viernes. 26.04.2024
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Foto: ACNUR

El no dejar a nadie atrás, la precarización laboral, la pobreza extrema, hay una migración que no siempre es voluntaria. El agua y las personas que se han convertido en miembros cautivos de gobiernos que abren o cierran las compuertas a gusto y piacere.

¿De qué huyen los migrantes, de políticas de estado implementadas para ahogar las esperanzas o de políticos a los que no les importan las personas? Las brechas salariales y las desigualdades sociales son el puntapié inicial de una marejada de refugiados que comenzó desde hace décadas un peregrinaje que no tiene un punto de llegada pero que claramente marca un punto de partida a cuál ninguno quiere volver.

Debemos recordar que desde mediados de abril la comunidad internacional se ha puesto en estado de alerta luego de la oleada de violencia que se vive en Oriente Medio entre israelíes y palestinos asentados a la fuerza en la Franja de GazaCisjordania y los Montes del Golán. Desde ese mismo instante se han sucedido marchas en repudio en varios países de la Comunidad Europea, algunos a favor del cese al fuego y otros que intentan acercar las partes en este conflicto. Lo cierto es que se busca ante todo una tregua a una escalada de muerte y persecución que parece no detener su marcha.

El acople tanto de Irán como del Líbano, Siria y Egipto han activado el cierre de fronteras ante el temor de una nueva marejada de inmigrantes que intenten resguardarse en Europa y así escapar del acecho de las bombas y de los hostigamientos. Ceuta y Melilla han sido las primeras puertas de hierro en cerrarse y da la impresión que cada país europeo tomará las medidas necesarias para impedir el ingreso de estas personas errantes que intentan resguardarse.

La presión es brutal y la comunidad internacional mira desde el confort de sus balcones, un drama silenciado que no encuentra lugar seguro donde esconderse

Los principios rectores de ACNUR identificaron a un nuevo grupo de personas necesitadas de protección, los desplazados internos. Un grupo de personas que fueron obligados a huir o a abandonar sus lugares de residencia para evitar los efectos de los conflictos armados, situaciones de violencia generalizada, violaciones de derechos humanos o desastres naturales. 

En este nuevo siglo el mundo cuenta con el mayor número de refugiados y desplazados desde la segunda guerra mundial, cerca de sesenta millones. Las largas y enconadas guerras en Somalia y Afganistán, los conflictos en la República Centroafricana, Nigeria, Sudán del Sur, Yemen, Libia, y en Siria, un país fracturado. Cuatro millones de refugiados han huido a países vecinos, más de siete millones se han convertido en desplazados internos y en el mar se han perdido miles de vidas, sirios, somalíes, eritreos, etíopes que se embarcaron en busca de una vida más segura. 

Los retos crecen a un ritmo alarmante y las vidas de estas personas están en riesgo cada vez que una patera o un cayuco se hacen a la mar. En estas épocas de #Quedateencasa, irónicamente se les pide que hagan algo a aquellos que no la tienen. ¿Cuándo fue el momento exacto en que se le comenzó a poner precio a las personas? ¿Cuándo comenzaron a soplar con tanta vehemencia estos vientos migrantes?

Al fin de cuentas estas personas se han convertido en presas de una represa que cierra sus puertas, que deja pasar solo el agua que necesita, que no tiene reparo en fomentar la migración, cuanto menor es la población, más fácil de manipular es. El miedo y la desesperanza, la presión es brutal y la comunidad internacional mira desde el confort de sus balcones, un drama silenciado que no encuentra lugar seguro donde esconderse.

Al Nakba, La Masacre de Dir Yassin y el Plan Dalet fueron solo algunas de las limpiezas étnicas que se sucedieron en la historia de Oriente Medio. Puedo ver detrás de cada refugiado indicios claros de un dejo de miseria humana encausada que comienza a ramificarse por toda la región europea, puedo oler en el ambiente que la desdicha proveniente de Libia y de Siria genera una deportación masiva, origina casi un estado de abandono de las naciones emergentes para con sus ciudadanos que se ven obligados a buscar fuera de los límites de su país alternativas de subsistencia. 

Es el comienzo de un sinfín de regímenes dictatoriales disfrazados de corderos. Se está gestando en silencio una crisis humanitaria sin precedentes, una auténtica tragedia de desplazados que se comienza a sentir en el ambiente; mientras algunos van muriendo y otros pelean por sobrevivir.

Presas y represas: La crisis humanitaria detrás de los refugiados