viernes. 26.04.2024
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El octavo informe AROPE (1) sobre pobreza y exclusión social, publicado en el mes de octubre de este año (2018) con datos del 2015, dice que en nuestro país hay 12,3 millones de personas en riesgo de exclusión social y pobreza. La pobreza infantil, en España, está en el 29,7% (datos de 2014), casi diez puntos por encima de la media europea.

Son solo unos datos, de tantos que circulan por los medios, apuntando a un desgarro social, cada vez más, separador de dos partes de la población: los pobres (que aumentan en número) y los ricos (que aumentan en riqueza). Son informes que están ahí, se publican, se leen (no con muchos lectores) y se pasa la página para leer la siguiente noticia. No ocurre nada. Como las noticias de los telediarios, que informan de mujeres asesinadas, de ahogados en el Mediterráneo o de marchas numerosas hacia la tierra prometida, actualmente llamada EEUU, se ven y se sigue la vida, conversando si se tiene con quien conversar.

BANQUEROS QUE GANAN MÁS DE UN MILLÓN DE EUROS

La retribución media de los directivos del IBEX subió un 43% entre 2014 y 2017 mientras que el sueldo medio de los trabajadores creció un 4%

En paralelo se nos dice que el señor González, del BBVA, recibirá 79,7 millones de euros por su jubilación, como recibió Ángel Corcóstegui, del Banco Santander, 108 millones en 2002 o Alfredo Sáez, también del Santander, 88,1 millones en 2013… y otros más. ¡Pobres, sólo tienen dinero y no tendrán tiempo de gastarlo! Y no lo reciben porque hayan aportado un valor similar a las empresas que gestionaban (que no eran suyas), pues los datos no apuntan esa correlación. Se lo llevan porque sí, como ocurre a los que caminan al borde de la exclusión social o ya llegaron a la pobreza. Porque sí.

Esto refleja un mundo con desigualdades crecientes e injustificadas, si se desea una sociedad más equilibrada. El número 63 de Alternativas Económicas dice que la retribución media de los directivos del IBEX subió un 43% entre 2014 y 2017 mientras que el sueldo medio de los trabajadores creció un 4%, siendo la relación entre el salario mínimo y al máximo en una misma empresa, a veces, desorbitada (ACS es de 1477, Acciona de 1188 y en una docena de empresas se superan los 400 puntos). En España hay 152 “banqueros” que ganan más del millón de euros ¿Hacia dónde se quiere llegar por aquí? “La desigualdad está “creciendo rápidamente y esto significa que los ricos, y especialmente los muy ricos, son cada vez más ricos y los pobres, especialmente los muy pobres, son cada vez más pobres”, dice Zygmunt Bauman, afirmando que los ricos son cada vez más ricos por el hecho de ser ricos, como los pobres son cada vez más pobres por el hecho de ser pobres. No hay más valor, simplemente que esta desigualdad ha creado dos mundos, según Bauman, con pocos o ningún punto de encuentro entre ellos: los que tienen y los que no tienen. Afirma que el drama del 0,1% más rico es que ignoran lo que ocurre a su alrededor.

¿TIENE LA IGLESIA CATÓLICA ALGO QUE DECIR?

Paradójicamente, esta sociedad que nos rodea -tan definida bajo los mandatos de la Iglesia Católica que hasta se trata judicialmente a quienes, se presume, ofenden los sentimientos religiosos- ni siquiera escucha lo que su propio catecismo dice sobre el séptimo mandamiento (número 2408) que prohíbe “el robo, es decir, la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño. No hay robo si el consentimiento puede ser presumido o si el rechazo es contrario a la razón y al destino universal de los bienes. Es el caso de la necesidad urgente y evidente en que el único medio de remediar las necesidades inmediatas y esenciales (alimento, vivienda, vestido...) es disponer y usar de los bienes ajenos”. Qué curioso, los ocupas, no todos, solamente los que tienen la necesidad urgente y evidente de usar bienes ajenos (alimento, vivienda, vestido… dejando abierta esa relación por puntos suspensivos) no están considerados por la Iglesia infractores de este mandamiento. Pero la sociedad los desahucia. A veces en condiciones de extrema precariedad. A veces empujándolos al suicido. “No son suicidios, son crímenes”, como ya se ha afirmado. ¿Y la Iglesia no tendría algo que decir en todo lo que nos está ocurriendo? Pero sí es robo, sigue diciendo el catecismo, “toda forma de tomar o retener injustamente el bien ajeno, aunque no contradiga las disposiciones de la ley civil, es contraria al séptimo mandamiento. Así, retener deliberadamente bienes prestados u objetos perdidos, defraudar en el ejercicio del comercio (cf Dt 25, 13-16), pagar salarios injustos (cf Dt 24,14-15; St 5,4), elevar los precios especulando con la ignorancia o la necesidad ajenas (cf Am 8, 4-6). Son también moralmente ilícitos, la especulación mediante la cual se pretende hacer variar artificialmente la valoración de los bienes con el fin de obtener un beneficio en detrimento ajeno; la corrupción mediante la cual se vicia el juicio de los que deben tomar decisiones conforme a derecho; la apropiación y el uso privados de los bienes sociales de una empresa; los trabajos mal hechos, el fraude fiscal, la falsificación de cheques y facturas, los gastos excesivos, el despilfarro. Infligir voluntariamente un daño a las propiedades privadas o públicas es contrario a la ley moral y exige reparación”. Y ante todo esto el silencio de la Iglesia que es elocuente.

