jueves. 25.04.2024
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Bajo la denominación "No a la mina en el Valle del Corneja", las Plataformas abulenses contra las prospecciones para extraer el oculto feldespato, están recabando firmas y datos para justificar su oposición y que sus políticos se avengan a razones de peso

A la lucha de vecinos, sindicatos y ecologistas contra las explotaciones mineras de feldespato a cielo abierto en los valles de la cara norte del macizo de Gredos, se une ahora otra lucha de los abulenses contra la especulación urbanística e ilegal en la zona conocida como la Andalucía de Ávila, por sus paisajes y su microclima. Lo apunté en mi anterior reportaje, Ávila parece que se ha convertido en la vieja California.

Ávila es una provincia que hasta hoy parecía dormir el sueño de los justos, resignada y afectada por la despoblación desde los años 60, la carencia de industria, y el desempleo. Pero este año, sus pocos habitantes han empezado a despertar: les han tocado sus mismas raíces, y no quieren que su vida se seque, como la naturaleza silenciosa y rica que les rodea, y que se verá afectada por explosiones y traqueteo de minas al modo y manera de los antiguos romanos. Explotaciones y expoliaciones que ni son pan para hoy, y sí hambre para mañana.

A la creación a finales del año pasado de varias Plataformas Ciudadanas, para que su oposición adquiera carácter jurídico contra prospecciones mineras en la Sierra de Ávila, Yemas y Valle de Amblés, se ha sumado este mes otra iniciativa similar en la comarca del Valle del Corneja, vertiente norte de la Sierra de Gredos. El Corneja es un río que baña y riega de este a oeste toda la provincia hasta desembocar en el famoso Tormes, alimentando una rica flora y fauna que se ha mantenido gracias a la labor de los vecinos que quedaron en esos pequeños pueblos, cultivando el campo, cuidando los montes y la ganadería. Son pueblos que pese a su pequeñez, arrastran tras de sí una rica y grande historia, desde los tiempos prehistóricos a hoy, descubriéndonos vestigios nuevos, desde calzadas romanas, a altares del tiempo de los vetones, verracos de piedra y otras esculturas zoomorfas, que todavía despiertan el misterio y el interés, sin olvidar los castros y túmulos funerarios, junto a maravillas arquitectónicas de todos los siglos.

En contra de lo que nos han hecho creer, esta provincia castellana no es pobre; distinto es que esté despoblada a causa de políticas erróneas; de seguir así, no sólo la empobrecerán más, sino que la desertizarán. El paisaje de todo el valle, poblado de ganado pastando plácidamente en sus verdes prados, separado del otro Valle de Amblés, también en peligro, por el Puerto de Villatoro, se convertirá en un desierto donde sobresaldrán montañas de escombros, eriales y charcas de agua contaminada. No habrá animales, ni árboles, ni personas, y las aves y otras especies salvajes se habrán extinguido definitivamente. Los pueblos se convertirán en tumbas, verán en ruinas sus construcciones y hasta las iglesias, catedrales, castillos y murallas se convertirán en odiosos escombros.

La Naturaleza es sabia y esconde lo perjudicial

Bajo la denominación "No a la mina en el Valle del Corneja", ésta y las anteriores Plataformas abulenses contra las prospecciones a cielo abierto para extraer el oculto feldespato, están recabando firmas y datos para justificar su oposición y que sus políticos se avengan a razones de peso. A sabiendas de que el pueblo tiene siempre la razón, porque para eso vive ahí y ha vivido ahí siempre, quiere que sus representantes les hagan caso y no les engañen con que tales iniciativas acarrearán trabajo y progreso. ¡Y una mierda!, que diría un castizo. Para evitar eso (también la mierda), apoyan su oposición en estudios técnicos realizados por expertos en la materia; demostrando que no se trata de una simple pataleta, esgrimen su buenas razones, para que los políticos, que no tienen porqué saber de todo, les hagan caso y actúen en consecuencia, que es el bien común. Y no traten de venderles gato por liebre -que diría otro castizo-, habiendo como hay buena carne en esa zona, que razonaría “un chuleta de Ávila”. Carne, y buen vino, y buenos tostones, y buena gente. Por algo se la conoce como “Ávila de los Caballeros”

La naturaleza es sabia, de ella deberíamos aprender los humanos. Como sabia que es, trata de ocultar al estúpido animal racional todo aquello que le perjudica. Todo lo que le beneficia, se lo expone a la vista, para que haga buen uso. Pero el ser humano, el menos racional de todos los animales, que se cree el rey de la misma y más listo que la creación entera, trata de buscar tres pies al gato, y se mete en berenjenales de los que luego no sabe cómo salir, hasta llegar a perecer. Ya los romanos, y nuestros ancestros sabían, por ejemplo, que el petróleo era un elemento pernicioso que mejor estaba enterrado que a flote. Pero llegó el listo de turno, y ya sabemos el resto.

