sábado. 20.04.2024

La rebelión de los pijos ricos

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En estos días se han escrito varios artículos de opinión sobre la llamada “rebelión de los ricos” a raíz de los sucesos de la calle de Núñez de Balboa. Como madrileño que no ejerce de tal, procedente de una clase media-media, que cree más representativo el “Pongamos que hablo de Madrid” que el chotis, las chulapas y el Pichi, proxeneta de zarzuela, querría matizar un tanto esos artículos y desfrivolizar la cuestión porque, risas aparte, podría acertar por una vez la Sra. Díaz Ayuso y tratarse de una cuestión que en el futuro podría dejar de ser una broma.

No creo que el Barrio de Salamanca sea representativo de los ricos de Madrid, al menos de los de verdad. Aunque ahí,  dónde se manifiestan los pijos, a pocos metros, vivan Rato, Marichalar y Bárcenas. Sí Rato sí es de procedencia aristócrata, tiene hasta un Palacio en Gijón y su familia fue la propietaria de la quebrada Cadena Rato. También Marichalar, aunque venido a menos hasta su matrimonio y no sé si después de su divorcio. Bárcenas en realidad es un parvenu que llegó al Barrio de Salamanca como llegó. Y ni siquiera llegó al Barrio de Salamanca ya que su casa está en la acera “mala”. Pero ninguno de ellos estaba en Núñez de Balboa con Ayala. Los ricos de verdad de Madrid, salvo excepciones, nunca han vivido en el Barrio de Salamanca. Eso sólo lo creen los que no son de Madrid. Antes vivieron en la calle de Almagro y los palacetes que había en La Castellana y sus entornos y actualmente en Puerta de Hierro, La Moraleja, La Rinconada, La Finca, Santo Domingo, etc. Entre esos ricos habría que resaltar la curiosa vinculación de una cierta aristocracia “de verdad” (el Sr. Martínez Almeyda, la Sra. Aguirre, etc.) con un nacionalismo chulapero y madrileñista que siempre pensé que tenía que ver más con los barrios pobres y populares como La Ventilla, Lavapiés, etc. Los Cayetanos, Casildas e Illanes se multiplican entre esa aristocracia haciendo suyo el submundo proletario de Madrid en un ejercicio de denostado populismo.

Los llamados cayetanos y borjamaris son lo más representativo de una clase media que como decía una tía mía se caracteriza por “tener que aparentar lo que los de arriba ganando lo mismo que los de abajo (o casi)”

El Barrio de Salamanca en realidad no ocupa tanto como las fronteras administrativas hoy señalan. En realidad al acabar la guerra, Madrid era muy pequeñito. El límite por el Oeste era la Castellana que acababa en lo que ahora son los Nuevos Ministerios y por el Este  la calle de Príncipe de Vergara, por la que discurría el castizo “Chorrillo”, que era una calle en construcción. Y hasta ahí llegaba el Barrio de Salamanca. Hoy se incluye en el Distrito de Salamanca lo que no es históricamente Barrio de Salamanca, su prolongación construida en la postguerra. Ahí se acababa también Madrid quedando fuera algunas zonas que entonces eran, frecuentemente, los “barrios chinos” de la ciudad, pisos extramuros dedicados a la prostitución o dónde los señores ponían pisos a sus queridas. Había calles, hoy normales, que entonces eran enclaves de estas actividades: como las calles de Menorca, Ibiza, Don Ramón de la Cruz, etc. Fuera estaba también la Plaza de Roma (hoy Manuel Becerra) conocida popularmente como la Plaza de la Alegría porque ahí se despedían los duelos camino del Cementerio de la Almudena, o la Plaza de Ventas que entonces no era Plaza, ni siquiera plaza de toros sino ventas desperdigadas y una fábrica de galletas como bien recordaba El Fary, criado en las chabolas de esa zona.

El barrio de Salamanca en gran medida es el barrio de las clases medias/medias que antes fueron medias/altas e incluso clases altas en constante y lógico deterioro porque su pasado está vinculado a sectores improductivos (tenencia de tierras o propiedades inmobiliarias fuera de Madrid que vivían como rentistas). Los ricos/ricos de verdad en España vivían en Bilbao. Sólo allí había familias que vivían del dividendo, de "cortar el cupón" como ellas mismas lo llamaban. Eso ni siquiera se dio en Cataluña donde la riqueza estaba vinculada a la industria y no a las entidades financieras.

Los llamados cayetanos y borjamaris son lo más representativo de una clase media que como decía una tía mía se caracteriza por “tener que aparentar lo que los de arriba ganando lo mismo que los de abajo (o casi)”. Es, por así decirlo, una clase heredera del “hidalguismo” a los que cada día les queda menos del "algo" que tuvieron. De hecho ya fueron salvados por el franquismo que los ocupó en las Administraciones Públicas sin grandes sueldos pero permitiéndoles sobrevivir nadando en su tontería. En una época pasada el Ayuntamiento, la Diputación y los Ministerios estaban llenos de señoras de avanzada edad y poca eficacia  con unos abrigos de pieles que jamás podrían adquirir con su salario funcionarial que complementaban con su paguita de viudedad. Eso sí, su vivienda de 250 m/2 en el Barrio de Salamanca, en propiedad o alquiler de renta antigua.

