorio real tiene el Gobierno Central sobre el sector energético o sobre el sector financiero? No va más allá de una regulación, incluso aunque sea buena (CNE, B. de España, CNMV). Aznar quitó el poder de la acción de oro del gobierno en grandes empresas (5), puso a sus amiguetes al frente de ellas y luego las privatizó. El gobierno actual no ha reintegrado al Gobierno Central ese menguado poder por confiar en el mito de la economía del sólo mercado. Ahora son insuficientes, incluso perjudiciales, medidas meramente legales o basadas en la buena voluntad de las partes. Pocas medidas, pero fuertes y valientes, que fortalezcan la economía y no la cuenta de resultados de algunas cuantas empresas, sobre todo en los períodos en los que ambas cosas exacerban su contradicción. Y las medidas de castigo, al código penal.

Hay muchas más medidas, como la lucha contra el fraude fiscal, posible reforma de la Seguridad Social, replantearse el traspaso de algunas competencias que afectan al Estado de Bienestar (Sanidad, Educación), el aumento de la participación de lo público en el PNB, reforma del sistema financiero, enseñanza profesional para trabajadores y empresarios (sobre todo si estos últimos no lo son realmente). Este es el cambio de modelo, pero lo verán desarrollarse nuestros hijos y acabarse nuestros nietos. En economía, los deseos, programas y proyectos que no tienen en cuenta el plazo son cartas a los Reyes Magos. Para ese cambio se necesitan al menos dos o tres lustros más de gobiernos de izquierda, y de una izquierda que considere que, por encima del mercado, están los intereses generales del país y que el sólo mercado neoliberal nos lleva, tarde o temprano, a lo que nos ha llevado.

(1) Real Decreto 1989/1984 de 17 de Octubre

(2) Ver este trabajo de Gálvez Biesca sobre las diversas leyes de este año que transformaron jurídicamente la contratación laboral

(3) Puede ser también adverbio si acompaña, claro, al verbo.

(4) Recomiendo con fruición el libro: “España: 1808-1996 (El desafío de la Modernidad)”, de Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox”, 1997, Espasa-Calpe. Los autores rompen con el tópico de los fracasos industriales (Nadal) y representa la renovación de los estudios históricos hispánicos.

(5) Telefónica, Tabacalera, Repsol, Endesa, Argentaria, Iberia, Indra, etc. Algunas de ellas ya no existen como tales.

Antonio Mora Plaza - Economista.

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