En diciembre, hablando de este mismo tema de las minas (reportaje: La Sierra de Ávila contra la mina de feldespato), después de un breve recorrido por la historia de la minería en España, dediqué la última parte a enumerar los inconvenientes que esta explotación tiene y las consecuencias nefastas sobre el paisaje y sus pobladores. No voy a repetir aquí su contenido; me voy a hacer eco del trabajo llevado a cabo por expertos de la Universidad Católica de Ávila a propósito del proyecto minero en el Valle del Corneja. Si hay algo que caracteriza a los estudiosos e intelectuales de este país (por algo se los rifan en el extranjero), es su trabajo abnegado y concienzudo, a los que apenas si hacen caso nuestros mediocres políticos. Otro gallo nos cantaría si fuera al contrario.

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Estudio de Impacto Ambiental

Vayamos con las conclusiones de este estudio de científicos y ecologistas de la Universidad de Ávila (al que hice referencia en mi anterior entrega), elaborado con la dirección de Jorge Mongil Manso, ingeniero de Montes, y otros expertos de la Asociación Ecologista Centaurea. En esos estudios los técnicos coinciden en mostrarse contrarios al proyecto minero que afecta a los municipios de Tórtoles, Becedillas, Zapardiel de la Cañada y Bonilla de la Sierra, junto con sus anejos. Debo apuntar que Bonilla el 4 de mayo de 1983  fue declarado Conjunto Histórico Artístico, y el proyecto general, tanto en este valle como en los anteriores, carece de un correcto y preceptivo estudio de impacto ambiental. Y debe hacerse porque las zonas afectadas por las ominosas obras, según Centaurea, “afectan de lleno al LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) y a la ZEPA (Zona Especial Protección para las Aves), figuras de la Red Natura 2000 de la Unión Europea, denominadas (en ambos casos) Encinares de la Sierra de Ávila”, en una superficie de más de 100 hectáreas. Es inadmisible -prosigue este informe de la asociación ecologista suscrito también por CC OO- que se pretenda aprobar, mediante este deficiente EsIA (Estudio de Impacto Ambiental), y un Plan de Restauración inejecutable, este proyecto, que provocaría la realización de desmontes de hasta 50 metros de altura, y generaría cráteres lunares, emitiendo polvo insano, además de otras molestias sonoras producidas por las constantes voladuras y tránsito de camiones por los núcleos urbanos y carreteras locales”.

Debo añadir, antes de reproducir las ideas de otros expertos, que hay por otra parte en marcha trabajos de excavaciones, investigación y repoblación forestal que, a su vez, deparan nuevos descubrimientos arqueológicos en esas zonas; en concreto, recientemente fueron descubiertos dos altares rupestres muy cercanos entre sí, que podían datar en torno al año 5.000 y 3.000 antes de Cristo. Los dos altares son santuarios rupestres con escaleras talladas en roca hasta la parte alta de la piedra granítica.

Y por recordar la historia más relevante, la villa (Bonna Villa) de Bonilla de la Sierra, fue sede de Cortes y sede Arzobispal. Fortificada entre 1312 y 1348 por el obispo de Ávila, Sancho Blázquez Dávila, durante años se convirtió en sede de estudios humanísticos promovidos por El Tostado. Su castillo sirvió de residencia al rey Juan II en 1440, donde se refugió por la gran tensión política provocada por la pretensión de los infantes de Aragón (hijos de Fernando I de Aragón) de hacerse con la corona de Castilla. Alfonso I de Fonseca obispo de Ávila tuvo aquí su residencia entre 1445 y 1454. El Príncipe Enrique en 1448. Alfonso de Madrigal vivió en Bonilla de la Sierra de 1444 a 1455, y ahí murió; más conocido como el Tostado y el Abulense, fue una de las personalidades más importantes de entonces, uno de los precursores del humanismo en España. Otros obispos y personal de la Corte castellana eligieron este lugar para descanso, como Gonzalo Chacón y Fray Hernando de Talavera, consejeros de Isabel la Católica.

Hasta aquí, la historia rica y olvidada de una zona, en la que ahora, según comienza el estudio del Grupo de Investigación de la Universidad Católica de Ávila, “como por arte de magia y en tiempo récord han aparecido diversos proyectos de prospección, investigación y explotación minera de los feldespatos contenidos en las rocas plutónicas hercínicas... diferentes explotaciones mineras a cielo abierto en la Sierra de Ávila, en la Sierra de Yemas y en el valle del río Corneja. Precisamente en este último lugar, en los municipios de Tórtoles y Bonilla de la Sierra, nuestro grupo de investigación viene trabajando desde hace años, estudiando procesos erosivos, el ciclo hidrológico y los efectos de la restauración forestal iniciada en 1964 por el ingeniero de montes de la Confederación Hidrográfica del Duero D. David Azcarretazábal Mantecón que, junto con otros ingenieros, merece el homenaje y reconocimiento público por su dedicación y los resultados tangibles de su labor repobladora. Y es que, después de siglos de deforestaciones e insostenible gestión de los recursos forestales, se consiguió en las laderas del valle del Corneja un bosque que frena los procesos erosivos y la desertificación, mejorando el suelo, la biodiversidad y las cubiertas forestales; favoreciendo el turismo rural, el aprovechamiento micológico y, en general, el disfrute del paisaje y del entorno natural”.