En realidad esa clase media de lo que vive es de liquidar su pasado. Son carne de almoneda. Fundamentalmente y al final los pisos que heredaron en el Barrio y que cada vez mantienen con mayor dificultad y son más tentados a vender. Con su venta se compran otros fuera del Barrio de Salamanca que al cabo de unos años venden para comprar otro en Aluche y que venderán para comprar el final en Villanueva del Pardillo. Y en cada cambio de piso van obteniendo un dinerillo en efectivo para biencasar a sus hijas, mantener sus veraneos o su ritmo de vida.  Esta clase media lo tiene casi todo vendido ya, sólo le quedan sus pisos si acaso. Y son pisos estupendos sí cuando los compra alguien y los arregla. Pero si los visitas cuando los ofertan verás que son pisos que no han visto una capa de pintura en cincuenta años, que están empapelados con papel de embalar y cello, que las ventanas y las tarimas están podridas y rotas,  las vigas de madera curvadas...Sucios, herrumbrosos, mal mantenidos. En realidad son como sus propietarios. Sólo fachada. Eso sí, porteros imprescindibles, incluso puerta de servicio en algunas casas. Alguna criada suelta dónde antes había una o dos en cada piso. Todo basado en una economía  en que los sueldos de los empleados del hogar eran míseros y ni siquiera tenían la seguridad social de segunda clase de que hoy disfrutan, por un lado, y, por otro, la ruina del campo que hacía que las familias dieran salida a sus hijos trabajando duramente en el campo o en la industria y a las hijas colocándolas con alguna familia-bien en Madrid para ser mantenidas, sin conseguirlo a veces, y poder ahorrar para adquirir el ajuar que debían aportar al matrimonio.

En realidad los cayetanos y los borjamaris son mucho más peligrosos de lo que podemos imaginarnos. Los ricos no tienen ideología, tienen intereses y pactan según les conviene. Pero estos sí. Estos tienen la ideología del cutrerismo, de la morralla, del olor a alcanfor de las sotanas y los uniformes militares, de la bandera “símbolo nacional” que no tiene nada detrás. Bueno sí, detrás está la desesperación por sobrevivir en un mundo que va en contra de la dirección que ellos han tomado, de su destino histórico. La ideología de los que saben que se están despeñando superados por una burguesía  más o menos laboriosa, a la que envidian pero ni saben ni quieren imitar y unas clases trabajadoras que con el tiempo han ido consiguiendo superar el analfabetismo, la penuria económica y la desprotección. Son los que persiguieron y mataron o los hijos de los que persiguieron y mataron a los maestros republicanos porque ellos mismos no sabían o no sabían mucho más que leer y escribir y la alfabetización republicana ponía a los obreros a su mismo nivel si no por encima. Son los que no soportan los beneficios sociales, los que consideran que con la beneficencia ya estaban suficientemente atendidos los trabajadores. Por eso no “tragan” la sanidad pública, ni la educación pública, ni la Justicia como servicio público. Ni siquiera los aplausos a los sanitarios, por incomprensible que resulte. Ellos fueron y son la materia prima del fascismo. Son el espacio de la ultraderecha, que tiene todas las contradicciones de ese sector social.

Recordando “Novecento”. El fascista no era el terrateniente, sino el capataz. El fascista era el instrumento del capital.

Hace unos días leí un recordatorio útil para el momento histórico de nuestro país. Cómo se inició el ascenso de los nazis al poder en Alemania. En una situación de crisis, con mayoría socialdemócrata, con unas elecciones anticipadas –forzadas paradójicamente por el SPD-, las de 1930- que ganó el SPD, en que el NSDAP ascendió a segundo partido con un 18,25%. Y con la complicidad de los conservadores. Ese es el juego de la ultraderecha en España. El porcentaje Vox ya casi lo tiene y la colaboración del PP también. El motivo del anticipo de las elecciones fue que el Reichstag anuló  un decreto de emergencia firmado por Hildenburg, Presidente de la República, en plena recesión económica por la debacle de 1929. Todo esto ¿no nos suena? ¿No están intentando lo mismo con el estado de alarma? Estamos en vísperas del marco ideal para la involución, de lo que esperan. Y estos descerebrados de las cacerolas, que no tienen futuro y solo melancolía de un pasado en que creen que fueron algo, ¡están dispuestos a tirar por el precipicio al país eso sí en nombre de España! Si lo analizaran sabrían que, como bien intuyen, no tienen pasado y que tampoco hay sitio para ellos como clase en el futuro porque hace muchas décadas perdieron el tren de la historia.

La rebelión de los pijos ricos