viernes. 17.05.2024

Democracia real ya!!

Las movilizaciones que están teniendo lugar desde el 15 de mayo en diversas localidades de toda España y la reivindicación de profundización democrática responden a la percepción, bastante extendida en la ciudadanía, de la insuficiencia de los mecanismos de participación de nuestra sociedad, en este caso sentidos como rígidos, elitistas y poco inclusivos, así como a la queja por la falta de contenido sustantivo de nuestro

Las movilizaciones que están teniendo lugar desde el 15 de mayo en diversas localidades de toda España y la reivindicación de profundización democrática responden a la percepción, bastante extendida en la ciudadanía, de la insuficiencia de los mecanismos de participación de nuestra sociedad, en este caso sentidos como rígidos, elitistas y poco inclusivos, así como a la queja por la falta de contenido sustantivo de nuestro modelo de democracia, cada vez más alarmantemente desplazada hacia una partidocracia o poliarquía que oligarquiza el poder en manos de cúpulas partidarias poco conectadas con las preocupaciones y aspiraciones sociales, crecientemente burocráticas y más bien interesadas en el mantenimiento de intereses propios y corporativos.

A ello se une la indignación por el mal gobierno que nos ofrece el sistema mundial de gobernanza existente, que precariza derechos y empobrece a las sociedades, junto a la esperanza en que las cosas se pueden cambiar a mejor, pero que un gran tapón de intereses (donde los políticos tradicionales y los poderosos se aliaron en una extraña coincidencia) lo impide.

Esta crítica, sin embargo, no es novedosa y acompaña la reflexión de los teóricos al menos desde los años 80 del pasado siglo en lo que se ha venido a conocer como “crisis de la democracia”; crisis que tiene tanto que ver con las promesas incumplidas por el constructo de nuestro sistema, como por el surgimiento de problemas crecientemente complejos y que desbordan los cauces conocidos para su abordaje. Crisis que se combate con más democracia, no con menos democracia. Que la preocupación por la crisis de la democracia no sea cosa de ahora, hace más sospechosos a los partidos políticos de no haber querido afrontar la situación ni proponer una reformulación de la política para hacerla más democrática y más cercana a la ciudadanía.

Que la política formal se haya convertido en un mecanismo de pura representación y de mínima dinamización social, junto con el escandaloso alejamiento, cuando no manipulación, de los políticos en general respecto de la sociedad, el terrible espectáculo de la corrupción, las luchas cainitas de los aparatos de los partidos por hacerse con cargos y prebendas y la subsistencia de privilegios injustificados para los políticos, aparecen como elementos necesitados de evidente e inaplazable regeneración. Pero, mientras la opinión pública entiende que estos políticos y los partidos son el tercer principal problema después del paro y la crisis, los partidos y estos políticos mantienen programas donde nada se dice de ello y donde no se aborda la forma de revertir esta situación. Es cierto que tal vez acusar a todos los políticos de los desmanes de unos cuantos de ellos o de los límites de nuestro urgido de reformas sistema político es un simplismo, pero no menor que el de minusvalorar a una ciudadanía exigente. No todo se hace mal aunque lo que se hace mal se hace rematadamente mal y contamina el resto.

Particularmente observo con mucha desazón el hecho de que ningún partido político de los que he tenido la santa paciencia de leer sus programas, mantenga en su programa actual ni una sola propuesta creíble para el empoderamiento de la sociedad y su actoría, para la reforma de nuestro autoritario y paternalista sistema de participación social en los más diversos escenarios (desde las ONG hasta las asociaciones de vecinos pasando por las más diversas instancias), para el aprendizaje del trabajo comunitario y la toma de decisiones colectivas desde mecanismos de deliberación más plurales, para la educación cívica, para el protagonismo de las personas en la solución de los problemas. Observo con alta preocupación cómo los partidos ofrecen, en general, propuestas y soluciones desde un cierto despotismo (en este caso poco ilustrado dado el ambiente reinante) que predica soluciones para el pueblo pero sin el pueblo.

Recuperar la iniciativa de los ciudadanos como los actores de la vida política, acercar la política a los ciudadanos y a sus necesidades y no reducirlos a una mera servidumbre, como también pide la doctrina, aparece ahora como uno de los criterios que un “test de esfuerzo” de nuestra democracia debe pasar para estar a la altura de las aspiraciones de la mayoría de nuestra sociedad.

