sábado. 27.04.2024

Mientras aquellos elocuentes doctores preparaban su sombrío discurso, el padre tomó sin dilación un taxi y se dirigió a una dirección desconocida en la que cada día tenía lugar una asamblea de hadas que repartía los dones a los recién nacidos. Al mismo tiempo la madre, en la sala de espera del hospital, aguardaba un milagro, puesto que su bebé se debatía entre la vida y la muerte, y nadie le traía buenas noticias, de hecho, ni un solo momento, las rubicundas y rollizas enfermeras del área de maternidad, pararon de hablar de una de sus compañeras de aspecto algo sórdido que al parecer era gafe.

- ¿No es cierto que cada vez que la enfermera X tiene turno de tarde, algún recién nacido acaba en coma?

- Sí, esa chica es gafe.

Sin embargo, ninguna de ellas acertaba, puesto que nada tenía que ver lo sucedido con la chica gafe, era la propia alma del bebé, la que había vuelto tras sus pasos porque no se aceptaba a sí misma tal y como era. En efecto, cuando el padre llevado por una gran intuición entró en la asamblea pudo ver con sus propios ojos que era cierto lo que contaba el poeta francés Charles Baudelaire, en uno de sus poemas en prosa, todas las antiguas caprichosas hermanas del Destino, eran eternas y algunas habían sido siempre jóvenes y otras habían sido siempre viejas. Y por supuesto estaban ocupadísimas, dedicadas en repartir los dones de todos los recién nacidos en las últimas veinticuatro horas. También acertaba al contarnos que el reparto en estos casos tan solemnes es sin apelación y ninguno de esos dones podía rehusarse. No obstante, desde que el poeta francés escribiera sus versos había pasado mucho tiempo y las hadas inmutables y absortas en sus quehaceres, no habían percibido ciertos cambios en la vida de los seres humanos. Entonces, justo cuando el padre iba a hablar las hadas comenzaron a levantarse y a recoger los polvos mágicos, todos censos y otros bártulos, porque ya daban por terminado su habitual trabajo diario. 

La mayoría de los profesores ya no tenían trabajo y el padre lleno de ansiedad explicaba a las hadas que tenían que inventar dones nuevos

- ¡Eh señora! ¡Qué nos olvida! Todavía falta mi chico, tenéis que ayudarlo, no quiero haber venido en balde.

- Tu hijo ya ha sido atendido. ¿Por qué tienes quejas del trato que ha recibido?

- Mi hijo ahora está en coma. No quiere vivir porque sabe que con lo que habéis dado no se sentirá realizado.

- ¿Por qué tu hijo no acepta el don con el que le hemos obsequiado?

- No sabrá qué hacer con él. ¿De qué trabajará?

- Con el don que le hemos dado puede ser muchas cosas, por ejemplo, profesor —replicó un hada que tenía aire caprichoso y joven.

- No lo creo, Ahora todos los alumnos aprenden a través de la inteligencia artificial. Es más, en nuestros días se está produciendo una hibridación entre la inteligencia artificial y la mente humana. De hecho, nuestro cerebro funciona ahora de manera diferente. Los alumnos aprenden a través de la realidad aumentada. Ahora la memoria o la capacidad de analizar las cosas se ha vuelto artificial en detrimento de los dones naturales de la mente. ¿Qué es lo que realmente nos diferencia de las máquinas? ¿Qué es lo que nos hace realmente humanos? 

En efecto, la mayoría de los profesores ya no tenían trabajo y el padre lleno de ansiedad explicaba a las hadas que tenían que inventar dones nuevos, puesto que hacía mucho tiempo que la inteligencia artificial había superado las destrezas humanas. Dicho de otro modo, la mayoría de estos dones mágicos que ellas otorgaban ya se habían quedado obsoletos. Tal vez por eso cuando las hadas vieron el estado de nerviosismo que tenía el padre cuyo hijo llevaba ocho días entre la vida y la muerte, decidieron hacer una excepción y tomar un poco más detenidamente, por una vez, sus demandas.

Tu hijo ha recibido el mejor de todos los dones y encima de lograr el mejor don de todos te atreves a intentar comprenderlo todo

- Puede optar a cualquier profesión que conlleve la atención al público.

- Tampoco. Hoy en día la mayoría de esas profesiones son efectuadas por robots.

- ¿Y el periodismo? ¿Y la arquitectura? ¿Y el derecho? ¿Y la psicología? ¿No le parece bien a tu hijo ser periodista, arquitecto, abogado o psicólogo?

- Todo eso ya lo hacen las máquinas. 

En ese momento las hadas se vieron en un aprieto porque comprendieron que nada ni nuevo ni viejo quedaba ya para ofrecerle y con el aplomo y la inteligencia propias de su rango, el hada que anteriormente había tomado de nuevo la palabra le preguntó:

- Los dones son eternos y no se pueden cambiar. ¿Cuál es el don que le hemos dado a tu hijo?

- El don de agradar, mi señora, el don de agradar.

- ¿El don de agradar? Tu hijo ha recibido el mejor de todos los dones y encima de lograr el mejor don de todos te atreves a intentar comprenderlo todo…

En efecto, en ese preciso momento su hijo salió del coma, y el doctor comenzó a redactar en su informe el pronóstico favorable. ¿Por qué? Tal vez porque como si hubiera escuchado la respuesta del hada, el bebé comprendió que su destino era el ocio y podía ser poeta porque precisamente en el mundo ultramoderno al que se dirigía, donde la mayoría de las destrezas humanas había sido superadas por la máquinas, si había una sola cosa que no se podía copiar de forma genuina, y que por lo tanto se iba a cotizar mucho, era lo que él tenía, el simple y sencillo don de agradar.

Renegociando los dones eternos de las hadas