Y prosigue el estudio: “Pero, centrándonos en las explotaciones mineras a cielo abierto... y sin intención de exhaustividad, los principales problemas, inconvenientes e impactos podrían ser:
-Alteración y destrucción del paisaje...  valles y montañas de altitud media, donde alternan roquedos graníticos, bosques de encinas, robles y pinos, bosques de ribera, matorral de piorno y otras especies...

-Pérdida de bienes y servicios ecosistémicos, como aprovechamientos forestales, micológicos, recreativos... 
-Gran producción de residuos

-Cambios en el clima local y en los microclimas, difíciles de precisar y cuantificar.
-Contaminación del agua, y del aire por gases y polvo.

-Pérdida total de suelo... procesos de erosión eólica e hídrica (fundamentalmente erosión laminar, en regueros, en cárcavas, en barrancos, deslizamientos y caída de detritos).
-Pérdida del carbono orgánico almacenado en los suelos y su transferencia a la atmósfera, con los perjuicios que esto supone respecto al cambio climático.

-Afectación a los procesos hidrológicos de infiltración, escorrentía, intercepción, evaporación y precipitación y, por lo tanto, modificación del ciclo hidrológico local en las cuencas afectadas, lo que podría influir en una mayor recurrencia e impacto de las inundaciones y avenidas extraordinarias.
-Degradación cualitativa y cuantitativa de los acuíferos (aguas subterráneas).
-Destrucción de la vegetación natural y de la vegetación conseguida mediante restauración forestal, después de varias décadas de enormes esfuerzos económicos y humanos.
-Pérdida de biodiversidad faunística, por degradación de hábitats, perdiéndose en las comarcas afectadas especies de interés de conservación, cinegéticas y piscícolas, entre otras.
-Imposibilidad o dificultad notable de desarrollar labores agrícolas y ganaderas.
-Graves problemas para la salud humana, debido a gases, polvo en suspensión, ruidos y vibraciones de maquinaria y explosiones, lo que repercutirá en una mayor frecuencia de enfermedades respiratorias y del sistema nervioso.

-Posibles daños a bienes culturales, arqueológicos, históricos y etnográficos.

En definitiva, el establecimiento de explotaciones mineras a cielo abierto en varias comarcas de la provincia de Ávila supone graves daños al medio natural, a la agricultura, a la ganadería, al turismo rural y de naturaleza, entre otros; implica un cambio en el modelo de desarrollo de la zona, actualmente basado en actividades económicas sostenibles medioambientalmente y compatibles con la conservación del paisaje, de la vegetación y de la fauna. Estas explotaciones apenas aportan beneficios a los habitantes de la zona, ni económicos ni de empleo, sino que, al contrario, perjudican el modo de vida y de sustento actual de muchas personas.
Por todo ello -
el subrayado es mío, concluye el estudio-, desde este grupo de investigación mostramos nuestra absoluta oposición a este tipo de iniciativas, a la vez que pedimos a las administraciones públicas competentes el riguroso cumplimiento de la normativa existente y la defensa de nuestro patrimonio natural, histórico y cultural”.

Minas y también  “pelotazos” urbanísticos

Y no es la primera vez. Hace poco ha habido en este mismo valle un intento de explotar las aguas para embotellarlas y venderlas por parte de dos grandes empresas. Los vecinos lograron parar tal desmán. Unos vecinos de un lado y otro de la sierra de Gredos, que ahora también andan luchando contra la grave especulación urbanística que en pueblos como Candeleda, Burgohondo, Arenas y otros de la zona, conocida como la Andalucía de Ávila por su microclima, ha comenzado. Grandes chalés, hoteles, mansiones, campos de golf y urbanizaciones de lujo para la alta sociedad comienzan a levantarse en terrenos protegidos, sin previos estudios de impacto ambiental, incluso sin las preceptivas licencias y hasta en caminos de uso público que se los han apropiado. En medio de estas ilegales operaciones urbanísticas que generan pingües plusvalías, se encuentran empresas y personajes implicados en la Operación Púnica, como el mismo Francisco Granados, ex ministros como José María Michavilla y otros altos cargos del PP como Lucía Figar y famosos de la alta sociedad, las hermanas Koplowitz, el matrimonio Fernández Cuesta, o la familia de los O,Shea, y cómo no, alcaldes que miran su bolsillo... Se lo contaré detalladamente en un próximo reportaje.

Ya lo dije, Ávila, la nueva California. O como dice la publicidad que algunos establecimientos ponen en su anuncio, el Vergel de Europa. Y si en su tiempo lo descubrió y vino a veranear el primer ministro, que lo fue de Inglaterra, míster John Major, no es extraño que pronto se llene de extranjeros, que serán mejor recibidos sin duda que los refugiados. También hay que parar esta especulación salvaje.

Acabemos con mansiones ilegales y con minas destructivas. Serán la ruina.  Que empresarios sin escrúpulos y políticos corruptos  se olviden de estas comarcas, a no ser para mejorar la sanidad y el transporte, crear escuelas, ayudar al campo, y promover la cultura y el empleo. Suficientes recursos tiene. Y no están escondidos.

Las minas y la especulación urbanística serán la ruina de Ávila