El hecho de que sean los jóvenes “mejor preparados” en muchas generaciones hacia atrás los promotores de esta iniciativa pacífica y noviolenta de protesta y de situar sus demandas en el escenario político, mediante el ejercicio de su libertad de expresión y de actuación, aparece como una noticia alentadora para la salud moral de nuestra sociedad, demasiado ensimismada, desmoralizada y conforme con el status quo y descomprometida.

Cuando se pide democracia real se pide regeneración y se pide verdadera participación democrática; no ausencia de la política sino protagonismo en la política, de otra política que es posible.

Llama la atención que la ocurrencia de políticos que llevan en activo varios decenios, como el Ministro Rublacaba y el alcalde Gallardón, para responder a la iniciativa civil de los jóvenes, sean precisamente las que se les ocurrió hace no muchos meses a presudodemócratas de Túnez o Egipto frente a las movilizaciones de los jóvenes de estas sociedades para conseguir democracia real. Parece que unos y otros leyeron el mismo manual de actuación, siguieron la misma hoja de ruta y sintieron igual aprecio por las reclamaciones de profundización democrática.

Algunos opinadores oficiales de tertulias y otros medios quieren reinterpretar la iniciativa de democracia real acusando a sus promotores de oscuros intereses y adjetivándolos, con un deprimente y autosuficiente cinismo, de anti-sitemas, prepolíticos, populistas y otros anatemas cargados de prejuicios e incompetencia. ¿es tan malo querer más democracia y apostar por un cambio social que dinamice la participación real de la sociedad?, ¿Es tan malo que la democracia entre en las empresas, en las escuelas, en los centros de ocio, en los partidos y asociaciones? , ¿es tan imposible aspirar a una reforma de nuestro modelo político de participación para incluir los intereses de los que ahora no pintan nada? Yo no lo creo.

En el caso de la inmigración, la exclusión del marco político es evidente, por más que los tres principales partidos nos hayan querido ofrecer en estas últimas elecciones personajes de escasa presencia en el movimiento asociativo como sedicentes “representantes” de los inmigrantes y a la búsqueda de su voto “identitario”. ¿es que alguien puede arrogarse este derecho de representación y sobre-representar una masa de personas tan dispar y amplia? La inmensa mayoría de los más de cinco millones de inmigrantes afincados en España no pueden votar ni ser votados porque se lo prohíben nuestras leyes y sólo un porcentaje que no supera el millón podrían hacer uso del derecho a elegir concejales previa inscripción personal en el censo.

Y esta falta de actoría, que también ocurre respecto de los sobreendeudados sin recursos, de los parados y jóvenes sin futuro, de los ancianos en situación crecientemente precaria, de minorías étnicas y culturales, de mujeres del servicio doméstico , de familias y menores, es acompañada, en el caso de los inmigrantes, con un discurso político asimilacionista, populista y discriminatorio. Ofrece motivos más que suficientes para que también un sector importante de los inmigrantes, que quieren formar parte de esta sociedad y apostar a su mejora, esté apoyando las iniciativas de democracia real en la calle.

AESCO apostó desde un primer momento por apoyar esta iniciativa y participó en las actividades que desde esta se han promovido. Ahora también nos vemos impelidos a mejorar nuestros mecanismos internos para democratizarlos y ponerlos al servicio de una reivindicación que nos compromete.

Las elecciones que ahora se avecinan no lo son todo. Ni siquiera es, en mi opinión, el momento álgido de una reivindicación de democracia real que debe seguir manteniéndose activa y buscar cauces operativos para hacerse realidad en el día a día y en el futuro.

Pero ahora llega el momento de hacer significativo, también en la contienda electoral, este propósito y nosotros llamamos a la gente a tener en cuenta esta clara reivindicación de democracia real ya. Lógicamente no podemos ni pretendemos insnuar a la gente qué debe hacer el próximo día 22, pero sí creemos que el comrpomiso electoral debe hacer sentir esta reivindicación de reforma y de democracia real y pedimos que en todo caso no se de ningún cheque en blanco a un modelo de hacer política agotado y que debe ser transformado. Que nos oigan, que nos vean, que nos reconozcan.

Democracia real ya!!
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