sábado. 20.04.2024

Refugiados

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Tienen un coche aparcado cercano al parque. Solo les restan tres letras para terminar de pagarlo. Tienen otro automóvil bien refugiado en el garaje del dúplex. Solo lo sacan los días de viaje. Tiene un diseño chulísimo. Acaban de llegar y el sol acompaña. Van al parque los fines de semana y juegan. Tienen una niña preciosa de tres años a la que visten y calzan a su gusto y con el mismo antojo y voluntad de estilo con el que se visten y calzan ellos. Tienen otro hijo refugiado en el vientre. Está embarazada de siete meses y el futuro ya tiene ropita y sus primeros enseres. Se los compraron hace tres meses, antes del estado de alarma. Tienen una casa con jardín hipotecada hasta el techo y con la preceptiva decoración de Ikea. Tienen un marco constitucional y derechos que ni sospechan. Tienen un país, una nación, un Estado, o como se llame. Tienen soberanía nacional y tutelaje civil, que pasa desapercibido dentro del engranaje rutinario de los días. Tienen la solidez de las instituciones, pese a tener a los políticos babeando votos cada dos por tres. Tienen ya hecha la compra de la semana y tienen programadas las vacaciones de verano con mucha antelación -el coronavirus no será obstáculo- porque tienen al futuro secuestrado en el zulo mental de las garantías y las seguridades de la vida en Occidente. Y ninguna vicisitud huracanada podría derribar los muros del estatus. Ninguna profecía funesta sería creíble. Las penurias, las guerras, las injusticias, la violencia en las calles, el horror, las muertes provocadas por la pandemia, son instructivos programas de la televisión.

A partir de ahora la sociedad va a tender a refugiarse y al refugio. De confinados pasaremos a refugiados. Se va a exacerbar el miedo a los otros y el miedo a sí mismo. La exclamación vital será sustituida por la cultura de la sospecha y las preguntas. Ahora que se habla mucho de inmunidad de rebaño, en términos puramente zoológicos vamos a desarrollar al máximo el instinto básico de la querencia y la retractilidad. El zoon politikon mutará en zoon querencioso. Después del azote de una peste se acrecientan las dudas de toda índole y al viejo equlibrio libertad-seguridad le entran mareos, los mismos que le entrarán a las gobernanzas correspondientes. El problema de gran calado, de nuevo, será que si antes había ciudadanos de primera y segunda clase y hasta de tercera, ahora habrá refugiados de primera y de segunda, y otros muchos ni eso: estarán expuestos o tirados en la más desoladora de las intemperies, y probablemente invisibles. Y la cuestión punzante: hasta dónde le alcanzará la vista y podrá llegar el Estado-cobertor.

Tienen cuentas bancarias y un atasco de quince minutos camino del trabajo, que sobrellevan escuchando buena música descargada de Internet. Tienen frío y calefacción. Tienen calor y aire acondicionado. Tienen mascota y comida para la mascota. Tienen impuestos y desgana en abonarlos. Tienen ciudadanía e incluso patriotismo. Tienen ilusiones y un solárium inutilizado. Tienen y aspiran a tener. Se saben y se sienten refugiados.

Refugiados