martes. 23.04.2024

El jurista alemán Rudolf Smend (1882-1975) indagó sobre los elementos espirituales que subyacen bajo el Estado. Decía Smend que las formas espirituales colectivas no constituyen sustancias estáticas, sino que son una unidad de sentido en continua actualización. Por eso, el Estado se desarrolla mediante un proceso de continua renovación y Smend describía ese proceso con la expresión de integración, porque es un proceso de integración del propio Estado en la realidad.

Para el jurista alemán, la eficacia de la función integradora depende de que su principio constitutivo tenga en sí fuerza integradora y que integre realmente a toda la comunidad política. Las formas de integración son muy variadas y pueden ser personales (especialmente el caudillaje), funcionales (tienden a reforzar la vivencia comunitaria en la vida social) y materiales (los fines jurídicos y culturales del Estado) (Rudolf Smend: Constitución y Derecho constitucional, Madrid, 1985, págs. 62-106).

La integración que busca crear una comunidad política, una unión de voluntades, como decía Smend, puede utilizar elementos simbólicos y dentro de esos elementos simbólicos están, naturalmente, los llamados símbolos del Estado, cuya carga política (especialmente en el caso de la bandera) está a la vista.

En España, la democracia hubo de definir y regular los símbolos del nuevo Estado, de modo que la bandera y el escudo se describieron y regularon mediante sendas Leyes de 1981 y el himno nacional se reguló mediante un Decreto de 1997 del primer Gobierno Aznar, Decreto que ya estaba preparado y redactado en tiempos del Gobierno de Felipe González. Y la proclamación del 12 de octubre como Fiesta Nacional se hizo durante el Gobierno socialista de Felipe González con la Ley 18/1987, de 7 de octubre. Promoviéndolos o apoyándolos en el Parlamento, el PSOE y sus Gobiernos han estado siempre comprometidos con los símbolos del Estado democrático, pues en este partido han sido conscientes de la función integradora de los símbolos del Estado.

Para años futuros se debería  estudiar, por parte de los poderes públicos que organizan el acto y también por parte del PSOE, cómo se puede alejar a estos grupos porque el resto de los ciudadanos no debe soportar lo que después de todo es un acto contra la convivencia democrática

Identificación y comprensión de los símbolos del Estado sin manipulación política como hacen la derecha y la extrema derecha, que desde que acabó la dictadura franquista no han dejado de utilizar los símbolos del Estado (especialmente la bandera) como instrumentos de división y de imposición y todavía lo siguen haciendo: la imagen de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, en el desfile de la Fiesta Nacional con un banderín es un ejemplo de la utilización de la bandera de todos los españoles con fines partidistas.

Estas reflexiones sobre los símbolos del Estado vienen a cuento por la costumbre ya generalizada en la derecha española de silbar y abroncar al Presidente del Gobierno en la celebración del desfile militar de la Fiesta Nacional… cuando el Presidente es socialista. Esta costumbre se inició cuando Rodríguez Zapatero era Presidente del Gobierno, desapareció con Rajoy en la Presidencia y se ha retomado con el Presidente Sánchez.

Esta práctica nos lleva a tres reflexiones, a saber, quienes son sus autores, la actitud del Partido Popular y el trasfondo político de estos gritos.

¿Quiénes son los autores de estos gritos? Es posible que en sus inicios una parte de los grupos alborotadores fueran familiares de militares pues desde la transición los militares más ultras han utilizado a sus familiares para alborotar allí donde no podían llegar ellos y en el caso del desfile militar esos familiares tenían posibilidad de ocupar tribunas próximas al Gobierno. Pero lo probable es que ese componente militar-familiar haya desaparecido y ahora sean grupos de extrema derecha con alguna participación de militantes del Partido Popular. Es preocupante que, muchas o pocas, haya personas que utilizan un símbolo de integración para hacer oposición contra el Gobierno y, además, oposición desleal porque es el día en que hay que integrar y no separar a todos los ciudadanos de todas las ideologías. Es preocupante, pero tampoco debemos extrañarnos porque la extrema derecha recorre Europa (Italia, Suecia, Francia, Alemania, Países Bajos) y América (Estados Unidos, Brasil) de modo que el hecho de que el día máximo de integración nacional, el día de la Fiesta Nacional, sea aprovechado por grupos pequeños de fascistas para abroncar al Presidente del Gobierno, no debería extrañarnos. Pero sí hay motivos de preocupación conectados con ese hecho.

Es preocupante que el Partido Popular no condene los hechos. El Partido Popular tiene medios para impedir o al menos aminorar la protesta pero desde el ápoca de la Presidencia de Rodríguez Zapatero ningún dirigente del Partido Popular ha protestado en público contra unos gestos ni en público ha mostrado solidaridad con el Presidente de todos los españoles. Uno no puede envolverse en la bandera para fastidiar a los rojos, como hacen Díaz Ayuso, Martínez Almeida y tantos otros dirigentes de la derecha, y al mismo tiempo permitir que otro de los símbolos del Estado que ayudan a la integración de los ciudadanos sea empleado para atacar  al Gobierno. Todos los símbolos del Estado valen lo mismo y sirven para lo mismo.

Por último, ¿cuál es el trasfondo político de estos gritos? En primer lugar, retrata a una franja de población no identificada con la democracia, pues democracia es respetar los símbolos del Estado para que así se integren los ciudadanos y en este caso los grupos alborotadores pretenden excluir a los ciudadanos de lo que simboliza el Estado. Hay que aceptarlo, hay franjas pequeñas de población que quieren excluir del Estado al resto de los ciudadanos. En segundo lugar, ante esas franjas minoritarias el Partido Popular, que aspira a ser partido de gobierno, no reacciona con contundencia porque tiene que competir con Vox y también porque en el fondo no le molesta que haya protestas y escándalos contra el Gobierno.

Quiere ello decir que en el Partido Popular hay un sustrato poco identificado con los principios democráticos y que en algunos dirigentes populares pesa más el poner en dificultad al Gobierno, desgastarlo, que consolidar la integración de los españoles en torno a los símbolos del Estado. Pero el significado más profundo y, por ello, más grave, es una vez más la deslegitimación del Gobierno. Esa obsesión de la derecha española de deslegitimar al Gobierno cuando ella no gobierna empieza a ser preocupante. Por cierto que ahora la derecha reivindica al Presidente González como medio de desprestigiar al actual Presidente Sánchez pero cuando gobernaba el Presidente González éste sólo encontró, también, la deslegitimación por haber formado Gobierno en 1982.

Todas estas reflexiones no empecen otra reflexión más táctica. Para años futuros se debería  estudiar, por parte de los poderes públicos que organizan el acto y también por parte del PSOE, cómo se puede alejar a estos grupos porque el resto de los ciudadanos no debe soportar lo que después de todo es un acto contra la convivencia democrática.

Patriotismo de pitidos