sábado. 20.04.2024

El fenómeno de la trata de personas se contempla por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) como la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas usando amenazas, rapto, fraude, engaño, abuso de poder y situación de vulnerabilidad.

Las personas que acaban en este proceso (especialmente mujeres y niños) sufren diferentes tipos de abuso físico, psicológico, emocional y cognitivo mientras están en poder de sus captores y, a pesar de ser liberadas, pueden ser revictimizadas por la sociedad. Además, este fenómeno genera repercusiones individuales, familiares y sociales, vulnera el derecho a la vida, la libertad, la igualdad, la salud, la seguridad personal, el trabajo digno, la integridad física y psicológica. Por otro lado, como agravantes están factores como la edad, el sexo y la situación de vulnerabilidad, que pueden hacer que la víctima sea propensa a caer en diferentes tipos de explotación como, trabajos forzados, esclavitud, servidumbre, extracción de órganos o trata con fines de explotación sexual en adultos y explotación sexual infantil entre otros.

La psicología, dentro del fenómeno de la trata de personas, aporta herramientas a nivel social, personal y familiar desde la perspectiva clínica, educativa y de la salud

Con respecto a los tipos de trata de personas, se identifican dos modalidades según el contexto en el que se presenta el fenómeno. Por un lado, se encuentra la trata interna, en la cual la víctima es reclutada, trasladada y explotada dentro de las fronteras de un mismo país. Por otro lado, se encuentra la trata externa, en la cual la víctima es reclutada dentro de su país de origen o residencia y trasladada a otro país con fines de algún tipo de explotación. Estas dos modalidades facilitan el incremento económico y el fortalecimiento del fenómeno de la trata, haciendo que aumente de una forma casi exponencial Creer que la trata de personas es casi en exclusiva la trata con fines de explotación sexual de mujeres y niñas, supone un gran desconocimiento hacia otras formas de violencia que tal delito implica, como trata de y esclavitud de niños o transgéneros, por ejemplo.

Es importante abordar el concepto de víctima. La legislación internacional reconoce el estatus de víctima de trata a las personas que colaboran en la investigación judicial. A partir de aquí se produce un reconocimiento de unos derechos mínimos. Dichos derechos se mantienen exclusivamente mientras las personas en trata no mantengan relación con sus tratantes. Por lo tanto, se supone que la relación de explotación en el momento en que las personas son declaradas víctimas ha desaparecido. De este modo, ya no son víctimas de trata, son supervivientes. Este matiz semántico es importante ya que tiene implicaciones en la representación cognitiva de las personas que atribuyen y a las que son atribuidas dicha categoría (Protocolo de Palermo 2000).

En la atención a los supervivientes de la trata encontramos que, en muchas ocasiones, las víctimas no entienden la necesidad del acompañamiento terapéutico, ya que el daño generado por la situación traumática les dificulta para tomar conciencia de sus necesidades de apoyo psicológico. Son las profesionales que trabajan con estas personas y las acompañan en el camino de recuperación, quienes les asesoran sobre la necesidad de realizar un proceso de tratamiento psicológico, que desarrollará sus aspectos más resilientes y le ayudará en su recuperación integral.

La psicología, dentro del fenómeno de la trata de personas, aporta herramientas a nivel social, personal y familiar desde la perspectiva clínica, educativa y de la salud. También, esta disciplina lleva a cabo terapias individuales y grupales con las que interviene en procesos de comunicación, autoestima, autoconcepto, autoimagen y mecanismos de afrontamiento, entre otros.

Por último, compartir esta reflexión de Carmen Calvo: ”la prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, sino la esclavitud más antigua y grande de la historia”.

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