No se trataba de integrar este mensaje en la doctrina de la Iglesia, sino de exponer la postura de ésta en el drama social que nos rodea. Trump, al contrario, manda disparar a matar si la columna del hambre que desea llegar a EEUU se atreve a invadir la frontera.

También se puede hablar de pobreza infantil, de desnutrición, de esclavitud laboral, de… ¡Hay tantos datos! Pero se escuchan poco. La sociedad, que conforma personas cuya aspiración es la competencia y el triunfo personal (es uno de los ejes del neoliberalismo) habla, de vez en cuando, de que hay que formar en valores y ayudar a los niños para que entiendan la cooperación. Pero el verdadero valor es triunfar por encima de los demás. Y el triunfo se suele medir en acaparar dinero demostrándolo en signos externos y en estatus personal. Valores (¿valores?) que tiene que ver con la insolidaridad y el individualismo.

Cándido Marquesan dice en Nuevatribuna que “la llegada de una cultura del individualismo feroz y la pérdida de confianza tanto en los demás como en las instituciones económicas” se está implantando en la sociedad. Y acaba preguntándose si “¿Realmente somos conscientes del monstruo que estamos construyendo y tolerando?”. Bauman afirma, citando a Lansey, que “las duras realidades de la desigualdad son perjudiciales para todas o casi todas las personas de la sociedad”. Saramago denunciaba este modelo social afirmando que mandamos “artefactos” al espacio, pero se nos mueren los niños de hambre. Y es que el que más tiene no sabe nada de lo que rodea su espacio.

CONDENADOS AL EXILIO POR GUERRA Y HAMBRE

La fractura entre los que mueren de hambre y los que no tienen tiempo vital para gastar o disfrutar de todo lo que poseen empieza a no ser permisible

Sería un error achacar el problema a las situaciones de precariedad que actualmente se dan. No es novedad que haya personas que tengan que abandonar sus territorios para sobrevivir (por guerra o por hambre). Flujos migratorios los hubo siempre y todos somos hijos de alguna migración. Lo que es inaudito, según Bauman, es la insolidaridad como respuesta, que califica, desde palabras de Benjamin Barber, que es “intrínsecamente contraria a la cooperación e incapaz de consolidar bienes comunes globales”. Citando a Ulrich Beck dice que “los cosmopolitas se encuentran en muchos países entre los desarraigados, los enemigos y los insectos, a los que se puede -e incluso se debe- acosar, demonizar y aniquilar”. “Nos aproximamos, sigue diciendo Bauman, -si no hemos llegado ya- a una bifurcación en el camino hacia nuestros futuros posibles, uno de cuyos ramales nos lleva hacia el bienestar cooperativo, mientras el otro apunta hacia la extinción colectiva, y seguimos siendo incapaces de elevar nuestra conciencia, nuestras intenciones y nuestros hechos al nivel de la globalidad (muy real ya y sin visos algunos de remitir) de la interdependencia entre todos los miembros de nuestra especie: una situación que hace que la elección entre la supervivencia y la extinción dependa de nuestra capacidad  para vivir uno junto al otro en paz, solidaridad y cooperación mutuas, entre extraños que pueden tener opiniones y preferencias similares a las nuestras…, o no”.

Es preciso tomar postura ante esta bifurcación. Pararse es consentir la fractura social que, llegado a determinado nivel (si no se ha llegado ya), será bastante irreparable. No puede consentirse un mundo dividido entre los que comen y los que mueren de hambre, entre los que huyen y los que ponen fronteras. La humanidad convoca a la tarea (y compromiso) para que todas las personas tengan su espacio y nadie sea empujado hacia la exclusión, porque es preciso afirmar “al destino universal de los bienes” contra la acumulación indebida y desmesurada. Lo que requiere una nueva forma de repartir la riqueza que posibilite que nadie sufra condiciones de vida desgarradoras. La fractura entre los que mueren de hambre y los que no tienen tiempo vital para gastar o disfrutar de todo lo que poseen empieza a no ser permisible. Ulrich Beck tiene razón cuando dice que estamos en un cambio de era, no en una era de cambios. Y esa nueva era será, seguro, mas humana y más inclusiva buscando un modelo social más cohesionado y “la tarea a la que tenemos que enfrentarnos es la de reformar la sociología para que pueda proporcionar un nuevo marco para la reinvención de la sociedad y de la política”. Volver la espalda a esta tarea es volver la espalda a la sociedad.

Los pobres circulan por el mundo