sábado. 27.04.2024
TRIBUNA DE OPINIÓN

Salamangaluf

Salamangaluf es la quintaesencia del furor mercantilizador que asola Madrid y que dicen ser el modelo de referencia para sus políticas para todo el país una vez asalten la Moncloa.
pijos
Imagen de archivo.
 

Me explico. Salamangaluf resulta de la contracción de dos territorios muy reconocibles, el riquísimo barrio de Salamanca de Madrid y de Magaluf, el poblado costero mallorquín. Es una contracción conceptual que creo que permite analizar y desentrañar hacia dónde van las políticas ultraliberales y las formas de hacerla reales, de convertir un cacareado dogma mercantilista y en cómo llevarlo a la práctica.

Para quien no lo conozca, el barrio de Salamanca de Madrid es el barrio protoburgues por excelencia, de fama reciente por la revuelta cayetana contra el confinamiento en los primeros meses de pandemia. En él reside lo más granado de las elites económicas nacionales, atraídos por los reclamos fiscales de Madrid, rodeados por sedes diplomáticas, comercio ostentoso e instituciones variopintas que mezclan cultura y espectáculo. El barrio fue diseñado por el marqués de Salamanca (de ahí su nombre) y posee un urbanismo y arquitectura noble que ha ido ennobleciéndose con el paso del tiempo. 

Magaluf, originalmente una tranquila población puerto-pesquera con unas cuantas casas construidas con la arenosa y resplandeciente piedra de marés, sufrió una radical transformación al convertirse en el patio de recreo de hooligans británicos y de otras nacionalidades con fuertes vínculos con el tráfico de sustancias euforizantes. Para acoger a esta fauna, el maravilloso paisaje de la zona debió ceder su protagonismo a un urbanismo artificial destinado a bares, terrazas, discotecas, tiendas de suvenir, etc. El ruido, el bullicio, la suciedad, la polución y la antiestética se hizo cargo de una zona que ya sólo reclamaba un espacio en el que hacer el imbécil  bebiendo y drogándose hasta perder el sentido. Los verdes pinos y los turquesas del mar se pierden entre los tonos chillones de la cartelería de los bares, el collage de las mantelerías de los restaurantes y los reflejos de cristales y luces de reclamo.

Os doy todos estos detalles de Magaluf porque no son muchos los españoles que caen por allí, rehuyendo el mal gusto y la constante excitación barera. Creedme que es una situación bastante desagradable y odiosa. Pero si no me creéis, podéis acercaros al barrio de Salamanca que se encuentra en pleno proceso de magalufización. El que fuera barrio señorial, estable, armónico y dotado de cierta belleza arquitectónica, se ha convertido, y sigue en el esfuerzo, en un remedo de espacio para las copas y lo que lleva asociado, ruido, incomodidad, sordidez y su dosis de suciedad, alteración del paisaje y pérdida de calidad original, fuera la que fuere.

La derecha de Madrid ya ha demostrado claramente cuál es su objetivo, comercializar, vender y convertir en renta todo lo que pueda ser transformado en activo financiero

Como podéis imaginar, yo no tengo particular interés en defender la preservación del barrio de los notarios, los bufetes renombrados y las sedes de fundaciones, me la pelan, que hablen con Almeida si sus habitantes aspiran a otra cosa, porque la derecha de Madrid ya ha demostrado claramente cuál es su objetivo, comercializar, vender y convertir en renta todo lo que pueda ser transformado en activo financiero, aunque suponga el extraordinario pasivo de la pérdida del espacio y la compostura necesaria para llevar adelante cualquier proyecto de vida. Si, Cayetano, tu intocable barrio también.

La conversión del barrio de Salamanca en Salamangaluf es la advertencia de que nada ni nadie está a salvo de esta fiebre que ataca a las fuerzas liberales que, más por razones ideológicas que por eficiencia económica, siquiera por codicia, promueve un modelo de vida en el que la inclinación personal a pasear, contemplar, respirar, reflexionar o abandonarse, ha sido extirpada para que unos cuantos empresarios, que no pueden siquiera acreditar su estado contable para reclamar ayudas, dispongan a su antojo del elemento mínimo necesario para acoger la vida: el territorio.

Salamangaluf es la quintaesencia del furor mercantilizador que asola Madrid y que dicen ser el modelo de referencia para sus políticas para todo el país una vez asalten la Moncloa. Que nos pille confesados, mejor aún bebidos y sin conciencia; lo bueno de esta opción es que ya no habrá que irse muy lejos, pues todo barrio, todo espacio comunal y toda área de convivencia estará colonizada por una u otra forma de canjear tu vida por un trago. Dickens denuncia en muchos de sus relatos que la ginebra era la principal fuente de alimentación de la depauperada población inglesa del siglo XIX quienes habiendo perdido sus lugares naturales en el campo para atender a las necesidades de la industria en Manchester o Leeds, acudían al bebedizo para mantenerse en pie y no morir de inanición o de asco.

Las leyes de pobreza y la parcelación y privatización del campo, como describe Polanyi en su acertada interpretación de inicio del capitalismo radical en Inglaterra expuesto en su Gran trasformación, fueron los motores de expulsión de las poblaciones de sus hábitats, tal y como ocurre en la actualidad oponiéndose a las políticas de fijación de precios en la vivienda o el alquiler, o como pasa en salamangaluf, reservando el espacio público solo para aquellos que dispongan de al menos 50€ para sentarse en una terracita.

Salamangaluf